miércoles, 13 de mayo de 2020

VII. LA REVELACIÓN (6)



VII. LA REVELACIÓN



6


Kevin se quedó petrificado. Al parecer, su amiga había cambiado de opinión y ya no tenía intención de cumplir la promesa que les había hecho a los habitantes del poblado. No sabía qué era lo que había hecho que Alda se replantease su decisión, pero no podía evitar alegrase de ello. Toda la idea de que ella tuviese que acostarse con las Sídhe para quedar embarazada con sus hijos, le había parecido terrible desde el principio. 

Puede que no fuese apropiado dadas las circunstancias. Después de todo, la chica acababa de decirle a la anciana una noticia nefasta para su gente. Pero aun así, Kevin no pudo evitar sonreír. Sin embargo, esto fue todo lo que hizo. Era consciente de que aquel asunto no era de su incumbencia, y no tenía derecho a opinar. Solo podía dejar que las dos mujeres lo discutiesen y esperar que la anciana no fuese demasiado dura con su amiga. 

Vio que Alda agachaba la cabeza, como si quisiese evitar mirar a Velenna cuando esta le reprochase su falta de compromiso. Pero esa no era la intención de la anciana, para quien, aparentemente, aquello no había sido ninguna sorpresa. 

—No temas, Alda —intentó tranquilizar Velenan a la chica—. He sabido desde hace días lo que me acabas de decir. 

—¿Cómo es eso posible? —preguntó Alda—. Tomé mi decisión hace tan solo unas horas, poco después del amanecer. 

—Tal vez sea así, pero tu corazón llevaba mucho más tiempo dudando. Desde que Kevin llegó a nuestro mundo, diría yo. 

La chica no dijo nada, confirmando con su silencio que, en el fondo, sabía que la anciana estaba en lo cierto. Kevin no sabía qué opinar al respecto, le abrumaba pensar en el efecto que su presencia había tenido sobre su amiga. Porque, aunque no estaba de acuerdo con que aquella gente hubiese querido imponer semejante papel en la chica, tampoco le gustaba sentirse responsable de que las Sídhe tuviesen que perder la esperanza que habían recuperado recientemente, para volver a ver como su raza iba desapareciendo lentamente. 

—Lo siento mucho —se disculpó la Fane—. Sé lo mucho que habíais esperado esto, lo importante que era para vosotras. Me siento fatal por no ser capaz de seguir adelante y decepcionaros. Pero no puedo hacerlo. Algo ha cambiado dentro de mí después de las experiencias de las últimas semanas. Aunque no deseo que vuestra especie se extinga, siento que de algún modo me estaría traicionando a mi misma si aceptase llevar ese tipo de vida. 

—Lo entiendo. Es cierto que será duro transmitirle la noticia al pueblo, y me entristece no haber encontrado a una nueva madre, pero tampoco puedo reprocharte nada. Has obrado siguiendo a tu corazón, y lo has hecho con honestidad. 

—¿Qué pasará ahora conmigo? 

—Puedes continuar viviendo aquí, por descontado. Eso nunca ha estado supeditado a que nos hicieses semejante favor. 

—Pero tal vez sería mejor que me buscase algún sitio fuera del poblado. Sería menos incomodo para todo el mundo. 

—Cualquier cosa que decidas la respetaré. Aunque si decides vivir por tu cuenta, espero que no dejes de venir a visitarme. 

Alda sonrió, algo más tranquila después de aquellas palabras. La anciana no estaba disgustada con ella en absoluto. 

Kevin decidió que aquel era un buen momento para incorporarse a la conversación y comunicarle a Velenna que estaba preparado para volver a su mundo. Pero, antes de decirle esto, recordó que había otra cosa que había querido preguntarle a la Sídhe. 

—Velenna, ¿puedo preguntarte algo? —dijo Kevin. 

—Por supuesto. ¿Qué es lo que te inquieta? 

—Es sobre algo que hay en el poblado, la columna de hojas flotantes. 

—El torbellino de hojas —aclaró la anciana—. Quieres saber el motivo por el que cambió de forma cuando lo tocó tu amiga. 

—Sí, ¿cómo lo has sabido? 

—Alguien os vio cuando estabais allí y me contó lo que ocurrió. De hecho, esa fue la primera pista que tuve de que Alda iba a cambiar su decisión. 

—¿Qué fue lo que vimos en las hojas? ¿Por qué reaccionaron así con ella? 

—El torbellino de hojas permanece en calma cuando la persona que entra en contacto con este tiene paz de espíritu, algo que solo pasa cuando dicha persona está siguiendo su verdadera voluntad. De no ser así, las hojas formarán la figura de lo que está perturbando a esa persona, para ayudarle a entenderse a sí misma. 

—Entonces, aquella figura… 

—Era una manifestación de las dudas de Alda. No estoy completamente segura, porque no estaba allí presente, pero por lo que me describieron, la forma de las hojas era parecida a un bebé. Eso me hizo pensar que en el interior de Alda estaba teniendo lugar una lucha. Por un lado, ella quería ser fiel a su palabra y, por otro, no deseaba convertirse en madre. 

—Así que era eso. ¿Lo sabías? —le preguntó Kevin a su amiga. 

—No —negó la chica—. Nunca antes había visto que las hojas cambiasen de forma y no sabía que hubiese un significado detrás de aquello. Aunque no fui del todo sincera contigo. Sí que reconocí la figura que apareció, pero temía decirte la verdad, porque entonces hubiese tenido que contártelo todo. 

Kevin asintió con la cabeza, indicándole que lo comprendía. Ahora se sentía mucho más tranquilo. Ya no había secretos de por medio y todas las preocupaciones que había tenido se habían esfumado. No tenía nada que temer de las Sídhe, eran buenas personas, en quienes podía confiar para que se hiciesen cargo de Alda. Eso quería decir que finalmente podía regresar a casa, sabiendo que su amiga estaría a salvo, con gente que se preocuparía por ella, y feliz en un lugar que era muy parecido a su mundo de origen, donde podría estar en contacto con la naturaleza y trepar a los árboles, como le había dicho que le gustaba hacer. 

—Creo que ha llegado el momento de que te devuelva esto —le dijo a la anciana, mientras se quitaba el colgante del cuello. 

—De modo que has decidido regresar a tu mundo —le dijo Velenna al ver el gesto. 

—Así es. Creo que puedo afirmar, sin temor a equivocarme, que no tengo nada de qué preocuparme. Alda estará bien aquí, con vosotras. 

—Es cierto. Mientras tu amiga viva con nosotras, me encargaré personalmente de que tenga una vida lo más plena posible. 

—Me alegra escucharlo. Solo queda que te devuelva la luna salvaje, y esta misma noche me marcharé. 

Pero la anciana no hizo ningún gesto que revelase que tuviese intención de recoger el colgante. En su lugar, le hizo otra pregunta. 

—¿Dirías que nuestras dos especies son amigas? ¿Siendo tú un ser humano y nosotras Sídhe, hijas de los altos linajes? 

—Sí, por supuesto. Ha habido bastantes actos de amistad y buena voluntad por las dos partes. 

—Entonces, quisiera pedirte un favor antes de que te vayas. 

—Cualquier cosa que esté en mi mano —accedió. 

—Quiero que te lleves la luna salvaje contigo, como símbolo de la amistad entre nuestros pueblos. 

—No puedo aceptarlo. Sé que es un objeto muy valioso para vosotras y es una responsabilidad demasiado grande. Además, ha quedado demostrado que no soy la persona ideal para esa tarea. Anoche mismo, sin ir más lejos, un animal me robó el colgante y tuve que perseguirlo por todo el bosque para recuperarlo. De no haber sido gracias a la ayuda de Alda, ahora la luna salvaje estaría en las fauces de un caballo de agua. 

—Eso solo prueba que puedo confiar en que mantendrás la luna salvaje a salvo. Cualquier otra persona, en tu situación, hubiese desistido y hubiese dado nuestro tesoro por perdido. Sin embargo, tú te arriésgate para recuperarlo, aun a costa de tu propia vida. Que recibieses ayuda no le quita importancia a la proeza. 

—No lo sé. Es cierto que allá donde voy no habrá peligros como el de la noche pasada. Pero no creo que esté bien llevarme a mi mundo algo que pertenece al vuestro. Si al menos tuviese algo de igual valor que darte a cambio, me sentiría mejor. 

—En ese caso, te haré una propuesta. A cambio de llevarte contigo la luna salvaje, debes prometer que, si continúas con tus viajes por los mundos, intentarás encontrar alguna mujer que quiera ayudar a mi raza a no caer en el olvido. 

—Te estaría mintiendo si te hiciese esa promesa, ya que, como ya te conté, no tengo intención de volver a utilizar el viento de Kalen cuando vuelva a mi mundo. 

—Soy consciente de ello, pero no sabes lo que te depara el futuro. Quizás todavía no estás preparado, pero en otro momento de tu vida cambies de parecer. Solo deberías guardar tu promesa en ese caso. No te estoy forzando a continuar viajando, contra tus deseos. Lo único que digo es que, si lo llegases a hacer, nos tengas presentes. 

Kevin entendía lo que Velenna le estaba pidiendo, y era capaz de ver su punto de vista. Sin embargo, estaba convencido de que no iba a volver a tocar aquella flauta más que una sola vez. Por ese motivo se mostraba reticente a aceptar aquel trato. 

—¿Puedes decirme con sinceridad que tu forma de pensar es la misma ahora que cuando empezaste a viajar? —le preguntó la anciana, ante su silencio. 

Kevin solo tuvo que pensar en ello durante un segundo. Era cierto que su manera de ver las cosas y entender todo cuanto le rodeaba había cambiado desde que todo aquello comenzó. Después de todo por lo que había pasado, era imposible que no fuese así. Había vivido más en aquellos pocos días que durante todos los años pasados. Los problemas que le esperaban de vuelta en su hogar ya no le parecían tan graves, no después de haber visto con sus propios ojos cosas realmente horribles. 

Recordó la distinción entre clases sociales de la ciudad de los Djin, la forma en que los ricos vivían a costa de los pobres, vanagloriándose de sus posesiones ante quienes no tenían prácticamente nada, todo ello solo a unos escasos metros los unos de los otros. Y por si eso no fuese suficiente, esas personas privilegiadas utilizaban a los demás en su propio beneficio, aun a costa de su salud, extrayéndoles sangre para tener iluminación artificial. Había visto seres humanos tratados como mascotas, encerrados en túneles subterráneos, que nunca habían conocido la luz del sol. Había sido testigo de un mundo entero que fue desapareciendo, dejando de ser, del que solo quedó una única superviviente, teniendo que soportar la carga de una existencia en soledad. Y ahora se daba cuenta de la desesperación de un pueblo, que, previendo que estaban al borde de la extinción, le suplicaban por su ayuda. 

Esta gente, aun siendo conscientes de que la posibilidad era minúscula, solo querían tener algo en lo que creer. Por ese motivo, en realidad no importaba que fuese a volver a utilizar el viento de Kalen en un futuro o no. Lo único que le pedía Velenna era que les diese el rayo de esperanza que tanto necesitaban. 

—Acepto. Tienes razón, no sé si mañana o dentro de un año seguiré pensando igual. Es justo que, si cambiase de opinión y volviese a viajar entre los mundos, intente encontrar a una persona que esté dispuesta a ayudaros. 

—Te lo agradezco. Tus palabras me harán más sencilla la labor de comunicarle a mi gente que tendrán que esperar un poco más para ver nuevos nacimientos. 

Después de aquello, sabiendo que ya no iba a regresar a aquel edificio, Kevin se despidió de la anciana, quien le deseó buen viaje y le dijo que siempre sería bienvenido en el poblado, si quería volver a visitarles. 

Ahora solo le quedaba volver a la casa de Alda y recoger sus cosas. Aunque antes de ello, la chica le pidió que parasen en un lugar por el camino, ya que quería asegurarse de algo. 

Se detuvieron frente al torbellino de hojas. Alda le dijo que quería volver a probar a tocar las hojas, para confirmar que había recuperado la paz interior. Sin embargo, le pidió que no mirase, ya que en el caso de que las hojas adquiriesen otra forma, estas podían revelar algún detalle intimo. Kevin accedió a cerrar los ojos, para respetar la privacidad de la chica, pero no sin antes hacerle prometer que si veía algo, se lo diría después. Ella asintió con la cabeza, aceptando la condición que le había puesto, y después se aproximó a la columna, momento en el que Kevin dejó caer sus parpados, como le había prometido a su compañera. 

Pocos minutos después, ella le puso la mano en el brazo, indicándole que había acabado. 

—Gracias por esperar, podemos irnos ahora —dijo Alda—. No hay de qué preocuparse, todo ha ido como esperaba.

SIGUIENTE

lunes, 4 de mayo de 2020

VII. LA REVELACIÓN (5)



VII. LA REVELACIÓN



5


La luz comenzaba a entrar a través de las ventanas y el cuerpo de Kevin se revelaba. Por un lado estaba cansado y tenía sueño, pero, por otro, su reloj interno le decía que no era momento de acostarse sino de levantarse. Mientras tanto, dentro de su cabeza no dejaba de rememorar todo lo que había pasado a lo largo de la noche. Pensaba en lo que estaba dispuesta a hacer Alda para salvar la raza de las Sídhe, y se le revolvía el estomago. No le gustaba la forma en que la había tratado el hombre con el que se habían cruzado, y temía que todos los demás habitantes fuesen a comportarse igual. 

De pronto, Kevin notó cómo algo le presionaba los labios con suavidad. Abrió los ojos y se encontró cara a cara con Alda, para descubrir que lo que había sentido había sido un beso de la chica. Por un momento pensó que se trataba de un sueño, quizás había conseguido quedarse dormido sin darse cuenta. Pero aquello parecía real, era demasiado consciente de su propio cuerpo, y del dolor que sentía en los músculos, como para seguir pensando que estaba durmiendo. Iba a preguntarle a la Fane el motivo de que hubiese hecho aquello, pero ella no le dejó hablar. 

—No digas nada —le pidió Alda—. Antes de que pienses que esto ha sido solo un gesto de agradecimiento por haber salido en mi defensa, no ha sido así. Te he besado porque he querido hacerlo. 

Después, ella se alejó en dirección hasta su habitación, sin darle tiempo a replicar o a contestarle nada. Aunque, aun habiendo podido hacerlo, Kevin no hubiese sabido qué decir. Estaba confuso, porque era la primera vez que había visto a Alda actuar de una forma emocional, parecida a los seres humanos. 

La mente de Kevin era un torbellino de pensamientos que no le dejaban relajarse. Sin embargo, el agotamiento fue mayor que su inquietud y acabó por dormirse. Tuvo sueños perturbadores, sin un hilo conductor, solo compuestos por imágenes y sonidos. Vio la figura de Alda en varias ocasiones, pero cada vez de una forma distinta. La chica se presentó en su mente tal como la había visto la primera vez, cuando la realidad de sus formas se mezcló con la alucinación que ella le creó. En aquella ocasión la Fane parecía una criatura monstruosa, a medio camino entre un elfo y una sirena, con afilados dientes. Estas imágenes no le asustaron, eran recuerdos distantes que no dejaban de cambiar. A continuación, vio a Alda desnuda, de espaldas, asomándose por el balcón de su casa para ver el nuevo mundo al que había ido a parar. Después, la escena cambió de nuevo y rememoró el momento en que se había cruzado con su amiga bajo la ciudad de los Djin y ella no había sido capaz de reconocerle. Esa imagen tampoco duró, fue envuelta en un remolino de colores y se transformó en otra cosa distinta. Por un momento, estuvo en frente de la Fane, cubierta en pieles, extendiéndole la mochila que había recuperado para él. Y finalmente la vio a escasos centímetros de su cara, después de haberle besado. Sus sueños se hicieron más difusos después de aquello ultimo, indescifrables, y sin nada claro que pudiese identificar. 

Cuando se despertó, lo primero que vio fue a Alda dentro de su habitación, mirando por la ventana. Por un momento dudó sobre si todavía estaría soñando. Pero la sensación no duró mucho, su cabeza se fue despejando y saludó a su amiga, quien parecía haber estado esperando a que él despertase. 

—Buenos días ¿Cuánto tiempo llevas ahí? 

—Buenos días —respondió Alda, mientras se giraba hacia él, alejándose de la ventana—. Solo hace unos minutos que me he levantado. Como no quería despertarte, he decidido esperar en tu habitación, disfrutando del paisaje del bosque. 

Kevin se incorporó en la cama y se sentó en el borde. Lo primero que quería hacer era disculparse por su reacción, y después no tenía muy claro cuáles eran sus intenciones. En el momento actual ya no sabía qué pensar sobre nada. Sabía que era el momento de volver a su mundo, que la Fane había tomado una decisión sobre su vida, que las Sídhe, aunque no eran malas personas, habían demostrado tener también un lado desagradable. Pero eso eran cuestiones que no estaba en su mano solucionar. Por más que alargase su estancia en el poblado, lo único que conseguiría sería estar cada vez más próximo al inevitable momento cuando Alda tuviese que cumplir su promesa para con los aldeanos. Lo cual solo haría que él estuviese cada vez más incómodo y de peor humor. Aquel no era su lugar y no debía seguir interponiéndose en cuestiones que no le concernían. Quería explicarle todo eso de alguna forma a Alda, para que ella comprendiese la razón por la que había llegado el momento de despedirse definitivamente. 

—Alda —comenzó a decir Kevin—. Te debo una disculpa por lo de anoche. Espero no haberte puesto en una mala situación con las Sídhe. Actué de forma irreflexiva y me arrepiento de ello. 

—Entiendo que te enfrentases a Aengus, sé que solo querías defenderme. Es cierto que lo que dijo estaba fuera de lugar. No debes preocuparte por que haya ninguna consecuencia, y tampoco deberías pensar mal de las Sídhe por ese incidente. 

—Pero fue un cretino. Si yo no hubiese estado allí, estoy seguro de que hubiese intentado aprovecharse de ti. 

—Es cierto, pero hay que tener en cuenta las circunstancias. La hora a la que llegamos anoche fue inmediatamente después del banquete previo al amanecer, lo que quiere decir… 

—Que Aengus estaba bajo la influencia de la carne que había comido. 

—Eso es —confirmó Alda—. He hablado con él en otras ocasiones y su conducta ha sido perfectamente normal. El encuentro de anoche fue algo excepcional, que no tenía que haber ocurrido. Yo no tenía que haber estado en aquel lugar a esas horas. 

—En ese caso, mi conducta estará peor vista. Practicante le pegué y ni siquiera era responsable de sus actos. 

—Me estabas defendiendo y eso es lo que de verdad importa. Si Aengus llegará a quejarse, cosa que no creo que haga, nadie sería capaz de hablar en tu contra. Si alguien obró mal fui yo, por no haber estado en casa, y el propio Aengus, por hablarme de aquel modo, aunque no tuviese pleno control de lo que hacía. 

—¿No se enfadará contigo Velenna? 

—No lo creo. Si le explicamos lo que pasó, estoy segura de que lo comprenderá. 

—Eso espero. 

Hubo una pausa en la conversación. Ahora era el momento que Kevin estaba esperando, para poder hablar de su marcha. Sin embargo, no sabía por dónde empezar. 

—¿Qué tenías planeado hacer durante el día de hoy? —le preguntó a Alda, evitando decirle lo que de verdad tenía en la cabeza. 

—Quería ir a hablar con Velenna, tengo algo urgente que discutir con ella. 

—¿De qué se trata? 

—Nada que no pueda esperar un rato —respondió la chica, que al parecer tenía algo más en mente—. Igual me equivoco, pero he notado que estas intentando decirme algo, y creo saber lo que es. Estas buscando la manera de hacerme saber que vas a volver a tu mundo. 

—¿Cómo lo has sabido? 

—Solo lo he intuido. Por eso había pensado en retrasar mi visita a la anciana. Si solo disponemos de unas pocas horas más juntos, me ha parecido buena idea que las pasásemos aquí solos. 

—No hace falta que alteres lo que fueses a hacer por mí. Puedo ir contigo a ver a Velenna ahora mismo, si quieres. 

—No, ya habrá tiempo de eso después. Quizás más tarde surja algo y ya no tengamos una oportunidad como esta. 

—¿A qué te refieres? 

—En el mundo de los Djin acordamos terminar una conversación que teníamos pendiente. Pero fue todo tan apresurado que no pudimos hacerlo. Es posible que esta sea la última vez que estemos juntos así. De modo que, si a ti te parece bien y todavía quieres que nos conozcamos mejor, me gustaría que lo hiciésemos ahora. 

—Claro, si es lo que quieres. Pero no quiero aburrirte, mi vida no ha sido precisamente emocionante, al menos no hasta que nos encontramos. 

—No importa. Como no conozco tanto de tu mundo, cualquier cosa que me cuentes me resultará fascinante, especialmente si es sobre ti. Así que, ¿por qué no me cuentas cómo vivías antes de que el viento de Kalen te llamase? 

Kevin asintió con la cabeza y empezó a hablarle a la chica de los momentos más importantes de su pasado. Cuando Alda no entendía algo, le preguntaba, y él se lo aclaraba lo mejor que podía. Le sorprendió la facilidad con que la chica comprendió los problemas que tenía en su mundo, y en ningún momento ella menospreció sus preocupaciones, aunque no fuesen del calibre de perder a toda su familia y su raza, como le había pasado a la Fane. 

Hablaron durante mucho rato, sobre ellos mismos y las cosas que les gustaba hacer. Kevin descubrió que la vida de Alda tampoco había sido particularmente excitante antes de que empezase todo aquello. Los dos compartían más cosas en común de lo que hubiese podido imaginarse, y aunque no pudiese olvidar el hecho de que su amiga no fuese humana, se sintió mucho más próximo a ella después de su conversación. Por un instante, se quedaron mirando el uno al otro sin decir nada. Sostuvo la mano de Alda entre las suyas, con ternura, pensando que aquella era la autentica despedida. 

Quizás más tarde se dijesen adiós y hubiesen algunas palabras más, pero Kevin sabía que en un futuro, cuando mirase hacia atrás y recordase los últimos momentos que había pasado con la que había sido su compañera de aventuras, lo que acudiría a su memoria sería aquella conversación. 

—No iba a decir nada, pero es que sois realmente insoportables —dijo Efreet desde debajo de la cama, habiendo escuchado todo lo que habían estado diciendo—. No me puedo creer que dos criaturas tan insignificantes como vosotros hayan podido capturarme y me mantengan cautivo. 

Como de costumbre, el genio se las había arreglado para estropear el momento. Kevin soltó la mano de la chica y se puso en pie. Miró por la ventana y se dio cuenta de que el sol empezaba a descender. Estaba atardeciendo y todavía tenían que ir a ver a la anciana, preferiblemente antes de que empezasen las actividades nocturnas. No quería tener que volver a cruzarse con alguna otra Sídhe intoxicada por lo que acababa de comer, temía volver a perder los estribos ante un comentario como el de la noche anterior. 

Alda se levantó también y le pidió que la siguiese. Salieron de la casa y se adentraron en el poblado, de camino al árbol central, para reunirse con Velenna. Era pronto y las Sídhe todavía no habían regresado de sus cacerías. Las calles estaban prácticamente vacías, al igual que la plaza. 

Kevin prefería esa tranquilidad. Aunque tenía hambre, le había cogido algo de aprensión a toda la celebración relacionada con la comida en aquel lugar. No le importaba tener que esperar un poco más antes de probar bocado, si eso significaba que tardaría más tiempo en ver a los habitantes del poblado embriagados. 

Subieron hasta la cima del árbol y entraron en la esfera, atravesando los pasillos hasta llegar a la habitación de las ancianas. En la sala se encontraba Velenna sentada, e inmediatamente les invitó a pasar y a tomar asiento. 

—¿Qué os trae por aquí tan temprano? —preguntó la mujer. 

—Quería hablarte de un asunto —respondió Alda—. Es algo bastante importante y no me parecía bien demorarlo más. 

—Ya veo. Me estaba preguntando cuánto tardarías en comunicarme tu decisión. 

—¿Quieres decir que sabes lo que he venido a decir? 

—Así es. Pero no dejes que te interrumpa. Continúa, por favor. 

—No ha sido una decisión fácil y no me siento muy orgullosa conmigo misma por ello. Pero después de mucho pensarlo, me he dado cuenta de que no puedo ser la nueva madre de las Sídhe.

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