lunes, 10 de septiembre de 2018

II. EL DESIERTO DE FUEGO (6)


II. EL DESIERTO DE FUEGO



6


A pesar de todos los temores y dudas que habían asaltado a Kevin la noche anterior, la mañana llegó una vez más, y lo hizo sin ningún inconveniente, como lo había hecho el resto de días.

Efreet estaba esperándolos con la luz del nuevo día, tal como había prometido la noche anterior, y no les dejó un solo momento a solas antes de emprender la marcha.

El calor del desierto era tan abrasador como lo había sido hasta entonces y la marcha igual de dura y fatigosa. La única diferencia radicaba en el nuevo compañero de viaje, quien, pese a no ser una molestia, aparentemente les estaba dificultando mucho las cosas en un nivel más personal. Kevin no sabía si era el único que estaba experimentando aquella sensación de soledad y desasosiego, ya no podía compartir sus opiniones con Alda y ella parecía estar cada vez más próxima al Djin, quien parecía tener su propia agenda. La distancia entre los dos se estaba incrementando por momentos, hasta el punto que empezaba a sentirse como el esclavo que aparentemente había estado aparentando ser.

Efreet había dicho que tardarían dos días en alcanzar la ciudad, pero no fue así. Pasó este tiempo y un poco más, y sin embargo la vista que tenían frente a ellos era siempre la misma: un interminable desierto que les consumía el espíritu y secaba sus esperanzas de regresar a casa o a cualquier sitio donde se sintiesen más seguros.

Alda no parecía estar afectada por la situación. Impasible, continuaba siempre con su rol de emisaria, con la cabeza bien alta y sin mostrar signos de fatiga. Todo ello, pese haber estado unos pocos días antes a punto de morir.

Kevin, por otro lado, se sentía frustrado, incapaz de hacer nada más que obedecer órdenes y continuar caminando en la dirección que les marcaba el genio. Así pues, llegó el momento en que no pudo soportarlo más y, una noche, momentos antes de levantar el campamento, sin poder contenerse por más tiempo, decidió acabar con la farsa sin importarle las consecuencias.

Fue de forma accidental, en un primer momento, no fue algo que hubiese planeado, simplemente las cosas salieron así. En principio había estado dispuesto a seguir hacia adelante, olvidándose de la fatiga y la tensión que se palpaba en el ambiente. Pero las cosas nunca salen como uno las planifica y, cuando vio que, ya sin lugar a dudas, las luces se estaban perdiendo en la lejanía, cada vez más difusas, todo aquello que se había estado conteniendo hasta entonces explotó repentinamente. Pensó que todo por lo que habían pasado, todas las penurias, el camino recorrido, su desesperada supervivencia y la fuerza que habían encontrado en el peor de los momentos y que les había salvado la vida, todo había sido en vano, ya que ahora marchaban en la dirección equivocada, desandando todo el camino y regresando al principio, al lugar donde habían llegado en un primer momento.

—¡Basta ya de juegos! —gritó Kevin de repente, antes de que el Djin se marchase de nuevo como hacía cada noche—. Dinos ya qué es lo que quieres de nosotros y acabemos con esto.

—Muchacho —intervino Alda, ante la repentina declaración—. Sé que el camino está siendo duro, especialmente para alguien de tu especie, pero ello no justifica ese tono de voz con nuestro anfitrión. Deberías apreciar más tu lengua si no quieres perderla.

—Oh, vamos. Corta ya el royo. ¿No ves que está jugando con nosotros? —ya no había quien lo detuviese. No estaba de humor para seguir jugando a aquello—. Mírale, incluso ahora que me está escuchando decir esto, está sonriendo. Es absurdo que continuemos con esta farsa. Cada día que pasa nos está alejando más de nuestro rumbo original, y tanto tú como yo sabemos que no trama nada bueno. Creo que lo mejor es que dejemos las cosa claras en este preciso instante, antes de que sea demasiado tarde, si no lo es ya.

—Me ofenden esas acusaciones —intervino Efreet—. ¿Qué formas son estas de responder a la hospitalidad que os he mostrado hasta la fecha? ¿Acaso no os he ofrecido guía y cobijo, u os he contestado a cada una de las preguntas que me habéis formulado?

—Lo siento mucho —se disculpó la Fane—. El comportamiento de mi criado es imperdonable. Pero debes mostrar algo de comprensión, el calor del desierto debe haberle afectado más de lo que había supuesto y no piensa con claridad.

—Es cierto que sois visitantes en mi mundo, pero esto es inexcusable. Exijo que hagas algo con este criado tuyo. De no ser así, tú misma deberás responder por sus actos.

Finalmente, el Djin había pasado a la acción. Todas las cartas no estaban sobre la mesa, pero estaba claro que Efreet quería librarse de Kevin, quien pensaba que, con la información que tenía el genio de ellos, lo más probable era que a él no lo considerase relevante y su propósito fuese el de utilizar a Alda y a sus habilidades de algún modo. El “inútil” humano era todo lo que se interponía en su camino.

Kevin miró a Alda, esperando que la chica le defendiese, que dijese algo que les sacase de aquella situación. Pero la mirada de ella era fría como un tempano de hielo, completamente diferente a aquella que le había mostrado gratitud por haberle salvado dos veces la vida. Se sintió traicionado, con ganas de rendirse definitivamente y dejar que aquella vil criatura del desierto satisficiese por fin sus deseos y acabase con su sufrimiento. En el mejor de los casos el Djin pediría su cabeza y, antes de morir, Kevin descubrirá que todo había sido un sueño. En el peor, al menos no tendría que volver a preocuparse por el próximo obstáculo que se pusiese en su camino.

—Nunca pensé que criaturas tan nobles como los Fane pudiesen faltar a su palabra —dijo el Djin—. Tengo entendido que debías cortarle la lengua si cometía una afrenta como esta.

Alda continuaba sin decir nada. La chica había enmudecido completamente. No pronunciaba palabra alguna, buena ni mala, solo mantenía aquella mirada indescifrable.

—Muy bien —continuó Efreet—. En ese caso, se le aplicará la justicia Djin. Lo indicado en estos casos es la pena de muerte. Aquí, en el desierto de fuego, el castigo para un extranjero es el de ser quemado vivo por la llama interna de los Djin. Hace mucho tiempo que no se lleva a cabo ninguna ejecución, pero yo mismo puedo realizarla inmediatamente.

En ese momento, el Djin comenzó a brillar con fuerza. La criatura irradiaba una gran cantidad de luz y calor, del mismo modo que cuando se convertía en una bola de fuego, pero sin llegar a completar aquella transformación. Era como si continuase manteniendo una forma humana pero formada por llamas. Había dejado de hablar y de lanzar amenazas, pero entre el fuego todavía se podía observar su sonrisa. El gesto en sus labios era malvado y al mismo tiempo daba a entender que todo aquello le resultaba divertido.

Efreet avanzó levitando hacia donde se encontraba Kevin, dispuesto a ejecutarlo. Entonces, Alda dio un paso adelante para intervenir.

—Alto —dijo la Fane, elevando la voz con aquella palabra que Kevin interpretó como un intento de salvarle la vida—. No me has pedido permiso para ejecutar a mi criado. Si decides seguir adelante, habrá consecuencias.

—El momento de intervenir ha pasado —dijo la bola de fuego—. Has tenido tu oportunidad y no la has aprovechado. Ahora debes atenerte a la ley de los Djin.

La noche había caído por completo y el frío debía ser ya insoportable, pero Kevin era incapaz de sentirlo. Su cuerpo absorbía el calor de las llamas de Efreet, quien ardía con una fuerza que por sí sola era ya un signo del deseo homicida con el que se iba aproximando cada vez más hasta su víctima.

Alda avanzó y se colocó entre Kevin y el Djin, indicándole que para llegar hasta él, tendría que abrasarla primero a ella.

—Parece que te preocupas demasiado por un simple criado —Efreet se detuvo—. De acuerdo, te ofrezco un trato, pero solo porque no quiero que resultes dañada. Córtale la lengua a tu criado y estaremos en paz.

Aquella solución tampoco era la mejor, no era si quiera algo a tener en cuenta por ninguno de ellos, y el Djin lo sabía, esa era la razón por la que había hecho semejante propuesta.

—Infiero de tu silencio que mi trato no te parece tampoco aceptable —volvió a hablar el genio.

—Tienes razón —dijo al final la chica, sintiendo que había perdido aquella batalla.

—¿Me permitirás entonces que prosiga con la ejecución?

—No estaba hablando contigo —dijo secamente ella—. Kevin, lamento no haberte escuchado antes en referencia a este asunto. Supongo que todavía esperaba que pudiésemos ser más listos que él… Pero, tal como has dicho, es el momento de aclarar cuáles son sus intenciones.

—Debería disculparme yo, por haber perdido los nervios —le dijo él—. He llegado a dudar incluso de ti, sin tener motivo para ello.

Mientras tanto, Efreet les escuchaba hablar sin decir nada, sin mostrarse ni siquiera sorprendido por lo que estaba ocurriendo, demostrando así que estaba al tanto de la farsa desde hacía mucho tiempo. El genio simplemente les miraba sonriente, como si todo aquello le resultase extremadamente divertido.

—¿Pero qué es esto? —dijo finalmente Efreet con un tono jocoso en la voz—. ¿Queréis decir que me habéis estado engañando desde el principio? Después de toda mi amabilidad, he sido traicionado por dos extraños de otro mundo. ¡Qué será de mí ahora que estoy en las manos de estos dos extranjeros!

El Djin se estaba burlando de ellos abiertamente. Obviamente, estaba convencido de estar en una posición muy superior, ya que, de no ser así, su actitud probablemente sería otra.

Cuando Alda vio el descaro con el que actuaba el genio, puso una cara sería y amenazó con atacar a Efreet con sus habilidades de Fane si él no desistía en su propósito y les revelaba qué era lo que realmente pretendía. Pero el Djin no se amedrentó ni un solo segundo, en lugar de ello volvió a burlarse, esta vez dirigiéndose exclusivamente a la chica.

—¿Y qué me vas hacer exactamente? —preguntó el Djin, quien sin esperar una respuesta, respondió él mismo a su propio interrogante—. Te diré lo que vas a hacer: nada. No puedes hacer nada porque eres apenas una niña con cuerpo de mujer. Mi conocimiento de tu especie no es muy grande, pero sí sé que las crías de tu especie carecen de control alguno sobre sus habilidades.

—Estas equivocado. Es cierto que todavía soy joven, pero alcancé la madurez recientemente y sería un gran error por tu parte ponerlo en duda —ella estaba mintiendo y esta vez no lo estaba haciendo muy bien, ya que incluso Kevin podía detectar un cierto tono de desesperación en los labios de su compañera.

—Lo que no sabía es que los Fane fuesen una especie de mentirosos —acusó el Djin—. Cuando esto acabe, tendré que informar a los de mi especie para que incluyan este dato en los archivos.

—Cómo te atreves a dudar de mi palabra —protestó Alda.

—Creía que habías dicho que la farsa se había acabado. Ya no puedes engañarme. Hace apenas unos minutos te has descubierto a ti misma y no te has dado cuenta. La primera vez que he amenazado con acabar con tu supuesto criado, te has asustado y me has provocado una pequeña visión. Si fueses una adulta, tendrías control sobre tus habilidades y eso no hubiese ocurrido. No tengo nada que temer de ti.

A Kevin se le hizo un nudo en el estomago. Estaban completamente a merced de aquel ser de fuego y ya no disponían de ningún tipo de ventaja. Ahora el Djin sabía que estaban completamente indefensos contra él y eso le ponía en una peligrosa situación de superioridad. Si aquel ser así lo deseaba, probablemente podría matarlos en aquel preciso instante, sin que les diese tiempo a intentar defenderse o escapar.

Su primer impulso fue el de salir corriendo. Ni siquiera lo pensaron, simplemente se dieron la vuelta y comenzaron a mover las piernas todo lo rápido que les era físicamente posible. Sin mirar hacia atrás, intentaron ganarle terreno al Djin, moviéndose velozmente sobre las dunas. Pero su velocidad a pie no podía equipararse a la de Efreet convertido en una bola de fuego incandescente.

Antes de poder reaccionar, el genio se había colocado de nuevo delante de ellos, cortándoles el paso.

Kevin le hizo un gesto a Alda con la mirada, indicándole que fuesen cada uno en una dirección. Sabía que aquella no era la mejor de las ideas, porque aunque consiguiesen despistar al Djin también podían perderse el uno al otro, pero la situación era desesperada y no había tiempo de pensar racionalmente. Estaban luchando por sus vidas en una partida que se sentía perdida de antemano.

La persecución duró varios minutos, pero no porque realmente consiguiesen sacarle algo de distancia a Efreet en ningún momento, sino porque su perseguidor estaba jugando con ellos. El genio se lo estaba pasando en grande con aquello.

Finalmente, cuando se hubieron dado cuenta de que era imposible escapar, se vieron obligados a cambiar de estrategia. Volvieron a reunirse en un mismo punto y encararon al Djin, dispuestos a hacerle frente del modo que fuese.

Al quedarse parados, el genio tuvo que detenerse también. Pero, debido a la inercia que todavía llevaba, al frenar repentinamente, la energía que emitía su cuerpo aumentó súbitamente, provocando una pequeña onda expansiva que lanzó a Alda por los aires. La chica salió disparada varios metros hacia atrás para caer en la arena.

Kevin vio que su compañera se había quedado inmóvil y temió que la violencia de aquella especie de explosión la hubiese dañado, además de hacerla volar sobre el desierto. Pero su propia vida también estaba en juego y, aunque hubiese querido acercarse a su Alda para comprobar si ella se encontraba bien, de lo que tenía que preocuparse en aquel momento era de intentar no acabar incluso peor él mismo.

Vio que Efreet daba ya la cacería por finalizada y se acercaba, ahora lentamente, con actitud amenazadora. El genio avanzaba despacio hacia él, sin prisas, al sentir que la victoria ya era suya y los ratones debían estar perdiendo las ganas de vivir.

En su desesperación, y sin pensar en lo que estaba haciendo, Kevin comenzó a arrojarle cosas al Djin, tratando quizás de impedir su avance o de retrasarlo, con la esperanza de que Alda se recuperase y se le ocurriese algo. Abrió la mochila y cogió lo primero que encontró en ella, los frutos del desierto. Ahí dentro había varias de las plantas que habían estado recogiendo durante el viaje para tener suficientes víveres con los que resistir a la travesía, y ahora eran estas bolas rellenas de líquido lo que le lanzaba al Djin. Nada servía, nada conseguía hacer que aquel engendro demoníaco se detuviese.

Trató de poner sus ideas en orden rápidamente y pensar en una solución más lógica. Sabía que Efreet era un ser de fuego y se le ocurrió que podía intentar apagar el fuego con agua. Sin embargo, no disponían de agua desde hacía ya bastantes días. Lo que sí que conservaba era la botella de plástico que ahora estaba rellena con el mismo líquido que extraían habitualmente de los frutos del desierto. Había comenzado a hacer esto un tiempo atrás porque le resultaba más sencillo beber de esta forma que teniendo que extraer el jugo de las plantas cada vez. En su cabeza, el líquido de aquellos cactus era en esencia igual que el agua y, por lo tanto, tendría las mismas posibilidades de apagar las llamas del Djin con aquel zumo que las que hubiese tenido arrojándole agua.

Con esta idea en mente, desenroscó el tapón de la botella, la asió bien con las dos manos y se dispuso a tirarle el contenido al genio. En ese momento vio que Efreet se detenía por un segundo y se alteraba la expresión de su rostro. ¿Había sido un pequeño atisbo de miedo lo que Kevin había detectado en el Djin o había sido solo su imaginación? Al ver la reacción de la criatura, llegó a pensar que su plan podía funcionar y quizá el Djin estaba asustado del agua. Así, con nueva decisión, hizo un rápido movimiento con los brazos cuando ya casi tenía al genio encima y arrojó sobre este todo el líquido.

Efreet se detuvo en seco. Los ojos de ambos se encontraron mirándose fijamente. Kevin observaba al Djin, buscando su reacción; y el genio, a su vez, le miraba a él con sorpresa.

Hubiese esperado algún gemido de dolor o tal vez que la criatura comenzase a fundirse o algo así, pero no pasó nada, absolutamente nada.

De pronto, el silencio fue roto por la sonora carcajada de Efreet, quien había comenzado a reírse con fuerza, sosteniéndose el estomago y arqueándose hacia delante y hacia atrás. No solo no había resultado herido, sino que además se estaba burlando de su fútil intento por detenerle.

—Buen intento —le dijo el Djin cuando finalmente hubo terminado de reírse—. Inútil, pero muy creativo. Sin embargo, el juego termina aquí.

Al pronunciar estas palabras, el fuego de aquel demonio se avivó con fuerza y perdió toda su forma humana para ser únicamente una bola de fuego. El calor era abrasador y Kevin se vio obligado a retroceder para no quemarse, a pesar de la distancia que todavía les separaba a ambos.

En ese instante, la bola de fuego se desplazó rápidamente hacia atrás, como si estuviese cogiendo carrerilla antes de estrellarse contra Kevin, o de atravesarle, si acaso era eso lo que pretendía. Después de volar varios metros en dirección contraria, se detuvo un breve instante, y finalmente empezó a acelerar de nuevo en dirección hacia su víctima.

Kevin sabía que todo estaba perdido. No podía evitar pensar que, en unos segundos, de su cuerpo solo quedarían un montón de brasas humeantes sobre la arena. Cerró los ojos y alzó los brazos, cubriéndose la cara para esperar el golpe.

SIGUIENTE