lunes, 27 de abril de 2020

VII. LA REVELACIÓN (4)



VII. LA REVELACIÓN



4


Avanzaron dando grandes y veloces zancadas, alejándose, hasta que, gracias a la densidad de la vegetación y la proximidad de los troncos de los árboles, perdieron de vista las aguas del lago. Solo entonces, Kevin permitió que su cuerpo descansase por fin. Se dejó caer en el suelo y reprimió las ganas de besar la tierra, solo para quedarse tumbado, mirando hacia la oscuridad del cielo, cubierto de frondosas ramas verdes, solo visibles gracias al brillo de los insectos que poblaban el bosque. Su amiga, que también debía estar bastante cansada, le imitó y se tumbó a su lado. 

A pesar de que el peligro había pasado, Kevin no tenía intención de permanecer mucho rato así, estaba agotado y le estaba entrando sueño. Lo único que quería hacer en aquel instante era regresar hasta la casa de la aldea y tumbarse en la cama a dormir. Pensó que deberían ponerse en camino cuanto antes. Habían pasado toda la noche yendo de un lado a otro, primero persiguiendo al mono, después navegando en la barca y, más recientemente, atrapados en las aguas del lago. Así pues, no tardaría en amanecer. 

—¡Kevin, levántate! —le gritó Alda, alarmada, mientras ella misma se ponía en pie de un salto. 

Él hizo caso a la chica y se alzó inmediatamente. Iba a preguntarle qué era lo que pasaba, a qué se debía la conmoción, pero no tuvo necesidad de hacerlo. Pudo escuchar un sonido en la lejanía, algo se estaba moviendo a gran velocidad hacia ellos. Fuese lo que fuese, armaba un gran escándalo al avanzar, parecía que incluso iba chocándose con los árboles, de la desesperación con la que caminaba. Solo que no caminaba, el sonido era más parecido a un trote. Entonces, Kevin recordó que Kelpie le había dicho que tenía la habilidad de cambiar de forma, entre una acuática y una terrestre. Al instante, supo que la criatura que estaba yendo en su dirección era el caballo de agua, al que creían haber dado esquinazo en el lago. El monstruo estaba claramente furioso, y les había seguido el rastro por tierra. 

—Deprisa, tenemos que salir de aquí —le dijo a la chica, antes de salir corriendo de nuevo. 

Los dos comenzaron a huir de la criatura que les perseguía, intentando avanzar con rapidez, esquivando todos los obstáculos del camino. Pero el monstruo no se daba por vencido y les estaba dando alcance rápidamente. Kevin veía pasar los troncos de los árboles y los evitaba en el último instante, rozándose contra ellos. Giraba la cabeza para comprobar que Alda todavía siguiese allí y no hubiese tomado otro camino. Escuchaba el sonido de sus pisadas, de las pisadas de su compañera, y también de los pasos del caballo por detrás de ellos. Era una carrera frenética, sin tiempo para pensar ni para tomar aliento, no sabía hacia dónde estaba yendo, solo sabía que tenía que continuar e intentar dar esquinazo al monstruo. 

De repente, se golpeó fuertemente en la frente, y debido a la velocidad que llevaba, se paró en seco, cayendo hacia atrás por el golpe y aterrizando de espaldas en el suelo. La responsable del accidente había sido una rama a baja altura, que Kevin no había logrado ver a tiempo. 

Alda se detuvo también, al comprobar que él se había caído. La chica se inclinó y le dio la mano para ayudarle a levantarse. Gracias a ella, Kevin pudo ponerse en pie sin mucho esfuerzo, aunque sintiéndose extremadamente mareado. De algún modo, cada vez que se caía acababa golpeándose la cabeza, lo cual no podía ser bueno. 

Salieron corriendo una vez más, pero en esta ocasión a Kevin le costaba mantener el ritmo. Además, el caballo ya casi les había alcanzado. Cada vez que se giraba (algo que intentaba no hacer demasiado para no volver a chocarse con nada), podía ver al animal que les perseguía. Hasta que, de pronto, escuchó un relincho por detrás, justo al mismo tiempo que dejaron de oírse las pisadas del caballo. 

Kevin se dio la vuelta y vio, con alivio, que ya no tenían de qué preocuparse, estaban a salvo. El descomunal tamaño del animal había sido su perdición, debido a ello había acabado encajando entre un grupo de árboles. Ahora la criatura no era capaz de moverse en ninguna dirección, se removía y emitía sonidos furiosos, pero eso era todo lo que podía hacer. En vista de aquello, le pidió a Alda que dejase de correr y ambos se detuvieron. Por fin podían recuperar el aliento. 

No parecía que el caballo de agua fuese a poder liberarse pronto de aquella trampa por sí solo. No obstante, decidieron que lo más sensato sería abandonar el lugar cuanto antes, por si acaso. La chica le indicó que estaban bastante cerca del puente que daba acceso al poblado, con lo que no tardarían en estar de regreso. Kevin estaba deseando llegar a la casa. En su opinión, ya había tenido demasiadas emociones en una sola noche. 

Dio un vistazo al animal por una última vez, asombrado de que fuese la misma criatura del lago. Ahora el caballo ya no tenía aletas sino unas robustas patas, aptas para correr, su cuello era más corto, lo que mejoraba su equilibrio, y su cuerpo parecía algo más delgado. Vio que el animal estaba nervioso, y cuanto más se agitaba su cuerpo adquiría un tono más brillante, debido a que estaba sudando. 

A pesar de que había intentado comérselos, ahora que aquella criatura había quedado atrapada e indefensa, Kevin no pudo evitar sentir algo de lastima. Después de todo, el animal había actuado únicamente por instinto, y sabía por experiencia que los caballos de agua podían llegar a ser más que unos monstruos agresivos. De cualquier forma, liberarlo estaba fuera de discusión, ya que de hacerlo, la bestia no dudaría en abalanzarse sobre ellos al instante. Pero confiaba en que, gracias a su fuerza, el caballo lograría salir de allí tarde o temprano y regresar hasta el lago por sí mismo. 

Kevin se dio la vuelta, dispuesto a seguir a Alda hasta el poblado, pero antes de dar un solo paso, se le ocurrió una idea. Aquella era una gran oportunidad y sería una tontería desaprovecharla. Le pidió a su compañera que se esperase un momento, manteniendo las distancias, mientras él se acercaba hasta el caballo de agua. 

Al llegar a la altura del animal, comprobó que lo que le había contado la anciana Sídhe era verdad. El sudor de aquel ser era una especie de polvo brillante, esta sustancia le recubría todo el cuerpo, acumulándose en grandes cantidades, debido a la situación en que se encontraba. Sin pensárselo dos veces, Kevin abrió la mochila y extrajo la botella de agua que había comprado en Escocia. Pensó en lo tremendamente útiles que habían resultado ser esos recipientes, en uno tenía atrapado a un genio, y este otro lo iba a rellenar con un material de gran valor. Vació el agua que todavía contenía la botella y después la puso sobre la piel del animal, mientras, ayudándose con la mano, arrastraba todo el polvo hasta la apertura. Llenó por completo el recipiente, después se lo guardó de nuevo y regresó junto a Alda. 

La chica le preguntó el motivo de lo que había hecho y él le explicó que quizás pudiese usar aquella sustancia en un futuro para algo. Aunque en aquel momento no supiese para qué, sí que tenía claro que el material transparente que se conseguía calentando ese polvillo tenía muchas posibles aplicaciones. 

Un rato después, estaban cruzando el puente y entrando en la aldea, al mismo tiempo que el horizonte comenzaba a iluminarse con el reflejo de los rayos del sol. Estaba a punto de amanecer. 

Cuando alcanzaron el otro extremo del barranco, y antes de encontrar las primeras casas, una Sídhe pasó por delante de ellos y se les quedó mirando extrañada. Kevin supuso que aquella reacción se debía a que los habitantes de la aldea no estaban acostumbrados a ver a Alda a esas horas. 

Se trataba de un hombre, como cabría esperar, y su mirada no se detuvo ni por un instante en Kevin, a pesar de la curiosidad que la gente había sentido por él la primera vez que entró en el poblado. Al parecer, su presencia allí ya no era una novedad y habían perdido el interés en él. Sin embargo, el caso no parecía ser el mismo con la Fane. De hecho, la Sídhe no apartaba los ojos de la chica. Una simple mirada no hubiese sido gran cosa, hubiese sido molesta, pero lo habrían evitado continuando su camino. El problema era que aquella persona se había colocado en mitad del camino, mientras continuaba fijándose en Alda, y no se apartaba para dejarles pasar. 

—Disculpa —le dijo Kevin al hombre que les bloqueaba el paso—. ¿Podrías retirarte a un lado? Vamos en esa dirección. 

Pero la Sídhe no parecía darse por aludida. Pese a que había intentado hablarle con amabilidad, el hombre había ignorado a Kevin por completo. Cuando aquella persona habló, no fue para responderle, sino que sus palabras se dirigieron hacia la Fane. 

—Alda —dijo la Sídhe, con los ojos clavados en los de la chica—. Tu presencia por aquí es toda una sorpresa. Creía que no debías estar en el exterior a estas horas. 

—Es cierto, Aengus —respondió ella con calma—. Por lo general, en estos momentos me encontraría en casa. Pero tuvimos un pequeño problema en el bosque y no hemos podido regresar hasta ahora. 

—Nada grave espero. 

—No, simplemente perdimos la noción del tiempo. 

—Comprendo. Esas cosas pasan a veces —reconoció el hombre—. Aunque me extraña verte en compañía de un macho. No parece muy justo que nosotras no podamos pasar tiempo con la madre y este humano sí que pueda. 

—Lo estás entendiendo mal… —se excusó la chica. 

—No me interpretes mal. Todas apreciamos la vista del portador del viento de Kalen. Pero empiezan a haber comentarios. 

—¿Qué clase de comentarios? 

—Ya sabes, a la gente le gusta hablar, y probablemente no haya fundamento en lo que se escucha por el poblado. Pero es cierto que resulta bastante sospechoso que pases tanto tiempo con este humano. 

—¿Es que no puedo? —preguntó Alda, con un tono de voz que dejaba entrever que estaba empezando a perder la paciencia—. Es mi amigo y se marchará en breve. Es perfectamente natural que quiera permanecer con él todo el tiempo que dure su visita. 

—A mi no me tienes que convencer. Entiendo lo que quieres decir. Son las demás Sídhe las que están preocupadas. Creen que te vas a marchar junto con el humano y no vas a cumplir tu promesa. 

—Se equivocan. 

—Lo sé, lo sé. Ya les he estado diciendo que no faltarías a tu palabra. 

—Muy amable por tu parte. Ahora, te gradecería que nos dejaras continuar. Estoy agotada y me gustaría descansar. 

—Claro. Adelante, pasa —dijo la Sídhe, apartándose a un lado. 

Al tener vía libre, finalmente pudieron seguir hacia delante. Caminaron evitando mirar al hombre, quien, pese haberse apartado para dejarles pasar, seguía con la vista fija en Alda. Pasaron junto a Aengus, y al llegar hasta su posición, Kevin escuchó que le susurraba algo a su compañera. 

—No te imaginas cuánto deseo probar tu sabor —le dijo el hombre a Alda, en voz baja. 

Aquel mensaje iba dedicado solo a la Fane, y Kevin no pensaba que la Sídhe hubiese querido que él lo escuchase. Pero lo había hecho, y al oír semejantes palabras dirigidas hacia su amiga, hizo que le entrase un súbito arrebato de furia incontrolable, haciendo que su cuerpo actuase involuntariamente. Se acercó rápidamente hasta Aengus y le empujó violentamente contra un árbol, presionándolo contra el tronco mientras lo mantenía en aquella posición ayudándose del brazo derecho, que había colocado sobre su cuello. Esta vez la Sídhe sí que le estaba prestando atención, había dejado de mirar a su compañera y ahora sus ojos estaban posados en él, con expresión de sorpresa. 

Kevin podía escuchar la voz de Alda, tras él, suplicándole que parase. Nunca había sido una persona agresiva, sino más bien todo lo contrario, era alguien tranquilo a quien resultaba muy difícil hacer perder los papeles. Pero en esta ocasión, no era capaz de controlarse, no dejaba de ejercer cada vez más presión sobre el cuello de aquel hombre. Vio que la Sídhe movía la boca, intentando decir algo, pero debido a la posición en que estaban, no era capaz de emitir sonido alguno. Kevin se dio cuenta de que se estaba excediendo, que aquella conducta no era propia de él, y entonces retiró el brazo, dejando libre a Aengus. 

El hombre se excusó por su conducta y se alejó corriendo de allí. A Kevin, la disculpa de la Sídhe no le había parecido demasiado sincera, sino que pensó que había dicho esas palabras solo para no volver a ser atacado. De cualquier modo, incluso aunque no les hubiese dicho nada antes de irse, no tenía intención de hacerle nada más. Lo cierto es que se sentía avergonzado de sí mismo, por la reacción que había tenido. Era cierto que el tal Aengus no había sido muy educado, y sus palabras hacia Alda le habían parecido ofensivas, pero eso no le daba derecho a resolverlo usando la fuerza. Ni siquiera pertenecía a ese mundo, y haciendo cosas como aquella no estaba dejando en muy buena posición a los seres humanos. 

No quería ni mirar a Alda a la cara, por miedo a lo que pudiese encontrar en ella. Pensó que su amiga estaría decepcionada con él. Aunque había actuado defendiéndola, sabía que se había extralimitado. 

No comprendía por qué motivo había hecho aquello. Simplemente, al escuchar las palabras de Aengus, le había venido a la cabeza toda la conversación con Alda en la barca. Después de toda la aventura de la noche, por un instante había conseguido olvidar la promesa que la Fane les había hecho a aquellas personas. Pero la Sídhe se lo había recordado de golpe, y en consecuencia, se había dejado llevar por todas las emociones que había estado reprimiendo. Le hubiese querido preguntar a Alda cómo era posible que dejase que le hablasen así, cómo estaba dispuesta a hacerles ningún favor a seres como aquellos. Pero no le dijo nada, solo continuó caminando en silencio hasta la casa de la chica. 

Cuando llegaron, fue derecho hasta la cama, se descolgó la mochila y se tumbó a dormir.

SIGUIENTE

lunes, 20 de abril de 2020

VII. LA REVELACIÓN (3)



VII. LA REVELACIÓN



3


La luna salvaje se encontraba a escasos metros de Kevin, enganchada entre los dientes de la criatura, colgando al alcance de su mano. Solo tenía que extender el brazo y cogerla, pero no podía hacerlo, ya que ello supondría dejar de poner los dedos en los agujeros de la flauta y por lo tanto hacer que el sonido parase. Se daba cuenta de que aquella era una oportunidad única, tal vez no pudiesen volver a estar tan cerca del colgante en otro momento. Su única opción era pedírselo a Alda, tendría que ser ella la que se acercase a las fauces de la bestia e intentase recuperar el objeto. 

El único problema estaba en que Alda seguía tumbada en el agua, con los ojos cerrados, ajena a todo lo que ocurría. La chica había conseguido desconectar hasta el punto en que no se había percatado de que el peligro había pasado. A Kevin aquella idea le resultó algo perturbadora, pensando que, de aquel modo, su compañera estaba completamente vulnerable. Si él no hubiese conseguido calmar a la bestia, y esta hubiese atacado, Alda no la hubiese visto venir. Ella había elegido intentar salvarle a él, por encima de su propio bienestar. Eso le incomodaba, si le hubiese ocurrido algo a Alda, por querer poner la seguridad de él primero, nunca hubiese podido perdonárselo a sí mismo. 

De cualquier modo, si quería llevar a cabo su plan, iba a tener que acercarse a la chica, sin dejar de tocar la flauta mientras tanto. No podía usar los brazos, de forma que se tendría que impulsar únicamente con los pies. 

Arqueó la espalda hacia atrás, dejando la cabeza y las manos fuera del agua, libres para continuar moviéndose con libertad, y comenzó a patalear con fuerza. Fue moviéndose rápidamente hasta donde estaba Alda, sin que los sonidos que producía se viesen interrumpidos. Se fijó en que el monstruo todavía estaba paralizado, a pesar del ruido y el movimiento del agua, el efecto hipnótico que tenía el instrumento seguía actuando del mismo modo. Al ir nadando hacia atrás, no calculó bien la distancia que le separaba de su compañera y acabó estrellándose contra ella, momento en que Alda reaccionó, abriendo los ojos de golpe y retomando una posición más vertical. 

Vio que la chica parecía algo sorprendida al principio, quizás porque no se esperaba que la situación se calmase de nuevo. Después, lo siguiente que hizo fue disculparse por cualquier visión que le hubiese provocado. 

Kevin obvió aquello, no necesitaba que le pidiesen perdón, sabía que Alda no había podido controlar lo que había pasado, y por lo tanto no podía echárselo en cara. Lo que quería era que ella se diese cuenta de la oportunidad que se les había presentado. Para ello, comenzó a darle codazos en el brazo con suavidad, para llamar su atención, además de hacerle gestos con la cabeza, en un intento de señalarle la posición del monstruo. 

—¿Qué quieres decir? —preguntaba ella, sin conseguir entender sus gestos—. ¿Qué aprovechemos para huir ahora que está distraído? 

Ella todavía no había entendido lo que le estaba pidiendo. Kevin rotó la cabeza de un lado a otro, en gesto de negación, para que su amiga viese que lo que pretendía era algo distinto. Alda le miró atentamente y después miró en dirección al caballo de agua, el cual tenía la cabeza baja, a la altura del agua. Estaba claro que ella estaba haciendo un esfuerzo por averiguar las intenciones de Kevin, pero no terminaba de lograrlo. La situación era extremadamente frustrante para él, intentado explicarse por gestos, pero sin poder usar nada más que los codos y la cabeza, mientras seguía tocando notas en la flauta para que el monstruo no se moviese de su sitio. 

Finalmente, Kevin pensó que podría hacer que la Fane lo entendiese si ella veía lo que quería decirle desde una posición más cercana al caballo. Se puso detrás de la chica e intentó empujarla hacia delante, entonces ella se dio cuenta de que lo que le estaba pidiendo es que fuese con él hasta la cabeza del monstruo. 

Cuando llegaron hasta allí, Alda descubrió finalmente qué era lo que Kevin había estado intentando decirle todo el rato, aunque no parecía muy entusiasmada con el plan. 

—¿Quieres que meta mi mano entre sus dientes para recuperar la luna salvaje? —preguntó ella. 

Kevin asintió con la cabeza. 

—No creo que eso sea muy buena idea. Deberíamos estar buscando la manera de salvarnos y regresar a tierra ahora que podemos. Soy consciente de lo importante que es la luna salvaje para las Sídhe, pero no creo que lo sea tanto como para morir por ello. 

Pero Kevin no estaba dispuesto a irse sin el colgante, no ahora que estaban tan cerca. Frunció el ceño, dándole a entender a la Fane que no iba a irse sin lo que habían venido a buscar. En vista de su testarudez, la chica acabó por ceder, pero le pidió que estuviese atento a cualquier señal de que el monstruo fuese a hacer algo, por si tenían que retroceder. 

Kevin vio que Alda extendía el brazo lentamente hacia las fauces del caballo. La criatura no reaccionó mientras tanto, no se movió ni un milímetro. Eso hizo que la chica ganase algo de confianza y actuase con más de seguridad. Alda alcanzó el colgante y tiró de él, intentando desengancharlo de los dientes, pero no pudo hacerlo, estaba completamente atascado. Entonces probó usando las dos manos a la vez, sujetando la perla, mientras levantaba la cadena al mismo tiempo. Dio un nuevo tirón, pero lo hizo demasiado fuerte, y eso hizo que el monstruo se moviese. No fue mucho, pero lo justo como para tener que detenerse inmediatamente, por si la bestia salía de sus estado hipnótico. Pasados unos segundos, vieron que podían seguir con lo que estaban haciendo sin problemas, el animal continuaba igual de tranquilo. La Fane manipuló un poco más el colgante y finalmente consiguió liberarlo y llevárselo consigo. 

Lo habían conseguido, después de toda la persecución nocturna por el bosque y la travesía en barco, la luna salvaje volvía a estar a salvo. La chica puso el colgante dentro de la mochila de Kevin, para no volver a perderlo de forma accidental. Ahora solo quedaba solucionar su otro problema. Tenían que salir de allí, llegar hasta la orilla y poner distancia entre ellos y el caballo de agua. 

Si el caballo permanecía inmóvil, podrían nadar hacia la salida del lago sin problemas, a pesar de la distancia. Les llevaría tiempo, pero al final alcanzarían la orilla. El problema era que Kevin no creía ser capaz de nadar tanta distancia sin poder usar nada más que sus piernas, cuando estaba ya en los límites de su resistencia. Soplar constantemente por la flauta, mientras luchaba por mantenerse a flote, era agotador. Iba a tener que parar a tomar aire pronto, pero si lo hacía, el monstruo volvería a agitarse y sería de nuevo una amenaza. 

Otra opción era que se fuese solo Alda, ya que ella no tendría problemas en llegar hasta el exterior, mientras él distraía a la bestia. Sabía que la chica se manejaba bien en el agua, con lo que además suponía que sería bastante rápida en salir. Después, su compañera podría buscar una nueva embarcación y regresar a rescatarle. Pero, pensándolo mejor, ese plan tenía muchísimos inconvenientes. Por deprisa que fuese la Fane, no llegaría antes de que a él se le acabasen las fuerzas. Además, tampoco podían estar seguros de que hubiese otra barca en la zona. Y lo que era más importante, era absolutamente imposible que pudiese comunicarle a la chica un plan tan complejo sin hablar. Tendría que pensar en otra cosa. 

Kevin se quedó mirando al monstruo. Si no fuese por culpa de aquella criatura, no tendrían ningún problema para salir del agua, pero aquella cosa enorme estaba en su camino. 

Entonces se le ocurrió una idea algo disparatada. El animal era efectivamente muy grande, lo suficiente como para cargar con dos personas sobre su lomo, el cual tenía por encima de la superficie del agua en aquel instante. Además, dada su posición, les resultaría bastante sencillo encaramarse al cuerpo de la bestia si subían por un lateral. Una vez arriba, siempre y cuando aquella molestia no hiciese que el caballo saliese de su trance, podría, al menos, descansar las piernas, las cuales se le estaban empezando a quedar entumecidas y ya le dolían, debido al incesante movimiento que tenía que hacer para no sumergirse. Con algo de reposo, quizás consiguiese acumular bastantes fuerzas para poder nadar a la orilla sin tener que pararse por el camino. 

Una vez más, Kevin tuvo que explicarle a su amiga lo que quería hacer por medio de gestos. Al igual que había hecho antes, la empujó hasta el lugar preciso y después le señaló con la cabeza la parte superior del lomo del caballo de agua. Ella comprendió lo que le estaba pidiendo con más rapidez que la ultima vez, e inmediatamente se apoyó en el animal para darse impulso y trepar sobre él. Sin apenas esfuerzo, Alda consiguió montarse sobre la criatura, la cual ni siquiera se inmutó. 

A continuación era el turno de Kevin. Fue entonces cuando reparó en el error de cálculo que había cometido. ¿Cómo pretendía subir por el costado del monstruo sin usar las manos? Maldijo para sí mismo, al darse cuenta de que aquella tarea era absolutamente imposible de realizar. Alda vio también el problema que tenía y entonces volvió a bajar hasta el agua. 

La única solución era volver a trastear con la intensidad de las notas de la flauta. Kevin no podía cambiar el tono, para que el monstruo no se volviese agresivo. Sabía que con un volumen bajo la criatura se quedaba paralizada. Con una intensidad normal había estado confusa, olfateando alrededor y mirándolo todo. Así pues, todavía podía probar a ver qué ocurría si soplaba el instrumento con fuerza. 

Como pudo, Kevin le indicó a Alda que se apartase, por lo que pudiese pasar. Después hizo la prueba, produciendo la nota más alta que pudo. El efecto fue instantáneo, el monstruo reaccionó escondiéndose y temblando. Al parecer, el ruido había hecho que la bestia pensase que había algún otro miembro de su especie en las cercanías, un animal más grande y temible. El caballo se sumergió rápidamente en el agua, ocultándose, para que lo que fuese que emitía el sonido no le encontrase. 

En vista de aquel resultado, Kevin no tardó en pensar la forma en que podían aprovecharse de esa reacción y terminó de diseñar el plan que les llevaría de regreso a tierra firme. 

Cambió otra vez la intensidad de la música, produciendo el sonido bajo que hacía que el monstruo se quedase paralizado. Entonces arrastró a Alda a un punto exacto del agua y él se puso justo delante de ella. A continuación aumentó ligeramente el volumen producido por el instrumento, hasta lograr un tono moderado. De aquel modo, el animal que estaba bajo ellos salió de nuevo a la superficie, con curiosidad, para buscar el origen del sonido. Dado que ellos se encontraban flotando en el agua sobre el caballo, cuando este ascendió, lo hizo de forma que los arrastró a ellos también hacia arriba, quedando sentados sobre su lomo. 

La primera dificultad estaba resuelta, Kevin había conseguido trepar al animal sin tener que usar sus manos, solo con un poco de ingenio y la ayuda de su misteriosa flauta. Pero no se conformaba con eso, ya no estaba únicamente interesado en descansar allí arriba para recuperar las fuerzas después de estar tanto rato pataleando en el agua. Iba a sacarles del lago utilizando al caballo de agua y el viento de Kalen. 

Se había dado cuenta que cada vez que el monstruo se movía, en función del tipo de nota que él tocase, lo hacía en una u otra dirección. Pensó que podía usar ese patrón de movimientos a su favor, si era capaz de ir variando la intensidad de los sonidos rítmicamente, en el momento adecuado. 

Tocó varias notas soplando con fuerza, lo que hizo que el animal se retorciese, pero fueron breves, para que su transporte no se asustase tanto como para volver a sumergirse. Eso hizo que consiguiesen orientarse en dirección a la orilla. Después, fue alternando entre notas cortas y largas, suaves y altas. Como resultado de estas variaciones, el caballo fue avanzando lentamente, nadando en la superficie, en línea recta. Les estaba llevando justo donde ellos querían ir. 

Finalmente se acercaron lo suficiente a tierra como para llegar por sí mismos. Kevin hizo que el animal se sumergiese, dejándolos de nuevo en el agua, y entonces terminaron de recorrer el último tramo a nado, o en su caso, impulsándose con las piernas y los pies, además de con un poco de ayuda de Alda. Al alcanzar el extremo del lago, la chica le ayudó a subir a la orilla, ya que él no pudo hacerlo por sí mismo, al tratarse de un borde que se encontraba a cierta altura. 

—¿Ahora qué? —quiso saber Alda, consciente de que, en el momento en que Kevin dejase de tocar, el caballo de agua podía lanzarse contra ellos. 

Pero él ya había pensado en ello y estaba preparado. Lo que hizo fue soplar con todas sus fuerzas, produciendo el mayor estruendo, la nota más alta que pudo conseguir. Eso provocó que el monstruo se sumergiese y saliese nadando en dirección contraria, bajo el agua. 

Aquel era el momento de salir corriendo. Cuando la bestia se hubo distanciado lo suficiente de ellos, Kevin dejó por fin de tocar el instrumento, permitiendo que sus labios descansasen, adoloridos después de estar tanto rato haciendo lo mismo. Cogió a Alda de la mano y tiró de ella, para adentrase a toda velocidad en el bosque, donde la criatura acuática no podría seguirles.

SIGUIENTE

lunes, 13 de abril de 2020

VII. LA REVELACIÓN (2)



VII. LA REVELACIÓN



2


Pudieron ver fugazmente a la criatura, buceando de un lado a otro y cruzándose por debajo del agua, golpeándoles cada vez que pasaba, a modo de advertencia. Fueron cuatro o cinco golpes, tras los que la barca no pudo resistirlo más y la madera acabó por ceder, rompiéndose por la mitad y haciendo que los dos acabasen flotando sobre la superficie del lago, rodeados por los restos de su embarcación. 

Kevin sentía la presencia de la bestia bajo sus pies, podía notar el movimiento transmitiéndose a través del agua. Escuchaba los sonidos que emitía la criatura que les estaba acechando. Movía los brazos y las piernas intentando mantenerse a flote, aunque le resultaba difícil, ya que no dejaba de golpearse con trozos de madera. Vio que Alda tenía las mismas dificultades que él. Pensó en sugerirle a su compañera que nadasen hacia la orilla a toda prisa, pero estaban demasiado lejos y no estaba seguro de que pudiesen conseguirlo. 

No podía dejar de rememorar la forma en que el caballo de agua había destrozado a dentelladas al mono un rato antes. Temía que su destino iba a ser el mismo. En cualquier momento unas poderosas mandíbulas se cerrarían en torno a su pierna, sería arrastrado hacia las profundidades del lago y ese sería su final, convertido en comida para aquel monstruo submarino. 

Notó que algo le rozaba los pies y pensó que todo había acabado, pero no fue así. La criatura pasó de largo, estaba jugando con ellos, como el gato juega con el ratón antes de hincarle el diente. A continuación le tocó el turno a Alda, la bestia fue en su dirección y ella debió sentir algo parecido a lo que le había ocurrido a él, porque cuando el monstruo llegó hasta la posición de la chica, ella lanzó un grito. 

De pronto, el agua de todo el lago se convirtió en hielo, solo que no estaba frío, debido a que aquello no era real, sino que se trataba de una alucinación provocada por la Fane. Un par de segundos después, el hielo desapareció y Kevin volvió a ver el agua en su estado natural. La alucinación acabó cuando la bestia se alejó de la chica, permitiendo que ella se relajase un poco. 

Kevin no sabía si el caballo de agua había llegado a percibir también los efectos del miedo de la Fane, pero aunque hubiese sido así, no debía haberle afectado mucho, ya que ello no le hizo retroceder. 

—¿Estás bien? —le preguntó a su amiga, quien se mantenía a flote a varios metros de distancia. 

—Sí, no ha sido nada. Solo me he asustado cuando ha pasado por debajo. 

—Espera, voy a nadar hasta ti. 

—No, no lo hagas. Es posible que vuelva a perder el control sobre mis habilidades. Si estas a mi lado cuando eso pase, resultarás extremadamente afectado por las alucinaciones y podrías quedar incapacitado para hacer a nada. Podrías incluso ahogarte. 

Kevin no podía rebatirle aquel argumento. Sabía que ella tenía razón, la Fane era ampliamente consciente de lo que era capaz de provocar a la gente en las situaciones de peligro. No sabía qué podían hacer, ¿quedarse parados hasta que el monstruo decidiese que ya era hora de devorar a sus presas? Por el momento, no veía la sombra de la criatura en el agua, se había alejado, aunque dudaba que les hubiese dejado en paz. Estaba seguro de que el caballo de agua no tardaría en volver a hacer acto de presencia. 

—¿Puedes verlo? —le preguntó a Alda. 

—No, pero lo oigo. 

Kevin se dio cuenta de que la chica estaba en lo cierto. Si prestaba atención, podía escuchar unos sonidos que procedían de las profundidades del agua. Conocía ese ruido porque era el mismo que había hecho Kelpie cuando le enseñó la canción en el lago Ness. Era una lástima que, aun siendo de la misma especie, aquella criatura no tuviese la misma inteligencia que tenía Kelpie. De ser así, hubiesen podido razonar con él. 

Alda había estado pensando lo mismo que él y le hizo una sugerencia. 

—¿Por qué no intentas comunicarte con el caballo de agua? Me habías dicho que hablaste con uno en tu mundo —le recordó ella. 

—No puedo. El que yo conocí era distinto a este. Además, no creo que pudiese ser capaz de emitir los sonidos que hace con mi garganta. 

—Habrá que pensar otra cosa entonces. No podemos quedarnos aquí sin hacer nada. 

Pero Kevin ya estaba dándole vueltas en la cabeza a una idea. Era cierto que no era capaz de hacer los mismos ruidos que el monstruo, su anatomía no estaba diseñada a tal efecto. Pero en una ocasión había conseguido producir un sonido similar utilizando la flauta. No podía hablar con la criatura de una forma racional o inteligible, pero quizás sí podría, al menos, confundirla, haciéndole pensar que había otro de los suyos en la zona. Cabía la posibilidad de que entonces el animal les dejase en paz. 

Abrió la mochila y sacó el viento de Kalen. Se llevó la flauta a los labios y comenzó a soplar por ella, intentando no producir una canción como las otras veces, sino únicamente unos sonidos que se pareciesen a los del monstruo. 

—¿Qué estás haciendo? —se alarmó Alda al verlo con el instrumento—. ¿No irás a abrir un portal? 

Kevin no respondió a las preguntas de su compañera, no quería interrumpir el flujo de sonidos. Tenía la esperanza de que el plan funcionase. Si todo salía bien, ya le contaría luego a la Fane el motivo detrás de sus acciones, pero por ahora tenía que concentrase en la tarea que estaba llevando a cabo. Al principio, los sonidos que salieron de la flauta fueron simples pitidos, extremadamente molestos, pero tras unos cuantos intentos, consiguió emitir unas notas que se parecían mucho a los gritos acuáticos del monstruo. 

—Buena idea —dijo Alda, al darse cuenta de lo que estaba haciendo— Sigue tocando el instrumento, parece que está funcionando. 

Era verdad que aquello estaba teniendo algún efecto, ya que el monstruo estaba actuando de forma distinta a la de antes. La criatura seguía bajo el agua, pero ya no les atacaba, se había callado y nadaba en círculos por debajo de ellos. Al parecer, el caballo estaba desconcertado por lo que estaba escuchando y no conseguía identificar de dónde procedía aquel sonido que se asemejaba al suyo propio. 

A la luz de los buenos resultados, Kevin continuó soplando, con más fuerza. Esperaba que al final el animal acabase por marcharse. Pero eso no ocurrió. Lo que pasó fue que finalmente el monstruo localizó el origen del sonido y empezó a ascender hasta la superficie a toda velocidad, hacia la zona donde se encontraban ellos flotando. 

El caballo sacó la cabeza del agua, colocándose justo en medio de ellos dos, separándoles. Se les quedó mirando, posaba la vista en uno y luego en el otro, aunque su expresión no parecía mostrar ninguna señal amenazante y parecía calmado. 

Aquel extraño efecto solo se mantenía mientras Kevin continuase tocando la flauta. En el momento en que dejaba de producir sonidos el caballo se volvía agresivo de nuevo, enseñando los dientes y rugiendo. De modo que lo único que podía hacer era continuar soplando por la boquilla del instrumento sin parar. 

La situación no era mucho mejor, estaban todavía en medio del lago, con un peligroso monstruo al lado, y sin posibilidad de poder regresar a tierra. La única mejora que habían conseguido era que, por lo menos, la bestia no parecía tener intención de devorarles, de momento. 

El alargado cuello que había salido del agua se movía de un lado a otro, mientras la cabeza que lo coronaba olfateaba a su alrededor insaciablemente. El monstruo se agachaba y se acercaba a ellos de vez en cuando, intentando identificarles por el olor. Pero al no ser capaz de reconocerlos, se empezó a poner nervioso. Solo era cuestión de tiempo hasta que se diese cuenta de que la única característica que compartían era el sonido de la flauta. Kevin temía que, cuando eso ocurriese, el animal se enfurecería y les atacaría. Si ese era el caso, no disponían de mucho tiempo para pensar en una manera de salir de aquel apuro. 

Al haber estado pendiente del caballo de agua en todo momento, no se había dado cuenta de que Alda había ido nadando lentamente hasta él. Le hubiese preguntado a la chica el motivo, ya que era ella la que, unos momentos antes, le había pedido que no hiciese aquello por su propia seguridad, pero no podía dejar de utilizar el viento de Kalen. 

—¿Te has fijado en lo que tiene en la boca? —le preguntó Alda, mientras él seguía tocando notas en el instrumento. 

Sin poder hablar, Kevin tuvo que contestarle moviendo la cabeza de un lado a otro, dándole a entender a su amiga que no sabía a lo que se estaba refiriendo. 

—Fíjate bien en sus dientes cuando vuelva a inclinarse —le dijo ella. 

Kevin esperó a que el monstruo cambiase de posición, hasta poder verle los dientes con claridad. Entonces se dio cuenta de que había algo brillante entre aquellas afiladas cuchillas que tenía entre las mandíbulas. Tardó solo unos instantes en reconocer el objeto. Era la luna salvaje. El colgante se había quedado atrapado entre los dientes del monstruo cuando se había tragado al mono, de manera que la criatura no se lo había comido también. Pensó que eso era bueno, al menos le facilitaría la tarea de recuperarlo, sin tener que abrir a la bestia en canal. Algo que, por otro lado, dudaba que hubiese sido capaz de hacer, especialmente cuando ya le estaba costando tanto simplemente mantenerla a raya. 

Para cualquier plan que pudiesen llevar a cabo, iba a necesitar la ayuda de la flauta, de modo que se le ocurrió experimentar un poco con los sonidos para ver de qué forma reaccionaba el animal en cada caso. Sin embargo, independientemente de lo que ocurriese, sabía que no podría hacer nada por sí mismo, necesitaba que Alda cooperase con él. Le hizo un gesto a su compañera con la cabeza, intentando indicarle que estuviese atenta a lo que iba a hacer. No tenía la certeza de que la chica hubiese entendido lo que había intentado decirle, pero confiaba en que así fuese. De lo contrario, todo su esfuerzo sería en vano. 

En primer lugar, Kevin probó a cambiar el tono, haciendo que el sonido dejase de parecerse al que emitía la criatura. Aquello no fue buena idea, al hacerlo, el monstruo reaccionó de forma violenta, agitándose y provocando unas olas en el agua que hicieron que tanto él como su amiga se atragantasen. No pudo evitar empezar toser sin control, para expulsar el agua que se le había introducido en la garganta. En consecuencia, tuvo que dejar de usar la flauta, lo que hizo que el caballo se agitase todavía más. 

El monstruo comenzó a rugir con fuerza y a lanzar dentelladas al aire. Parecía que en cualquier momento uno de esos mordiscos fuese a ir a parar al cuerpo de alguno de ellos dos. Era una visión terrorífica y eso tuvo como resultado algo todavía peor, una fuerte alucinación provocada por la Fane. 

Kevin vio que el agua comenzaba a burbujear como si estuviese hirviendo. El aire se llenó de vapor y la temperatura aumentó radicalmente. Se decía a sí mismo que debía tranquilizarse, que aquello no era real, pero su mente no era capaz de distinguir lo que era una alucinación y lo que no. El calor era insoportable, su piel se tornó de color rojo. Un chorro de agua caliente explotó delante de él, como si de un geiser se tratase, y al caer, lo hizo sobre su rostro, quemándole y asfixiándole. Gritó fuertemente a causa del insoportable dolor que estaba experimentando. Pensó que iba desmayarse en cualquier momento y entonces todo paró de golpe. 

El agua volvía a estar en calma, su piel no estaba roja y no se había quemado la cara. La visión había sido muy intensa y le había dejado exhausto y desconcertado, con lo que tardó unos segundos en recordar lo que estaba pasando en realidad. 

Cuando hubo recobrado la compostura, miró a su alrededor y se dio cuenta de que el monstruo todavía estaba rugiendo como si estuviese a punto de atacar, pero Alda no parecía asustada como antes. La chica se había alejado, había cerrado los ojos y se había dejado caer hacia atrás, flotando sobre la superficie del agua, de espaldas. Kevin pensó que su amiga debía haberse dado cuenta de cómo le había afectado y, para remediarlo, había intentado arreglarlo buscando una forma de tranquilizarse. Una estrategia que afortunadamente había sido altamente efectiva. 

En realidad, tuvieron bastante suerte porque, al parecer, el caballo había sido también víctima de algún tipo de visión, lo que le había detenido en el sitio, sin hacer nada más. De lo contrario, probablemente ninguno de ellos estaría ya con vida. Pero, dado que la chica se había tranquilizado y ya no tenía miedo, Kevin se dio cuenta de que él no habría sido el único en dejar de ver cosas que no existían, el monstruo también se estaría recuperando. Eso quería decir que tenía que actuar rápido y volver a usar la flauta para imitar sus sonidos, para que volviese a actuar de un modo más pacífico, que les dejase espacio para maniobrar. 

La cabeza del caballo de agua se lanzó bruscamente hacia delante, con la boca abierta, con toda la intención de devorar a Kevin. Pero no llegó a probar su carne, porque en el último instante le había dado tiempo a utilizar el viento de Kalen. El sonido hizo que el monstruo se detuviese como lo había hecho antes, aunque en esta ocasión se había quedado a escasos centímetros de su cuerpo. 

Kevin podía sentir el aliento de la criatura en la cara, escuchaba su respiración y eso le ponía nervioso, pero no podía dejar que nada de aquello le desconcentrase. Ya había probado a variar el sonido de las notas y el resultado había sido catastrófico. Lo que estaba haciendo ahora era simplemente reproducir los sonidos del caballo pero en un tono muy bajo, soplando débilmente. Eso parecía tener un efecto hipnótico en el animal, quien ya ni siquiera olfateaba el aire como antes, sino que permanecía muy quieto, como petrificado.

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lunes, 6 de abril de 2020

VII. LA REVELACIÓN (1)



VII. LA REVELACIÓN



1


Desde el primer momento en que había entrado en contacto con los residentes de aquel lugar, Kevin había experimentado cierto recelo hacia ellos. Tal vez se debiese a sus malas experiencias con la última civilización ajena a su propio mundo con la que había tratado. Pero su instinto le decía que había algo más. Estaba convencido de que aquellos seres estaban ocultando algo importante. Además, intuía que no eran los únicos que se estaban guardando información, tenía la certeza de que también había algo que Alda no le estaba contando, y pensaba que a ello se debía el comportamiento extraño de la chica desde que se habían reencontrado.

Esos eran los pensamientos de Kevin en aquel momento, mientras permanecía en silencio, junto a Alda, sentados en una barca que flotaba sobre las aguas del lago. No sabía cómo sacar el tema sin que su compañera se pusiese a la defensiva, pero tarde o temprano iban a tener que hablar de ello. 

Había llegado a ese mundo para asegurarse de que todo fuese bien y, sin embargo, hasta el momento no lo tenía nada claro. De hecho, empezaba a estar convencido de que su amiga se encontraba en algún tipo de apuro del que no le hablaba, quizás para no involucrarle. 

Estaba enfadado con la chica por no sincerarse con él. Eso había provocado que unas pocas horas antes casi acabase abandonando ese mundo sin aclarar las cosas entre ellos. Si no hubiese sido por el mono que le había robado la luna salvaje, lo más probable es que se hubiese marchado sin más, una decisión de la que quizás hubiese tenido que arrepentirse más tarde. 

Cuando había visto al animal desaparecer por la ventana de la habitación de Alda, había salido inmediatamente es su busca para recuperar el colgante. A pesar de estar molesto con las Sídhe y su secretismo, eso no hubiese justificado perder la posesión más valiosa del pueblo. No hubiese estado bien dejar que el mono se escapase sin intentar al menos detenerlo. 

Había salido de la casa apresuradamente y había seguido al bicho gracias a los sonidos que este emitía, chillando al mismo tiempo que corría en dirección al puente, para regresar al bosque. Era la segunda vez que tenía que ir tras uno de esos animales, los cuales parecían tener afición por agenciarse cosas que no les pertenecían. Aunque intuía que en esta ocasión el robo se debía a que el colgante había quedado impregnado de alguna sustancia que había atraído al mono hasta el poblado. Lo cual, en realidad era culpa suya, ya que recordaba haber tenido que limpiar la luna salvaje en su ropa, después de que se le cayese en aquel charquito amarillento del bosque. 

La última vez había que había perseguido a uno de esos bichos, había fracasado en el intento por recuperar su mochila, y la hubiese perdido de no ser porque Alda había aparecido en el último momento. Esta vez estaba él solo, y lo prefería. No quería que la chica tuviese que ayudarle de nuevo, no después de lo que había pasado aquella noche. Pensó que la ayuda de la Fane hubiese sido algo muy incomodo para él en aquel momento. 

No obstante, no tuvo mucha suerte en cuanto a sus deseos de no encontrarse con Alda. Al llegar a la altura del puente, se dio cuenta de que la chica había estado siguiéndole desde que él había salido de la casa. Al parecer, ella le había visto alejarse a toda prisa y había ido tras él. 

Debido a su lentitud para cruzar hasta el otro lado del precipicio, la Fane terminó de alcanzarle y le preguntó el motivo de aquella carrera. Él le explicó lo que había pasado, sin utilizar más palabras de las necesarias, y solo porque no se le ocurría ninguna excusa que decirle. A diferencia de su compañera, él no era capaz de ocultarle las cosas con tanta facilidad. 

Al saber que el colgante había sido robado, Alda le instó a regresar al poblado, le dijo que no era tan importante como para ir al bosque a buscarlo en mitad de la noche. La chica le dijo que podían explicarle la situación a Velenna y que la anciana lo entendería y mandarían una partida de Sídhe para recuperar el objeto. Pero Kevin no hizo caso de las palabras de Alda, no quería deberle nada a aquellas criaturas. Además, era su responsabilidad guardar ese objeto, se había comprometido a ello. 

La Fane acabó cediendo a los deseos de él, de salir tras el mono. Pero no le dejó ir solo, sino que la única opción que le dio fue acompañarle y ayudarle en todo lo que pudiese. Si hubiese tenido tiempo de discutir con ella, lo hubiese hecho. No quería su ayuda, pero no podía hacer nada para evitar que ella se uniese a la persecución. 

Afortunadamente, pudieron seguir el ritmo del animal a lo largo de todo el bosque. Esto se debió a la facilidad que tenía Alda para trepar a los árboles, de manera que, tanto si la bestia estaba en tierra, como en las ramas, siempre había alguien por detrás. De aquel modo, finalmente pudieron darle alcance. 

El mono se detuvo al llegar a la orilla de un gran lago. Ya no le quedaban árboles a los que encaramarse y se le notaba claramente estresado al haber quedado acorralado. Kevin vio que el bicho se movía de un lado a otro, sin saber dónde meterse. Al comprobar que el ladrón no tenía escapatoria posible, los dos fueron acercándose hasta él, cada uno por un lado, para que no les esquivase en el último momento. Pero, por supuesto, las cosas no iban a ser tan sencillas. Cuando casi habían alcanzado al mono, quedando solo un par de metros de distancia separándoles de él, fueron víctimas de otro golpe de mala suerte de la forma más inesperada. 

El agua del lago comenzó a agitarse. Entonces, junto a la orilla, emergió la cabeza de uno de los monstruos que Kevin ya había visto con anterioridad. Se trataba de un caballo de agua. 

Recordando las advertencias de Kelpie sobre el resto de miembros de su especie, Kevin se puso en alerta, esperando un ataque de aquel descomunal ser. Sin embargo, el monstruo ni siquiera reparó en él, la criatura estaba más interesada en la presa que tenía más cerca. El caballo de agua lanzó su alargada cabeza hacia delante y apresó con las mandíbulas al mono al que habían estado persiguiendo. Todo ocurrió tan rápido que el pequeño animal peludo no tuvo tiempo de reaccionar y evitar el mordisco. 

Tanto Alda como él no tuvieron más remedio que permanecer parados, contemplando la grotesca imagen, mientras el caballo de agua masticaba y engullía al mono. 

Para cuando quisieron darse cuenta, el peligro había pasado y la bestia acuática había vuelto a desaparecer en el lago, alejándose en la distancia. Desgraciadamente para ellos, el banquete del monstruo había consistido en algo más que un suculento animalillo peludo, también se había tragado la luna salvaje, ya que el mono no había soltado el colgante en ningún momento, ni siquiera mientras movía sus patas desesperadamente, luchando por su vida. 

En aquel momento, Alda volvió a rogar que diesen marcha atrás y que volviesen al poblado. 

Pero Kevin no estaba dispuesto a desistir en su empeño. No estaba seguro de cuál era la autentica razón por la que estaba actuando con semejante testarudez. Sabía que ninguno de ellos tenía ninguna posibilidad de salir victoriosos enfrentándose a uno de esos caballos de agua. Sin embargo, se negaba a dejar pasar el asunto. Estaba dispuesto a arriesgar su propia vida, si era necesario, con tal de recuperar el colgante. 

Cerca de la orilla encontraron un embarcadero, y en este había una barca que, pese a tener aspecto de que no había sido utilizada en mucho tiempo, todavía parecía ser apta para navegar. No era gran cosa, como máximo hubiesen cabido tres personas sentadas, pero Kevin pensó que sería suficiente para adentrarse en las aguas del lago, en busca de la criatura que se había tragado la luna salvaje. 

—No tienes por qué venir —le dijo a Alda—. Esto ha sido culpa mía y por lo tanto es mi responsabilidad hacer cuanto esté en mi poder para arreglarlo. 

—Quizás sea así —le respondió ella—. Pero en ese caso, dado que yo soy la razón de que tú estés aquí, es mi responsabilidad la de protegerte. 

No discutieron el asunto por más tiempo, ya que ambos sabían que ninguno de ellos iba a ceder. Kevin se introdujo en la barca y Alda subió detrás de él. Después, cada uno cogió un remo y pusieron rumbo en la misma dirección en que se había alejado el caballo de agua. 

Pasaron horas flotando en aquella barca, sin encontrar rastro alguno del monstruo, y durante todo ese tiempo no intercambiaron una sola palabra. 

Kevin sabía que tendrían que hablar de lo que había ocurrido aquella noche en presencia de la anciana Sídhe. Pensándolo bien, le pareció que el hecho de que los dos estuviesen allí, en medio de la nada, sin poder ir a ninguna parte, podía jugar a su favor. Se dio cuenta de que probablemente aquel era el mejor momento para que la chica se sincerase con él. La tenía acorralada, y si la presionaba lo suficiente, ella tendría que dejar de ocultarle lo que fuese que se había estado guardando durante todo ese tiempo. 

—¿Me vas a decir lo que pasa? —le preguntó a Alda—. Sé que hay algo que no me estás contando. 

—No lo entenderías. Si te lo dijese, te pondrías, injustamente, en contra de las Sídhe. 

—¿Pero no puedes ver que de esta manera solo consigues preocuparme? Puedes decirme lo que sea, te prometo que haré mi mejor esfuerzo por entenderlo antes de sacar ninguna conclusión. 

—Muy bien —accedió finalmente ella—. Pero vas a tener que prometerme que antes de decir nada dejarás que termine de hablar, sin interrumpirme. 

—Por descontado, te lo prometo. 

—Independientemente de lo que escuches, ¿me prestarás atención y tratarás de comprender mis motivos? 

—Te he dicho que lo haría. Dime qué es lo que pasa, me estás haciendo temer lo peor. 

—De acuerdo. No es nada grave en realidad. Lo que ocurre es que desde que nos hemos conocido he visto que te resultaba bastante duro aceptar las diferencias en los modos de vida de los seres que no eran humanos. Especialmente en lo referente a ciertos asuntos. 

Alda le explicó Kevin que el motivo de que ella no le hubiese dicho nada hasta el momento era que temía su reacción. No había contado con que él visitase aquel mundo después de que se separaron en la ciudad Djin, y no había estado preparada para hablarle de todo lo que le había ocurrido desde entonces. Por ese motivo, las respuestas de ella no habían sido del todo sinceras. 

La raza de las Sídhe estaba próxima a la extinción, lo había estado desde hacía mucho tiempo, pero la situación empezaba a ser desesperada. Debido a las mutaciones que había sufrido aquella especie con el paso de los años, habían perdido la capacidad de tener descendencia. En la actualidad ya no quedaban hembras Sídhe en el poblado, con excepción de las tres ancianas que vivían en el árbol central. Esa era una situación que se extendía por todo el mundo, apenas había mujeres que todavía fuesen fértiles, y las pocas que había, en otros rincones del planeta, no podrían elevar el número de habitantes de forma significativa. Resultaba que todos los bebés que nacían entre las parejas Sídhe eran varones, sin excepción. 

Eso confirmaba las primeras impresiones que había tenido Kevin al entrar en el poblado la primera vez. Había estado preguntándose dónde estaban todas las mujeres, cuando resultaba que en realidad no había ninguna. Sin embargo, lo que le estaba diciendo su amiga le presentaba muchos interrogantes. Le había dado a entender que en algún momento habían nacido mujeres, él mismo había estado hablando con una de ellas en varias ocasiones. Todavía faltaba una pieza importante de información. Además, había otra cosa que le inquietaba, y es que no veía cómo aquella historia sobre la descendencia de las Sídhe podía tener algo que ver con el motivos por el que ella le había estado ocultando cosas. 

—Solo hay un modo por el cual un macho Sídhe puede llegar a tener una niña —dijo Alda. 

En ese momento Kevin terminó de encajar todas las piezas del puzzle y entendió lo que estaba pasando, así como la reticencia de la Fane a hablarle del tema. De repente todo tenía sentido. La razón por la que ya no se utilizaba el edificio donde tenían lugar los nacimientos era porque no había habido ningún nacimiento. 

Recordó la obra de teatro. En la representación, dos de los actores disfrazados de mujer tenían la piel pintada de otro color, la razón de ello era porque estaban aparentando ser de una raza distinta. Las Sídhe solo podían tener descendencia femenina cuando la madre no era de su misma especie, y por lo tanto no tenía el gen defectuoso que ellas acarreaban. Era un problema que habían arrastrado desde los tiempos en que dejaron de tener dos órganos sexuales distintos. Al principio, no fue un gran problema, porque todavía podían moverse entre los mundos y encontrar a madres dispuestas a vivir con ellos y tener a sus hijas, en una unión en la que, aparentemente, solo quedaban rasgos de Sídhe en el bebé. Pero cuando los portales se cerraron y solo quedaron unos pocos ocultos, impidiendo así que se pudiesen trasladar en busca de mujeres, tuvieron que depender exclusivamente de las hembras que todavía estaban con ellos. Con el paso del tiempo, pese a su gran longevidad, la población fue envejeciendo. Primero solo nacieron hombres, después dejó de haber nacimientos. 

Todo ello conducía a Kevin a una única conclusión: La razón por la que las Sídhe habían bienvenido a Alda de buen gusto era porque, como su amiga le había dicho en alguna otra ocasión, sus dos especies habían tenido buenas relaciones en el pasado. Los habitantes del poblado esperaban que la Fane fuese la nueva madre de sus hijas. 

—No tienes por qué hacerlo, ¿sabes? —le dijo Kevin a su amiga, dándole a entender que ya había inferido lo que estaba intentando decirle—. Nadie puede obligarte a hacer algo así si tú no quieres. 

—Me habías prometido que me dejarías terminar y que no me interrumpirías. 

—Lo sé, pero… —iba a replicar algo, pero vio la expresión en el rostro de la chica y decidió ser fiel a su palabra, permitiendo que ella continuase. 

—Accedí a ello —declaró Alda—. Nadie me ha obligado. No solo eso, sino que además yo misma me ofrecí voluntaria cuando me enteré del problema de la Sídhe. 

—¿Pero, por qué? 

—Me pareció lo mínimo que podía hacer. Era justo que yo les diese algo a cambio, ya que me estaban ofreciendo un hogar y un nuevo mundo en el que vivir. 

A Kevin todo aquello no le gustaba nada. Quizás Alda había estado en lo cierto al ocultarle esa información. Por más que intentaba entenderlo, no era capaz. Estaba claro que las Sídhe necesitaban a alguien para evitar que su raza dejase de existir, pero pensaba que estaban imponiendo esa responsabilidad en Alda. Además, sabía por experiencia que el código moral de su amiga le hacía que se ofreciese a devolver los favores, sin importar que para ello tuviese que utilizar su propio cuerpo. Cuando la había salvado en el círculo de árboles, ella se había ofrecido a acostarse con él para agradecérselo. En esta ocasión estaba dispuesta a mucho más que eso, se había ofrecido para procrear con aquellos seres. 

Sintió que debía hacer algo para disuadir a su amiga de tomar una decisión con la que tuviese que cargar el resto de su vida. No podía creer que ella realmente desease seguir adelante con eso. 

—Aunque lo hicieses, aunque dieses a luz a sus hijas —le dijo—, ¿te das cuenta de que solo estarías retrasando lo inevitable? Solo eres una persona. Tu vida también acabará algún día y entonces las Sídhe volverán a tener el mismo problema. Acabarán extinguiéndose, independientemente de que tú les ayudes ahora o no. 

—No te he contado esto para que me des tu opinión o para que intentes hacerme cambiar de idea —le explicó ella—. La decisión ya está tomada, lo estaba desde antes de que vinieses. Les he dado mi palabra y debo cumplirla. 

Ella le miraba con seriedad, dándole a entender que nada de lo que le dijese le iba a hacer cambiar de opinión. Kevin se sintió mal, no quería aceptarlo. Pero sabía que la decisión no era suya, sino de su amiga, y si aquello era lo que de verdad quería la chica, quién era él para decirle que no lo hiciese. Después de todo, aquel era el nuevo hogar de la Fane y él era solo un visitante que estaba de paso. Lo único que podía hacer era apoyar a Alda mientras todavía estuviese allí, aunque no estuviese de acuerdo con su decisión. 

—¿Ya estás…? —no sabía cómo preguntárselo, ya que en realidad no quería conocer la respuesta—. ¿Has empezado a ayudarles ya? 

—No, no lo he hecho —negó Alda—. No puedo quedar embarazada hasta que alcance la madurez. Por esa razón, las ancianas me han estado manteniendo alejada de los machos del poblado durante las celebraciones. No quieren que nadie intente mantener relaciones conmigo hasta que me sea posible concebir. 

—Muy… “amable” de su parte —dijo Kevin cínicamente, sin poder evitarlo—. Los hombres Sídhe no pueden refrenarse de forzarte a que te acuestes con ellos, a menos que se lo exijan sus mayores. 

—No es eso. Lo que ocurre es que hay algo en la dieta de los animales del bosque que afecta a las Sídhe cuando ingieren su carne. Por esa razón, al poco rato de haber comido, la gente del pueblo tiende a actuar de forma impulsiva. 

—Eso explica por qué Velenna se enfadó contigo cuando tardamos en subir la otra noche. Era porque no quería que estuvieses en la plaza cuando empezase a hacerles efecto la carne —dijo Kevin, recordando la escena que había visto desde el balcón de la habitación de las ancianas. Aquella noche, después de la comida, las Sídhe habían comenzado a comportarse de una forma casi animal, “rozándose” unas con otras, sin inhibiciones. 

Cuanto más escuchaba, más le costaba a Kevin aceptar todo aquello. Solo pensar en su amiga siendo el juguete sexual de esos seres, para que después pudiesen cocinar en el horno de ella a más mujeres con las que jugar, hacía que se le revolviesen las tripas. Estaba claro que su mente estaba retorciendo todo un poco, haciendo que sonase más grotesco de lo que en realidad era, pero aunque fuese así, la idea le repugnaba profundamente. En su opinión, si Alda seguía adelante con ello, la iban a tratar como a poco más que un objeto. 

Conocía desde hacía poco tiempo a la persona que estaba sentada a su lado, solo unas semanas, pero habían sido unos días muy intensos, durante los que habían compartido mucho. Habían tenido que aprender a confiar el uno en el otro. Habían tenido que aprender a entenderse sin pronunciar palabra alguna en los momentos en los que estaban rodeados por el peligro. Es por ese motivo que, al mirar a los ojos de la chica, podía ver que había duda en ellos. Alda no estaba tan convencida de su decisión como intentaba aparentar. Si hubiese sido de otro modo, Kevin hubiese dejado de insistir, pero su instinto le decía que no podía dejar que las cosas quedasen así. 

No sabía qué decir. Quería encontrar las palabras adecuadas, aquellas que pudiesen hacer reflexionar a su amiga, sin que ella pensase que se estaba entrometiendo en algo que no le concernía. Entonces recordó las palabras que había usado el hombre que le había hablado por teléfono al poco de llegar a Escocia. Aquella persona le había hecho darse cuenta de qué era lo que de verdad quería hacer y le había ayudado a encontrar su camino. Quizás aquellas mismas palabras pudiesen servirle a Alda del mismo modo que le habían servido a él. 

—Déjame decirte solo una cosas más —comenzó Kevin—. No es un intento de que cambies de idea. Solo quiero asegurarme de que estás segura de lo que vas a hacer. En mi mundo, antes de venir a buscarte, otra persona me hizo esta pregunta, haciendo que me diese cuenta de cuál era mi verdadera voluntad. Solo quiero que recuerdes el momento en que llegaste aquí, cuando tuviste que tomar la decisión de ayudar a las Sídhe. Mira en tu corazón y pregúntate a ti misma en qué estabas pesando cuando lo hiciste ¿Cuál fue el verdadero motivo para que eligieses ese camino? Después de analizar tu interior, tanto si descubres que estás haciendo lo que realmente deseas, como si te das cuenta de que estás actuando por las razones equivocadas y quieres dar marcha atrás, te apoyaré en tu decisión. 

Ella no le dijo nada inmediatamente, en lugar de eso bajó su mirada hacia el suelo de la barca. Kevin pensó que la había molestado al decirle aquello y la chica había decidido ignorarle. Pero unos segundos después, Alda, todavía sin ser capaz de mirarle directamente, hizo un amago por contestar a su pregunta. 

—Kevin, yo no… 

Sin embargo, aquellas palabras se quedaron inacabadas, en el aire, porque en ese instante todo comenzó a moverse bajo ellos. Algo golpeó la barca violentamente desde el agua. Se trataba del caballo de agua, lo habían encontrado, o más bien él los había encontrado a ellos.

SIGUIENTE