lunes, 16 de septiembre de 2019

V. ENTRE LEYENDAS (2)



V. ENTRE LEYENDAS



2


Kevin se dio la vuelta y se quedó mirando el teléfono, con curiosidad, extrañado ante aquel fenómeno. No cabía duda de que se trataba de una simple coincidencia. No podía ser más que una simple casualidad que alguien llamase a una cabina en medio de la calle justo en el momento en que él pasaba por allí. Era algo curioso que, a fin de cuentas, no le concernía. Al final, el aparato dejó de sonar, y él se rió por dentro, pensando en cómo las cosas más tontas podían todavía sorprenderle después de todo lo que había visto en los últimos días.

Se giró una vez más para retomar la misión que tenía entre manos y… 

Justo en ese instante el teléfono comenzó a sonar de nuevo, indicándole que quizás aquello era algo más que una mera coincidencia.

Volvió a acercarse hasta la cabina y dudó por un momento. Pensó que igual estaba siendo víctima de algún tipo de broma, era posible que algún crío le estuviese viendo desde una ventana y estuviese divirtiéndose a su costa, haciéndole pasar un mal rato. Pero tenía el presentimiento de que aquello no era ninguna broma, en su interior sabía que la llamada era para él.

Descolgó el auricular y se lo aproximó al oído. No dijo nada, simplemente esperó a que pasase algo. Entonces alguien le habló desde el otro lado de la línea.

—No temas —dijo la voz—. Estoy de tu lado.

—¿Quién eres?

—Creo que ya sabes quién soy. Hemos hablado en varias ocasiones con anterioridad.

Kevin se quedó pensando un momento en aquellas palabras. No creía conocer a nadie que pudiese… De pronto reconoció la voz, le había costado un poco porque sonaba algo distinta a través de aquel aparato, distorsionada y menos nítida, a diferencia que cuando le había hablado directamente en el interior de su cabeza, telepáticamente o como quiera que lo hiciese.

Supo quién era, era la misma persona que le había estado ayudando en varias ocasiones ya, el propietario de una voz que, al principio, había creído ser un producto de su imaginación o una manifestación de su propio subconsciente, pero que había resultado ser muy real. Sin embargo, hablar con esta persona en su propio mundo y por un medio de comunicación tan mundano como aquel, le hacía asumir por completo la existencia de aquel individuo, algo que hasta el momento no había sido capaz de hacer.

—Me has salvado la vida muchas veces —admitió Kevin—. Creo que debería agradecértelo, aunque no nos hayamos visto antes, ni sepa cómo ni por qué haces esto.

—En realidad sí que nos hemos visto antes. Pero eso no es importante en este momento, ya habrá tiempo en un futuro para las presentaciones. Lo que de verdad debería importarte ahora es que tienes que tomar una decisión de carácter trascendental.

—¿Una decisión?

—Así es, y de lo que elijas dependerá no solo tu futuro sino el de muchos.

—No entiendo lo qué quieres decir. Yo solo estaba buscando la manera de volver a casa.

—Lo sé, ¿pero has pensado si eso es lo que realmente deseas? Si de verdad hubieses querido regresar a tu casa, cuando tocaste la melodía que te trajo de regreso a nuestro mundo, hubieses aparecido directamente en tu hogar. Pero no fue así, en lugar de eso, has aparecido en un país extranjero por un motivo que desconoces, pero que ha servido de guía para que el viento de Kalen te condujese hasta dónde estás ahora.

—Eso no es posible, lo único que quiero es volver a mi pueblo y continuar con mi vida, es lo que he querido hacer desde que todo esto empezó.

—Estas luchando contra ti mismo. Creo que en el fondo sabes que tu viaje no ha terminado, pero no quieres aceptarlo, no eres capaz de admitir que tu vida ya no volverá a ser la misma. Es normal que estés asustado, cualquier persona en su sano juicio lo estaría si hubiese vivido tus experiencias. Por eso te he dicho que debes tomar una decisión.

—¿Y qué decisión sería esta, si puede saberse? —preguntó Kevin, con un tono de descaro, ante aquel desconocido que creía conocerle mejor de lo que se conocía a sí mismo.

—Es fácil, debes decirme si quieres volver a tu país o si lo que quieres hacer es seguir tu verdadera voluntad. Si lo que decides es regresar a tu hogar, a tu pueblo, tengo los medios para hacerte llegar el billete de avión y algo de dinero para cubrir tus necesidades hasta que llegues al aeropuerto. Podrías tenerlo en tan solo unos minutos. Sin embargo, si decides que ese no es tu camino, también puedo ayudarte, aconsejándote sobre la mejor forma de actuar. Ahora lo que realmente debes preguntarte antes de decidir es: ¿En qué estabas pensando cuando tocaste la flauta? ¿Fue en volver a tu casa o en algo distinto?

Kevin tuvo que pensar sobre ello y, aunque su sentido común y su cordura le pedían que aprovechase aquella oportunidad para dejar atrás toda la locura que se había introducido en su vida sin que él lo hubiese pedido, en el fondo sabía que esa persona tenía razón. Cuando había tocado la flauta en la ciudad Djin había estado nervioso y atemorizado por lo que pudiese pasarle, muchas cosas habían pasado por su cabeza, pero en el momento de la verdad, en lo que había estado pensando no había sido en regresar a su casa, sino en Alda. Había estado profundamente preocupado por la chica, queriendo saber si al final ella habría conseguido llegar al mundo de las Sídhe o la habían hecho cautiva. No podía olvidarlo todo y retomar su vida sin asegurarse de que la chica estuviese bien. Desde que la había llevado con él, sacándola de aquel bosque, se había sentido responsable de ella, aunque luego la Fane le hubiese explicado que todo había pasado a causa del viento de Kalen. No había salvado a Alda para luego dejarla a merced de unos seres que no sabía cómo la tratarían, ya fuesen los Djin o las Sídhe. Tenía que saber la verdad, tenía que volver a ver a Alda y comprobar que ella estuviese a salvo, solo entonces podría regresar a casa con la conciencia tranquila.

—¿Has tomado tu decisión? —preguntó la voz al otro lado del auricular.

—Sí, lo he hecho. Tengo que encontrar a Alda y asegurarme de que escapó de los Djin.

—¿Solo eso? Si es lo único que quieres saber, yo mismo te puedo confirmar que, en efecto, la Fane ya no se encuentra en aquel mundo desértico.

—Me alegro, pero no es suficiente. Tengo que verla, hablar con ella y asegurarme de que está bien.

—Eso requerirá que vuelvas a viajar a un nuevo mundo. ¿Estás dispuesto a ello?

—Lo estoy —dijo Kevin con decisión.

—Muy bien, entonces te ayudaré a encontrar a tu amiga. Como te he dicho, hay una razón por la que el viento de Kalen te ha traído hasta ese lugar, eso es porque cerca del sitio en el que te encuentras hay alguien que conoce la canción que abre el camino hacia el mundo de las Sídhe. Lo único que tienes que hacer es encontrar a esta criatura y convencerla para que te enseñe la melodía.

—¿Una criatura? Quieres decir que no es de este mundo —adivinó Kevin.

—No, no es un ser humano. Es un ser originario del mundo de las Sídhe, que llegó al nuestro por accidente hace muchos años y ha permanecido aquí desde entonces.

—¿Cómo lo encontraré?

—Habla con todo el que puedas, aprende las leyendas locales, y las historias te guiarán en la dirección adecuada. Yo mismo podría decirte en este instante qué es lo que andas buscando, pero necesitas aprender el idioma, y la única forma de que el instrumento te ayude a hacerlo es que entres en contacto con la gente. Lo único que puedo hacer es adelantarte algo de información para orientarte en la dirección adecuada. Te daré dos pistas: la primera es que deberás viajar hacia el norte y la segunda es que muchos más van tras esta esquiva criatura.

—¿No podrías decirme nada más concreto?

La pregunta de Kevin no obtuvo respuesta, ya no escuchó más palabras de aquella voz misteriosa, solo un pitido intermitente que le indicaba que la comunicación se había cortado. Ahora todo dependía de él, tendría que seguir adelante por su cuenta, guiándose únicamente por esos escasos fragmentos de información, algo crípticos, que le habían proporcionado.

Según el hombre con quien había hablado por teléfono, su punto de partida debía ser la gente de los alrededores. Tenía que entrar en contacto con personas y hablar con ellos. Como no conocía el lugar, pensó que podía regresar a las ruinas del castillo, aquello estaba repleto de turistas y, siendo un punto donde las visitas serían frecuentes, estaría durante un rato en compañía. Se puso en camino, por la misma calle por la que había llegado hasta la cabina telefónica, volviendo sobre sus pasos.

De repente, cuando había recorrido más o menos la mitad de la distancia que le separaba de su objetivo, escuchó una especie de chillido agudo que provenía de algún punto por encima de él. Levantó la vista y vio a un ave sobrevolándole. Le pareció que era un águila o un halcón, no hubiese sabido decirlo con certeza, pero lo realmente sorprendente fue que, justo cuando estuvo por encima suyo, dejó caer algo.

Se acercó al objeto que había aterrizado en el suelo a sus pies, se agachó y lo recogió, comprobando que se trataba de una pequeña bolsita. Abrió el paquete y en su interior encontró cinco billetes y un papel doblado. Extrajo el papel, lo extendió y comprobó que tenía algo escrito: “Espero que este pequeño obsequio te ayude a encontrar tu camino”. El mensaje le daba a entender que la bolsa no había caído allí por accidente, sino que alguien se la había hecho llegar, y por el contenido de la nota intuía que se trataba de la persona con quien había estado hablando hacía tan solo unos minutos. Después de leer el mensaje, sacó los billetes y los contó, el regalo consistía en un total de cien libras, un dinero con el que, si bien no podría hacer gran cosa si su búsqueda se prolongaba, le serviría para no pasar hambre.

Todo el fenómeno fue muy extraño, se preguntaba cómo era posible que aquel desconocido hubiese podido hacer llegar a un pájaro con un paquete para él hasta su posición exacta, y de una forma tan extraordinariamente rápida y eficaz. Claro que, podía esperar cualquier cosa de alguien que era capaz de hablarle incluso desde el interior de su cabeza. El solo pensamiento de que existiese alguien con tanto poder en su mundo le parecía inquietante. No sabía qué clase de criatura era el extraño, pero esperaba que no tuviese algún oscuro propósito, como los Djin. De ser así, sería un adversario realmente temible. Al menos, por ahora, sabía que aquel hombre estaba de su lado y eso era bueno, pero no cometería de nuevo el error de confiar demasiado rápido en alguien potencialmente peligroso.

SIGUIENTE

lunes, 9 de septiembre de 2019

V. ENTRE LEYENDAS (1)



V. ENTRE LEYENDAS



1


Alguien le estaba hablando, de eso estaba seguro. El problema era que no entendía lo qué le estaban diciendo.

Kevin abrió los ojos y se encontró con la cara de un hombre mayor que él. Le pareció que el rostro del desconocido mostraba preocupación. Además, no dejaba de emitir unos sonidos que le costaba entender. No era la primera vez que había tenido un problema como aquel desde que había iniciado su viaje. La flauta le había concedido la habilidad de entender todas las lenguas. Sin embargo, eso solo ocurría cuando Kalen, el antiguo propietario del instrumento, había estado en contacto con los seres que hablasen la lengua en cuestión. Aparentemente no había regresado a su mundo, sino que había ido a parar a algún otro lugar, un sitio al que ni siquiera el propio Kalen había viajado nunca.

Miró a su alrededor y vio que estaba tumbado en la hierba, al lado de las ruinas de un castillo. Todavía se sentía algo mareado por el viaje. Por un momento había creído que no iba a poder escapar a tiempo de Iblis, pero todo había salido bien, más o menos. Aunque estuviese en un mundo extraño, al menos no estaba en ningún peligro inmediato.

La persona que estaba observándole parecía bastante normal para lo que había estado viendo últimamente. El hombre vestía con unos pantalones color caqui y una robusta chaqueta impermeable. Además llevaba una cámara de fotografiar colgada del cuello…

¿Una cámara?

Kevin se incorporó y se fijó mejor en el entorno. Había más gente dando vueltas por el lugar, todos ellos de apariencia normal, sin ningún detalle extravagante, ni rasgos físicos poco convencionales. Muchos de ellos llevaban cámaras y se hacían fotografías unos a otros. Escuchó con atención y descubrió que era capaz de reconocer unas palabras que había dicho alguien de los que deambulaba por las ruinas. La gente estaba hablando distintos idiomas, pero él había conseguido identificar una de las lenguas como inglés.

Se puso en pie, ignorando al hombre que había estado observando su reacción, y se dio cuenta de que si miraba a lo lejos podía distinguir una carretera y dos autobuses. Eso solo podía querer decir que su primera impresión había sido errónea, sí que estaba de regreso en su mundo y las personas que estaban junto a él no eran de otra especie, sino turistas.

Estaba de regreso, pero no reconocía el paisaje. Intuía que había ido a parar a un lugar distinto del que salió. Todos aquellos extranjeros y la diferencia en el tiempo, siendo aquí mas frío y húmedo que en el pueblo donde vivía, eran un indicativo de que estaba bastante lejos de casa, tal vez incluso en un país extranjero. Era una contrariedad, pero nada importante ahora que estaba entre seres humanos. Lo primero que tenía que hacer era averiguar exactamente a dónde había ido a parar y, cuando lo hubiese hecho, pensaría en la manera de volver a su pueblo.

Lo más fácil hubiese sido preguntarle a alguien, pero aunque hablaba algo de inglés, no creía ser capaz de poder usar la lengua con la bastante fluidez como para explicar su situación. Le resultaba extraño que el viento de Kalen no funcionase, haciéndole entender las lenguas. Después de todo, debería funcionar con humanos. Pese a ello, no tenía sentido insistir en algo a lo que no podía darle explicación. Lo mejor que podía hacer era buscar en las cercanías alguna señal, mapa, o cualquier otro tipo de información que revelase cuál era su posición.

Se dirigió hacia la salida de las ruinas y encontró un cartel en el que estaba escrito el nombre del lugar. Podía leer que en letras grandes ponía: “Inverlochy Castle”. Debajo había un dibujo de cómo debía ser el castillo cuando todavía estaba en pie, y a los laterales había una especie de descripción histórica. Desgraciadamente, su nivel de comprensión no era tan elevado como para sacar mucha información de aquel texto, aunque sí le pareció entender algo así como que el castillo era de construcción tipo inglesa. ¿Se encontraría en algún lugar del Reino Unido?

Salió a la carretera y se puso a caminar. A los laterales encontró casas bajas, de blancas fachadas, y coches aparcados con matriculas de color amarillo. Sin duda sus suposiciones eran correctas, estaba en el extranjero. Fue un poco más adelante, cuando vio en el escaparate de un comercio un maniquí masculino vistiendo una falda de cuadros, que pudo hacerse una idea más aproximada de su posición. Estaba en Escocia.

Conociendo su ubicación, ahora lo único que tenía que hacer era averiguar la manera de volver a su país. Entonces se dio cuenta de algo, estaba en el extranjero y no tenía dinero encima, ni tarjeta bancaria, ni tan siquiera tenía su identificación con él. La única manera de regresar a España era cogiendo un avión. Y sabía que aunque pudiese encontrar un vuelo barato, no podía permitirse pagarlo. No podía comunicarse bien con la gente y, aun habiendo podido, tenía que recordarse que se encontraba entre seres humanos, y la gente no te ayuda así por las buenas. Era un inmigrante ilegal y sin papeles que estaba a un paso de tener que tirarse en medio de la calle a pedir dinero.

Ya no tenía tan claro que su situación fuese tan buena como había pensado en un principio. La alegría por escapar de los Djin se había pasado. Tenía un nuevo problema entre manos. Podía imaginarse siendo arrestado por la policía, quienes le interrogarían, queriendo saber cómo se había colado en el país, mientras que él no podría contarles la verdad, para que no lo tomasen por loco.

Pensaba que por lo menos su situación podría haber sido mucho peor, tenía que dar las gracias por estar vivo. Si lo pensaba lo suficiente, seguro que daba con una solución a su problema. Igual, si conseguía solo unas monedas, podría llamar a alguien de su país, a un familiar o amigo, que le ayudasen de algún modo. “Ves, no es todo tan negro como lo estabas pintando”, se dijo. Todo debería serle más fácil aquí. Después de todo, había sobrevivido a un temible desierto interminable, a la ira de un gobernante con poderes sobrenaturales, y había escapado de una prisión inexpugnable.

Decidió que empezaría por buscar una cabina de teléfono, intentaría hacer una llamada a cobro revertido y, si no se aclaraba, le pediría unas monedas a alguien que pasase. Era un plan simple y no pensaba que le costase demasiado. Todo saldría bien…

—¡Hey! ¿Qué ha pasado? —dijo una voz a su espalda.

Se giró rápidamente, pensando que había encontrado a alguien a quien podía entender, alguien que hablaba su mismo idioma y que tal vez pudiese ayudarle. Pero cuando se dio la vuelta no vio nada más que una calle completamente desierta. Estaba completamente solo, no había ninguna persona que pudiese haber dicho nada.

Se preguntó si habría sido su imaginación. Aunque, a decir verdad, aquella voz en particular le resultaba familiar.

Entonces se dio cuenta de un detalle que había olvidado, debido a la prisa con la que había huido de la ciudad Djin. Se quitó la mochila de la espalda, la abrió y miró al interior, comprobando así que no había viajado solo. En el interior de la bolsa se encontraba todavía la botella que contenía a Efreet, exactamente en la misma posición en que él mismo la había dejado. Había llevado la botella consigo cuando había ido a ver a Iblis, para que este se la quedase antes de marcharse, pero como luego las cosas se habían descontrolado, al final no se había deshecho del genio

—¿Cómo es que estás vivo? —preguntó Efreet—. Lo escuché todo, pensaba que a estas alturas Iblis te habría dejado carbonizado. Tengo que admitir que tengo curiosidad por saber en qué agujero de la ciudad nos has metido para que ese rey loco no nos encuentre.

Aquello fue una desagradable sorpresa, Kevin no esperaba tener que volver a ver a un Djin nunca más durante el resto de su vida y, sin embargo, allí estaba posiblemente el peor de ellos, hablando con él como si tal cosa. Realmente no quería responder a la pregunta del genio, no le apetecía nada hacerlo, pero aun así pensó que, quizás, si lo hacía, aquel ser dejase de molestarle durante un rato.

—No estamos en la ciudad —le contestó.

—¿Has conseguido subir al desierto por tu cuenta entonces?

—No.

Dicho esto, sacó la botella de la mochila y la levantó sobre su cabeza, dejando que el Djin viese por sí mismo el paisaje del lugar en que se hallaban.

—¿Qué es esto? —preguntó sorprendido Efreet—. No conozco ningún lugar en mi mundo que sea así.

—Eso es porque no estamos en tu mundo, sino en el mío.

No tardó en arrepentirse de haberle dicho la verdad al genio, ya que a partir de ese momento la criatura no paró de hablarle y hacerle preguntas. Ante la verborrea de su inesperado compañero de viaje, lo que hizo fue guardar la botella de nuevo en la mochila y esperar que, eventualmente, el Djin se callase.

El hallazgo le planteaba un nuevo dilema. Nunca sería capaz de pasar por la seguridad de un aeropuerto cargando con aquella botella de plástico, y no podía abandonarla en cualquier sitio. Si tiraba al Djin, alguien podría encontrarlo y dejarlo en libertad accidentalmente, permitiendo que la criatura dejase un rastro de destrucción por allá donde pasase, quizás esclavizando a la humanidad entera. Podría enterrar la botella en algún sitio, pero eso tampoco le garantizaba que no la fuesen a encontrar algún día, no al cien por cien. Kevin era responsable de haber traído al genio a este mundo y, por lo tanto, tenía que hacerse cargo de la criatura. Pensó que podría meterlo dentro de una maleta y facturar el equipaje, quizás así pudiese llevárselo en el avión, pero eso quería decir que tenía que hacer un gasto más, porque, obviamente, no tenía una maleta con él.

Independientemente de la solución que decidiese, el plan no había variado tanto. Necesitaba llamar a alguien que pudiese hacerle llegar dinero, o un billete de avión, lo antes posible.

Tras seguir caminando un poco por la calle, encontró una cabina. Se acercó al aparato y buscó alrededor, tratando de localizar algún tipo de instrucciones que indicasen cómo hacer una llamada a cobro revertido, nunca había hecho aquello y no tenía la menor idea de si era posible en su situación. No encontró nada parecido a lo que necesitaba. Había unas instrucciones pero no fue capaz de identificarlas, aunque sí reconoció el prefijo que tenía que marcar para llamar a España. Ahora solo necesitaba algunas monedas para hacer la llamada.

Pensó que podría probar suerte en los comercios, tal vez en algún local alguien hablase su idioma, o tuviesen bastante paciencia con él para poder hacerles entender su situación. No le gustaba tener que depender de la generosidad de la gente, pero era eso o quedarse allí en medio de un país extranjero, cruzado de brazos, esperando un milagro que no llegaría nunca. Sin más dilación, decidió que lo mejor sería ponerse en marcha cuanto ante. No sabía cuál era el horario comercial de la zona, y si se le pasaba la hora y cerraban los locales, tendría muchísimas más dificultades para conseguir la ayuda que necesitaba.

Comenzó a alejarse del teléfono público y entonces ocurrió algo extraño, escuchó cómo el aparato que dejaba tras él empezaba a sonar, indicando que alguien estaba llamando.

SIGUIENTE