lunes, 4 de marzo de 2019

IV. PRISIONEROS DE LAS PROFUNDIDADES (4)



IV. PRISIONEROS DE LAS PROFUNDIDADES



4


No todo era malo, al menos en esta ocasión tenían los frutos con ellos, con lo que tenían comida y bebida para aguantar un tiempo. 

De todos modos, pensó Kevin, no es que aquellas personas pudieran serles de mucha más utilidad de la que ya lo habían sido. Aparte de ayudarles a conseguir víveres, no podían conseguir ninguna otra información de ellos. De modo que aunque aquello no hubiese ocurrido, hubiesen tenido que abandonar la caverna de los humanos de todas formas, para seguir explorando. Desde aquel punto de vista, incluso era posible que les hubiese venido bien aquella repentina separación. Seguro que si hubiesen vuelto con los humanos, se hubiesen acomodado y hubiesen tardado más tiempo en reanudar su búsqueda por la prisión. Era necesario que pensasen con optimismo, aunque, por la razón que fuese, pareciesen encontrarse en una interminable racha de mala suerte. 

Sin saber hacia dónde se dirigían, se pusieron a caminar. 

Era imposible hacerse una idea del paso del tiempo, posiblemente llevasen horas andando. Pero allí abajo no solo no tenían luz solar que les indicase el ciclo de día y noche, tampoco tenían ningún sistema de encendido de luces como en la ciudad Djin. La situación era siempre la misma, no había ningún cambio más allá de la propia configuración del laberinto. 

Pasaron por diversas cavernas y túneles, todos idénticos entre sí, sin volver a encontrar el lugar donde se reunían los humanos, ni tampoco la cueva donde crecía el árbol. Todo a su alrededor era monótono y vacío, sin vida, sin señales de que hubiese nada más allí abajo, aparte de lo que ya habían visto. 

Un nuevo temblor de tierra sacudió las paredes subterráneas de la prisión. Aunque esta vez no tuvieron que salir corriendo, porque el movimiento empezó mientras ellos estaban descansando, fuera de peligro, en una de las estancias. 

Ya estaban empezando a acostumbrarse a estos cambios frecuentes. Un pasaje desaparecía y se creaba otro que sustituía al anterior, solo que aparecía en un lugar distinto. Entradas y salidas se generaban y se destruían frente a sus ojos, con toda naturalidad. Pero esta última vez hubo algo distinto. El túnel que se creó junto a ellos desprendía una inusual y potente luz que desentonaba con la oscuridad y el reflejo de las llamas al que estaban acostumbrados. 

Kevin hizo memoria y recordó que ya habían visto un atisbo de aquel brillante lugar con anterioridad. La primera vez que habían comprobado en sus propias carnes la disposición cambiante de la prisión, cuando habían descubierto que cualquier túnel podía enterrarse en cualquier momento, también habían visto una luz semejante, pero, como en aquella ocasión habían tenido que escapar de la arena, nunca habían podido comprobar de qué se trataba. 

Esta vez no se demoraron, no querían que les pasase otra vez lo mismo y no pudiesen llegar a tiempo hasta la caverna brillante. Rápidamente, abandonaron su posición, ya que se encontraban todavía sentados, descansando, y se adentraron en el recién creado pasaje. 

A medida que iban avanzando por el pasadizo, la luz se hacía cada vez más intensa, siendo difícil continuar mirando hacia delante después de haber pasado tanto tiempo prácticamente a oscuras. Pero aquel pequeño inconveniente no les detuvo. Poco a poco sus ojos se adaptaron a la iluminación, justo cuando alcanzaron el final del túnel y fueron a parar a la estancia en que este desembocaba. 

Lo que encontraron en aquel lugar fue una habitación de características similares a las que había en la ciudad de los Djin. Era un espacio rectangular, muy amplio, con el techo alto, el mismo sistema eléctrico que poseía la ciudad, y con un pedestal en el medio de la sala. 

Kevin continuó hacia delante, acercándose al centro de la estancia, convencido de que aquella habitación debía tener alguna función. No podía ser que un sitio así estuviese en el medio de la nada sin un motivo específico. Aquel lugar no estaba hecho para los humanos que moraban los túneles subterráneos, era algo creado para que lo utilizase un Djin. 

Repartidas por la sala, pudo observar diversas de las mismas comodidades que utilizaban los seres que vivían por encima de ellos. Había una de aquellas bañeras rellenas de liquido transparente que no era agua, había una cama, una pila de lujosas prendas amontonadas y un ornamento decorado con piedras preciosas sobre el pedestal central. Definitivamente, aquel sitio estaba completamente fuera de lugar en una prisión donde se arrojaba a la gente para olvidarse de ellos. Quizás su pensamiento inicial al aterrizar en el laberinto había sido incorrecto y sí que hubiese guardias después de todo. Era posible que aquel fuese el cuarto que usase uno de esos guardias para vigilar a los prisioneros. 

Esta última idea parecía ser la más lógica, y Kevin pensó que, si estaba en lo cierto, no creía que fuese muy sensato permanecer allí por más tiempo, arriesgándose que a algún Djin malhumorado se tropezase con ellos. Lo mejor, por lo tanto, sería abandonar la estancia mientras todavía pudiesen. 

—Alda, creo que será mejor que nos vayamos de aquí. Este podría ser el cuarto del guardia o algo así —dijo Kevin. 

—Sí, puede que tengas razón. Este lugar puede ser peligroso. Y de todas formas, no parece que haya nada que podamos utilizar. 

Se disponían a abandonar la habitación cuando volvieron a ser sorprendidos por un temblor. Habiendo notado con tiempo que el túnel por el que habían entrado estaba a punto de venirse abajo, no se adentraron en el pasaje, para no tomar riesgos innecesarios, pese a que tal vez les hubiese dado tiempo a pasar corriendo. Como de todas maneras no tenían ninguna razón concreta para ir al mismo sitio del que venían y no a otro distinto, pensaron que sería mejor esperar unos segundos a que hubiese terminado de cambiar la configuración de los túneles. Desgraciadamente, no se dieron cuenta de su error hasta que fue demasiado tarde.

Por lo general, cuando un túnel desaparecía, siempre lo sustituía otro. Pero no en esta ocasión, porque no se encontraban en una caverna cualquiera, sino en una habitación cubierta de rígidas paredes. Solo había un pequeño orificio en un extremo de la sala por donde entrar, el mismo sitio por donde habían llegado ellos. 

Cuando todo terminó, se habían quedado encerrados allí dentro. La única prueba de que alguna vez hubo una entrada a la habitación era un espacio donde la pared se interrumpía brevemente dejando ver una zona rectangular de color tierra. No iban a tener más remedio que permanecer en aquella sala más tiempo del que habían previsto. Al menos, Kevin estaba convencido de que la gruta volvería a abrirse eventualmente. Después de todo, que ellos supiesen, el pasaje ya se había abierto al menos dos veces desde que habían llegado a la prisión, la vez en que solo habían podido ver la luz proveniente de la estancia, y en esta ocasión en que habían accedido al interior. 

Después de haber sido víctima de tantos accidentes desafortunados, una cosa más ya no le parecía nada del otro mundo. Simplemente se encogió de hombros y se dirigió hacia el extremo donde estaba la cama, para, por lo menos, ya que están allí y no podían hacer nada para evitarlo, poder descansar adecuadamente un rato. Alda tuvo una idea parecida a la de él, solo que quizás algo más práctica. 

—¿Te importa si me doy un baño? —le preguntó ella. 

Kevin era consciente de que no mucho tiempo antes la Fane hubiese actuado directamente, sin tener en cuenta su opinión o que él pudiese sentirse incomodo. El simple hecho de que la chica le preguntase, era todo un avance en su relación. Notaba que su compañera se estaba esforzando por no imponer sus costumbres o su modo de vida, por lo tanto a él no le parecía justo hacer lo mismo y estar imponiéndole a ella las suyas. 

Consideró que estaban en una situación que no era ordinaria y, como tal, tenían que aprovechar cada momento que pudiesen para hacer cosas tan simples como asearse, porque quién podría saber cuándo volvería a surgir una ocasión como aquella. Ambos eran adultos y no sería la primera vez que viese el cuerpo desnudo de la chica. Era cierto que la encontraba físicamente atractiva, pero ello no significaba que fuese incapaz de controlar sus impulsos. Si se sentía avergonzado, el problema era solo de él y por lo tanto no era quién para negarle el baño a la Fane. Simplemente miraría hacia otro lado mientras tanto. 

—Adelante, no te preocupes por mí. No miraré —le prometió a la Fane, aunque sabía que a ella no le importaba que la observasen. 

—Gracias. No quería volver a ponerte en una situación incómoda —explicó ella—. Mientras me encontraba en la ciudad Djin, descubrí que este fluido tenía propiedades curativas. Creo que si permanezco un rato en el interior desaparecerán todas las heridas y rasguños de la caída. 

—Tienes razón. No sé cómo no se me había ocurrido. 

—Tal vez deberías bañarte tu también cuando yo hay acabado. Sería bueno para ti, especialmente por la herida de tu cabeza—le sugirió ella—. Si no quieres esperar, la bañera es grande, podríamos bañarnos a la vez. 

Al final, la Fane había conseguido sacarle los colores una vez más. Kevin declinó amablemente el ofrecimiento de la chica y le dijo que mejor esperaría a que ella hubiese terminado. 

De modo que, mientras la chica se desvestía, él cambio su posición en la cama para mirar en la dirección contraria a la que se encontraba su compañera. 

La habitación estaba completamente en silencio, sin nadie más que ellos dos allí dentro. Era una estancia sellada, por lo que cualquier mínimo ruido parecía intensificarse enormemente. Pudo oír el sonido de las prendas de Alda al caer sobre el suelo, de igual modo que se percató del momento en que ella se introdujo en el interior de la bañera. Escuchó el movimiento de la superficie del líquido al hacer espacio para el cuerpo de la chica y… por alguna razón, se estaba poniendo muy nervioso. 

No sabía hacia dónde mirar y tampoco había nada allí dentro que le mantuviese entretenido. Se concentró en la pared de delante, viendo cómo fluía por el interior de los conductos de la superficie la sangre luminiscente de los Djin. Su nuevo foco de atención solo empeoró su estado de ansiedad, porque inmediatamente recordó de dónde procedía aquella sangre y los horrores de la habitación cerrada de la ciudad Djin. 

Rápidamente, buscó otra cosa que le distrajese. Detuvo su mirada sobre el objeto decorativo que se hallaba sobre el pedestal del centro de la sala. Era una especie de vasija dorada con engarces de rubíes y esmeraldas. Se quedó contemplando la vasija, la perfección de sus formas y el brillo que desprendía al reflejarse la luz en las paredes de la misma. Desde luego, era un objeto digno de un rey, al menos en su mundo. Quizás para los Djin fuese poco más que una baratija. Entonces una idea pasó por su cabeza: ¿Y si se lo llevaban? 

No era seguro que consiguiesen escapar de la prisión. De hecho, en aquel momento las posibilidades de que aquello ocurriese eran muy bajas, por no decir nulas. Pero si lo lograban, después de todo lo que aquellos seres le habían hecho pasar, le pareció que era justo que obtuviese algo a cambio, por todas las molestias. 

El artefacto realmente había conseguido cautivar su atención y distraerle. Kevin se levantó y se aproximó hasta el pedestal, para estudiar la vasija con más atención. Vio que el objeto era completamente simétrico por todos sus lados, sin que se notase ni un solo defecto. Era liso y estaba perfectamente pulido. La vasija era ancha en su base, como del tamaño de un puño y estrecha en la parte superior, de modo que estaba prácticamente cerrada del todo. Pensó que, a nivel funcional, probablemente no serviría ni de florero. Pero aquella no era la razón por la que le interesaba, más bien estaba pensando en la pequeña fortuna que podría ganar vendiéndola. 

Notó que alguien le tocaba en el hombro. Había estado tan absorto con sus maquinaciones que no se había dado cuenta de que Alda había salido de la bañera y se había acercado hasta él. 

—He terminado. Es tu turno —le dijo la Fane a su espalda. 

Por un instante, estuvo convencido de que cuando se girase se iba a encontrar con que la chica todavía no se había vestido, pero no tardó en ver que se había equivocado. Todavía respetando su sentido del pudor, antes de aproximarse hasta él, Alda se había vestido de nuevo. Kevin recordó que con aquel fluido uno no necesitaba secarse después del baño, lo que constituía otra gran ventaja de la misteriosa sustancia. 

—Muy bien, ya voy —le dijo a la chica—. ¿Te importaría no mirar mientras me desvisto? 

—Ningún problema. 

Kevin se acercó hasta la bañera, se quitó la ropa, y se introdujo en el interior, dejando su cuerpo cubierto por aquel líquido. El baño le hacía sentirse completamente relajado, debía formar parte de los efectos de aquella sustancia. Sin embargo, no quería que aquello se demorase demasiado, por si el túnel se abría de nuevo de improvisto y tenían que abandonar la habitación. Se encontraba recostado, de modo que la única parte que no tenía sumergida era la cabeza, y el cansancio estaba pudiendo definitivamente con él, se dio cuenta de esto y luchó con todas sus fuerzas por no dormirse. Miró en dirección hacia Alda, quien parecía estar estudiando también la vasija decorativa. Seguro que si le proponía a la chica llevarse aquel objeto, ella no pondría ninguna objeción. Decidió hablar un poco con la Fane, para engañar a su cuerpo y no dejarse llevar por el agotamiento. 

—He pensado que podríamos llevarnos la vasija —le dijo a Alda, sin moverse de la bañera. 

—No sé si es buena idea coger nada que pertenezca a los Djin. 

—Aunque se diesen cuenta, ¿qué iban a hacer, arrojarnos a otra prisión más profunda? 

—No, pero igual deciden que vivos somos una molestia demasiado grande, y deciden hacer algo para remediarlo. 

—Les interesa demasiado averiguar para qué sirve la flauta, no creo que nos tocasen un solo pelo. 

—No lo sé, me parece que son bastante inestables. No creo que sea sensato confiar en ellos con nada. 

—Yo creo que, si esperan sacar provecho de la situación, harán cualquier cosa que esté en su poder para conseguirlo. En ese sentido diría que son completamente fiables. Quiero decir que, si están lo suficientemente desesperados, no pienso que vayan a actuar de forma impulsiva y matarnos. Si lo hiciesen, no obtendrían la información que quieren. 

—Estás asumiendo demasiadas cosas sobre una especie a la que apenas conoces. 

—En absoluto. De hecho, si no fuese por uno de ellos, nunca hubiese conseguido el antídoto y los dos seguiríamos envenenados y sin acordarnos el uno del otro. Es verdad que lo único que quería Efreet era su libertad, pero… 

La conversación se interrumpió repentinamente con la aparición de una gran nube de humo en el centro de la habitación, justo en frente de donde permanecía de pie la Fane. Cuando Alda se dio cuenta de lo que pasaba, inmediatamente dio un salto hacia atrás y se reunió con Kevin en el otro extremo de la sala. 

Sin demorarse, a la espera de alguna otra calamidad, Kevin había actuado instintivamente, abandonando la bañera, y había comenzando a vestirse. 

Mientras todo aquello ocurría, no tenían ningún sitio donde esconderse, no podían hacer nada más que contemplar la escena y esperar una resolución para aquel misterioso fenómeno. La nube de humo se iba haciendo cada vez más grande y densa, concentrándose en el mismo punto sobre el techo de la sala. Era como si aquello estuviese saliendo del interior del ornamento que habían estado contemplando. La vasija se agitaba y vibraba, al mismo tiempo que era ocultada por el humo. 

Kevin pensó que quizás la habitación era algún tipo de trampa maquiavélica después de todo y, sin querer, habían accionado el mecanismo que la ponía en marcha. Supuso que aquellos vapores serían tóxicos y acabarían por asfixiarles. Pero entonces el humo dejó de expandirse y empezó a hacer lo contrario, se fundía y se condensaba cobrando forma, la forma de una persona.

SIGUIENTE