lunes, 30 de marzo de 2020

VI. NOCHES EN EMAIN ABLACH (8)



VI. NOCHES EN EMAIN ABLACH



8


La tarea de llevar las piezas de regreso al poblado fue realmente complicada. Ambos colaboraron para poder mover aquel animal descomunal por entre los árboles, pero este era muy pesado y les costó muchísimo avanzar. Consiguieron llegar hasta el puente que daba acceso a la aldea y arrastraron al oso por él, con bastante dificultad, porque el cadáver no dejaba de atascarse. Pero finalmente consiguieron llegar a su destino, en la plaza de la estatua de Leannan, donde el resto de las Sídhe les miraban con asombro. 

Alda se aseguró de exponer sus presas de forma apropiada bajo la estatua, para que pudiesen ser vistas a la perfección. Aunque ello no hubiese sido necesario, porque el oso destacaba especialmente entre el resto de los animales que habían traído los demás habitantes del poblado. 

Al rato, la fiesta comenzó del mismo modo que lo había hecho la noche anterior. Vieron la puesta de sol. Empezó a sonar la música y las ancianas Sídhe salieron al palco para tomar su decisión. 

Alda permaneció de pie, al lado del oso, a la espera de la reacción de Velenna. Kevin miró en dirección al balcón y comprobó que la anciana le hacía un gesto de asentimiento con la cabeza a su amiga, indicándole que estaba complacida con lo que les había traído. Después, la Sídhe señaló las piezas que iban a ser servidas en aquel momento, empezando por el animal que había cazado la Fane. 

Cuando la carne estuvo cocinada, Kevin no se lo pensó dos veces y decidió coger un pedazo de carne de la que había sido cortada del oso que había cazado Alda y que ambos habían transportado por el bosque. Vio que su amiga le sonreía con timidez cuando se dio cuenta de dónde procedía la porción que él había escogido para comer. Después, ella hizo lo mismo y se agenció también un trozo, tras lo que le pidió que se lo comiesen de camino hasta lo alto del árbol central. En esta ocasión, Alda no quería volver a presentarse tarde ante la anciana Sídhe. 

—Has demostrado ser muy capaz —cumplimentó Velenna a Alda cuando llegaron arriba—. Pese a que no dispones de nuestros dones naturales, has podido atrapar a una presa con la que casi podrías haber alimentado tú sola a todo el poblado. 

—Quería que vieses que puedo aportaros tanto o más que cualquier otra Sídhe —le respondió la chica. 

—Me complace tu dedicación. Pero ya sabes que no es necesario. Tus futuras funciones van más allá de la caza de un simple animal, ya estás haciendo suficiente por nuestro pueblo. 

De nuevo, a Kevin le pareció que había más en aquellas palabras de lo que parecía. Además, no le gustó la forma en que la anciana había hablado a su amiga, de algún modo parecía que la estaba regañando con sutileza, para no ofenderla. Eso no le hizo ninguna gracia, había visto lo mucho que Alda se había esforzado en atrapar al oso y sintió que era su deber salir en defensa de su compañera. 

—Disculpa Velenna —le dijo a la anciana—. Creo que Alda ha realizado una gran labor y tengo la impresión de que estás menospreciándola o restándole importancia. 

—Kevin, no hace falta que… —la Fane intentó decir algo, pero no le salían las palabras. 

—Sí que hace falta —afirmó Kevin—. ¿Cuáles son exactamente esas funciones que tiene que realizar Alda en un futuro, esas que son suficientes para el pueblo? —quiso saber. 

Pero nadie respondió a su pregunta. En lugar de decir nada, la anciana miraba a los ojos de la Fane, como si buscase la aprobación de ella para poder hablar. Pero Alda tampoco decía nada, simplemente inclinaba la cabeza, mirando al suelo. 

Aquella reacción fue más de lo que Kevin pudo soportar. Empezaba a estar cansado de que le estuviesen dejando de lado de aquella forma. Estaba claro que había una información que no estaban compartiendo con él de forma premeditada. Ahora estaba completamente convencido de ello. 

—Muy bien —dijo visiblemente irritado, mientras se levantaba de la silla en la que estaba sentado y se dirigía hacia la puerta de la sala—. Me largo de aquí. Ya estoy harto de esto. Las dos me estáis ocultando algo importante. No sé cuál es la razón de ello, pero es algo que desde luego contradice todo aquello de la confianza mutua de la que hablábamos ayer. Creo que mi presencia en este mundo se ha alargado ya demasiado. 

Dicho esto, Kevin abandonó la estancia, sin dar tiempo a nadie a decir nada más. Bajó las escaleras a paso ligero, decidido a regresar hasta la casa de Alda, recoger sus cosas y tocar la flauta para volver a su mundo. Había sido un ingenuo al preocuparse por aquella persona. Pensaba que si la chica era capaz de tener todo ese secretismo con las Sídhe, era porque estaba perfectamente integrada. Sentía que quien sobraba allí era él mismo. 

Caminó por el poblado, sin pararse a mirar nada. Toda la fiesta y las actividades nocturnas del lugar ya no le importaban lo más mínimo, lo único que quería era salir de allí cuanto antes. Regresaría a su vida normal de una vez por todas. 

Cuando llegó hasta la casa, fue directo hasta la cama, se agachó para recogerlo todo y guardó sus pertenencias en el interior de la mochila. Efreet le dijo algo, pero ni siquiera se molestó en escuchar las palabras del genio. Estaba demasiado alterado para hacer caso de de nada. Sacó la flauta y se la llevó a los labios, decidido a utilizarla para irse. Pero antes de hacerlo, recordó que llevaba en el cuello todavía el colgante de las Sídhe. Se lo quitó y lo dejó en la cama, no quería llevarse con él algo que no le pertenecía, además, tampoco quería tener nada que le recordase a aquel mundo. 

Hecho esto, volvió a acercarse la flauta a la boca. Sin embargo, no llegó a soplar por la boquilla del instrumento, antes de hacerlo, un sonido le interrumpió. 

Le había parecido escuchar el ruido que hacían los monos que había en el bosque. Aunque no podía ser, ya que tenía entendido que aquellos animales no entraban en el poblado, ya que no eran capaces de cruzar el puente invisible. De todos modos, aquello le había hecho detenerse, y ahora que empezaba a tranquilizarse, pensó que quizás estaba actuando de forma demasiado impulsiva. 

Consideró que al menos le debía a Alda la oportunidad de explicarse, aunque fuese en honor de la amistad que había pensado que tenían. Respiró hondo y decidió que esperaría a que la Fane volviese a casa antes de hacer nada prematuro. Le preguntaría directamente a la chica sobre todo lo que estaba pasando, y si ella no era capaz de responderle de nuevo, entonces se marcharía. 

De pronto volvió a escuchar el mismo ruido de antes. Estaba seguro de que se trataba de uno de aquellos monos, y esta vez estaba más cerca que antes. Se dio la vuelta y vio al animal de pie en la cama. Al parecer había entrado por la ventana, sin que se diese cuenta 

Al ver que su presencia había sido detectada, el mono se quedó paralizado, en tensión, preparándose para reaccionar a cualquier gesto súbito por parte de Kevin. Lo que aquella cosa peluda no sabía era que se había encontrado con alguien que no estaba de humor para aguantar las tonterías de nadie. Kevin simplemente hizo como que no había visto al mono y giró la cabeza de nuevo en la dirección contraria, esperando que, si no le prestaba atención, el animal volviese a irse por donde había venido. 

Entonces escuchó un pequeño golpe seco, lo que hizo que se diese la vuelta una vez más, para comprobar que el mono no hubiese hecho nada. Pero al hacerlo vio que la criatura ya no estaba allí, se había ido por la ventana, tal como había esperado que hiciese. Desgraciadamente, también se dio cuenta de que el animal no era lo único que ya no estaba en la habitación. El colgante con la perla había desaparecido.

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lunes, 23 de marzo de 2020

VI. NOCHES EN EMAIN ABLACH (7)



VI. NOCHES EN EMAIN ABLACH



7


—Esta mañana me vas a acompañar a cazar —le dijo Alda a Kevin poco después de que se hubiesen despertado. 

—¿Estás segura de que quieres que vaya contigo?¿No te molestaré? 

—Para nada. La caza va a ser otra parte de mi vida, así que he supuesto que te gustaría verlo. Además, de este modo tendrás la oportunidad de poder ver el bosque durante la mañana. 

—De acuerdo, iré contigo entonces. 

—Perfecto. Lo primero será que te cubras tú también con pieles, para pasar desapercibido entre los animales. 

La chica se fue hasta su cuarto y al poco regresó cargada con varias pieles de animales. Después dejó a Kevina solas para que pudiese vestirse adecuadamente, y cuando estuvieron preparados, se fueron hacia la puerta. 

—Espera —dijo Kevin antes de salir, al ocurrírsele una idea—. Podría coger la mochila. Nos podría ser útil para cargar algunas piedras para tu honda, y además podríamos llevar algo de agua por si nos entra sed. Seguro que estar dando vueltas por el bosque en busca de animales es una tarea agotadora, y poder refrescarnos la garganta de vez en cuando nos vendría bien. 

—No es mala idea —admitió ella—. Aunque acuérdate de sacar a ya sabes quien de dentro y dejarlo aquí, no queremos que nos ahuyente las presas. 

—Claro, no pensaba llevarlo con nosotros. 

—Oh, ya veo —dijo Efreet, al darse cuenta de que hablaban de él—. Me vais a abandonar aquí otra vez, dejándome solo durante todo el día. Muy bien, pero quizás quieras sacar de la mochila los frasquitos que te di. 

—¿Por qué razón habría de hacer eso? —le preguntó Kevin al genio, aun siendo consciente de que estaba entrando en su juego—. No te veía como el tipo de persona que pudiera tener esa clase de pataletas infantiles. Como no te llevo a ti, tampoco puedo llevar nada tuyo, ¿es eso? 

—Haz lo que quieras entonces, estúpido humano. —insultó el Djin, sintiéndose ofendido—. Solo estaba intentando hacerte un favor. 

—Espero que te des cuenta de la cantidad de cosas que están mal en lo que acabas de decir, empezando por el hecho de que ambos sabemos que tú nunca me harías un favor. 

—Kevin —le llamó Alda, quien todavía esperaba junto a la puerta—. Tenemos que irnos. No podemos perder el tiempo discutiendo con él. 

—Perdóname, tienes razón —pidió disculpas a su amiga. 

Decidió ignorar las palabras de Efreet, independientemente de lo que este dijese, y seguir con el plan que tenían para el día. Se colgó la mochila al hombro, después de haber sacado la botella del genio, y se dio media vuelta, encarando la puerta para marcharse. 

—De acuerdo —le dijo el Djin, al darse cuenta de que Kevin se iba—. Sí que tengo una razón para ayudarte. Estando aquí, me he dado cuenta de que puede que tenga que pasar mucho tiempo encerrado en este recipiente, dependiendo de ti. Solo quiero demostrar que puedo ser de utilidad, para que no tengas que dejarme siempre escondido en algún rincón, donde me muera del aburrimiento. 

Antes de marcharse, Kevin se quedó parado un momento, pensando en las palabras del Djin. No podía confiar en aquella criatura, por muchísimas razones, pero tenía que admitir que, dentro de la naturaleza egoísta de Efreet, lo que había dicho tenía cierto sentido. De modo que, si había algo de verdad en su petición, quizás debería escuchar sus razones, solo por si ignorarlo le ponía en algún tipo de peligro que pudiese haber sido evitado. 

—Si tienes algo que decir, habla rápido —dijo—. Tenemos que irnos ya. 

—Sí, es sobre los frascos que contienen el líquido de las tiendas de arena —aclaró el genio—. No debéis dejar que la vieja los vea. 

—¿Te refieres a Velenna? ¿Por qué razón debería ocultárselos? 

—Digamos que podría traerle malos recuerdos —dijo Efreet con voz maliciosa—. Especialmente teniendo en cuenta que la creación de esa sustancia fue únicamente posible gracias a los experimentos en los que se utilizó su sangre. 

—¡Por dios! —exclamó Kevin—. Parece que no hay nada que respetes… No tienes ética ninguna. 

—Es cierto, admito que cometí muchos errores en nombre de la ciencia. Pero no hay nada que pueda hacer ahora para cambiarlo. 

—Eso no justifica tus acciones. Ya decía yo que esa forma de manipular la naturaleza que usan las Sídhe era muy parecida al modo en que aparecían las tiendas de arena. Muy bien, siendo ese el caso, tienes razón. Lo más prudente será que deje los frascos aquí escondidos. 

Entonces sacó de la mochila los frasquitos que les había dado el Djin en el desierto y los metió bajo la cama, junto a la botella de Efreet. Luego se dirigió hacia Alda, para ponerse en marcha de una vez por todas. 

—¿No vas a darme las gracias? —preguntó Efreet. 

Pero Kevin no dijo nada, en lugar de eso miró a Alda y le hizo un gesto con la cabeza, dándole a entender que le dejaba el asunto a ella. Después salió de la casa, dejando detrás a la chica, quien le dio al genio la respuesta que estaba buscando, antes de salir ella también al exterior. 

—Una sola buena acción egoísta no es suficiente para enmendar todo el daño que has infringido a tantas razas —sentenció la Fane, haciéndole entender al Djin que ninguno de ellos tenía nada que agradecerle. 

Cuando abandonaron el poblado, después de cruzar el puente pero antes de adentrarse en el bosque, tuvieron una breve conversación respecto a lo que había ocurrido con el Djin. La chica le preguntó a Kevin si había reconsiderado la opción de deshacerse de Efreet, a lo que él le respondió que estaba de acuerdo. Le dijo a la Fane que en cuanto encontrase un modo seguro de desprenderse de la botella, definitivamente lo haría. 

Tras esto, ella le indicó varias reglas que tendría que seguir durante la cacería. Le pidió que procurase no hacer ningún ruido ni pronunciar palabra alguna mientras estuviesen moviéndose entre los árboles. Se comunicarían con gestos, y dado que Kevin no era capaz de trepar a los árboles con habilidad, permanecería en el suelo, agazapado unos metros por detrás de Alda, quien avanzaría desde lo alto. Su objetivo aquella mañana era regresar a la aldea habiendo capturado como mínimo dos piezas, las mejores que fueran capaces de encontrar. 

Kevin fue siguiendo a su compañera, con mucho cuidado de no interponerse en su camino o hacer algo que pudiese espantarle la caza. Al moverse de aquel modo por el bosque era más fácil encontrar todo tipo de animales. No solo vio monos como el que había visto al poco de llegar a aquel mundo, también había unas bestias peludas parecidas a jabalís, y criaturas mucho más grandes, similares a los osos. 

Las armas de Alda no eran precisamente poderosas, con lo que Kevin dudaba que hubiesen podido enfrentarse a uno de esos animales peligrosos. Sin embargo, la chica parecía empeñada en buscar una presa grande. Suponía que las Sídhe tenían una ventaja que su amiga no tenia, y es que gracias a su control sobre la naturaleza podrían usar raíces u otros elementos parecidos para retener a los animales más difíciles de abatir, para después rematarlos con flechas. En cuanto a ellos, no se imaginaba cómo iban a poder coger nada más grande que un mono a base de pedradas. 

Kevin no tardó en darse cuenta de que había subestimado la destreza de Alda. La chica no solo era ágil y veloz, pudiéndose desplazar con gran rapidez sobre las ramas de los árboles, además era increíblemente creativa. Su compañera no poseía las habilidades de una Sídhe, pero compensaba esa carencia preparando complicadas trampas. 

La primera víctima de la honda de Alda fue un mono, pero no era la presa que ella quería conseguir. La razón por la que abatió a ese animal fue para usarlo de cebo con algo mayor. La Fane iba tras unos de aquellos grandes bípedos, con la altura de un oso erguido, colmillos que salían retorciéndose de su boca y pelaje de color verduzco. 

Habían cubierto un desnivel del terreno para usarlo como foso y que el animal que se pusiese encima cayese dentro. Para que la trampa fuese eficaz, Alda colocó, colgado de una rama, el cadáver del mono que había matado antes, justo en la parte superior del agujero. Lo que ella pretendía era atraer al “oso” hasta allí, que la bestia acabase en el interior del agujero, y después rematarla dándole un buen golpe en la cabeza. A Kevin el plan le parecía una locura, pero su amiga parecía saber lo que estaba haciendo, de modo que no protestó, solo siguió las instrucciones que ella le daba, tal y como le había prometido antes de iniciar la cacería. 

Localizaron al animal que buscaban no muy lejos de la trampa, lo que en teoría les facilitaría el trabajo. El oso se estaba rascando la espalda contra la corteza de un árbol. Estaba tan distraído que no reparó en su presencia mientras se iban acercando, agazapados. 

Kevin se dio cuenta de que, si algo iba mal, quien estaba en mayor peligro era él mismo, ya que Alda permanecía siempre en lo alto, fuera del alcance de aquella criatura. Este pensamiento le hizo ponerse nervioso. Tenía confianza en su compañera, pero aun así la visión de aquel monstruoso animal, tan cerca, con aquellos colmillos… Sin pensar en lo que estaba haciendo, retrocedió un paso hacia atrás. 

Antes de darse cuenta de lo que había pasado, ya era tarde, había cometido un error descomunal. No había mirado donde ponía el pie y había chafado un montón de hojas secas, las cuales, al poner el pie encima, crujieron sonoramente. 

El oso levantó la cabeza y se quedó mirando en su dirección. Los ojos de Kevin se encontraron con los del animal, ambos habían notado la presencia del otro y esperaban a ver quién daba el primer paso. 

Kevin no esperó para ver si la bestia decidía ignorarlo. El miedo se apoderó de su cuerpo y salió corriendo en dirección contraria, sin pensar ni siquiera si estaba yendo en dirección a la trampa o si Alda seguía por encima de él. 

Corrió rápidamente, con desesperación. No importaba que hubiese estado cara a cara con peligros mayores, lo único que le importaba en aquel instante era el miedo que sentía. Vio un árbol que tenía una de las ramas más baja que las demás, estaba prácticamente a su altura, y pensó que si se subía ahí podría ascender un poco más, por encima de las otras ramas, hasta llegar a un lugar en el que estuviese a salvo. Trepó rápidamente, con relativa facilidad, y continuó subiendo hasta encontrarse a unos cinco metros de altura, lo suficiente como para que ningún animal pudiese llegar hasta él. 

Se tumbó sobre la rama, agarrándose a esta fuertemente para no caerse, y se quedó muy quieto. Tenía la vista clavada en el suelo, esperando que el oso apareciese por allí en cualquier momento. 

El tiempo pasó y su pulso fue recobrando su ritmo normal. Se tranquilizó, dándose cuenta de que, después de todo, el animal no le había seguido. Se sintió como un estúpido. Había actuado como el mayor de los cobardes, cuando ni siquiera había estado en autentico peligro, y lo peor de todo es que había dejado a Alda sola, estropeando el plan de la chica para capturar a la bestia. 

Empezó a descender con cuidado de no caerse, sorprendiéndose de que bajar era más difícil de lo que le había resultado subir. Estaba a dos ramas del punto más bajo cuando, de repente, perdió el equilibrio. Se resbaló y estuvo a punto de caerse del árbol. Afortunadamente, sus reflejos le salvaron en el último segundo. Quedó colgando de una rama, agarrado únicamente por las manos. Miró hacia abajo y vio que la caída no era muy grande, pero si se soltaba, sí que había suficiente altura como para hacerse daño. Empezó a balancearse hacia delante y hacia atrás, cogiendo impulso, hasta que sus pies alcanzaron la siguiente rama que estaba un poco más baja. De aquel modo, con otro punto de apoyo, pudo pasar por debajo del lugar al que estaba sujeto, dar la vuelta, y volver a colocarse en una posición estable y segura. 

El resto de la bajada fue mucho más sencilla, llegó al suelo sin mayores complicaciones y sin haberse hecho un solo arañazo. 

Estaba a punto de marcharse para ir al encuentro de Alda cuando vio un objeto brillando en el suelo, pegado al árbol del que acababa de bajar. Se acercó y comprobó que se trataba de la luna salvaje. Al parecer, cuando había perdido el equilibrio, el colgante se había desprendido de su cuello y había ido a parar allí. Había sido una suerte que se hubiese dado cuenta a tiempo, antes de irse. De no haber sido así, hubiese sido imposible volver a dar con aquel preciso lugar para recuperar el objeto. No quería ni pensar en lo terrible que podría haber sido perder la posesión más preciada de las Sídhe. Algo así hubiese sido una afrenta terrible contra toda aquella especie, especialmente cuando había prometido guardar y proteger la perla. 

Se agachó y recogió el colgante del suelo, encontrándose, al hacerlo, que estaba algo pegajoso. Se fijó en el punto del suelo donde lo había recogido y vio que había un pequeño charquito de color ocre. La luna salvaje había ido a caer justo sobre la orina de algún animal del bosque. Secó el colgante contra su ropa, con un poco de asco, y se lo volvió a poner en el cuello. Pensó que podría haber sido mucho peor, pero al fin y al cabo solo se había manchado un poco, por lo menos no lo había perdido. 

Miró hacia los árboles que tenía alrededor y le pareció identificar, por las marcas del suelo, el sitio por el que había llegado hasta allí. Se encaminó en esa dirección, para reunirse de nuevo con Alda. Mientras andaba, intentaba pensar en la mejor forma de excusarse frente a la Fane. Decidió que lo mejor que podía hacer era decirle la verdad, que se había asustado y había perdido el control. 

Conforme iba siguiendo el rastro que él mismo había dejado al correr, se iba dando cuenta de lo mucho que se había alejado. De una cosa podía estar seguro, el instinto de supervivencia que le hacía salir disparado en las situaciones de peligro, eso era algo con lo que siempre podía contar. A decir verdad, aunque en esa ocasión solo hubiese hecho el ridículo, de no haber sido por hacer eso mismo en la ciudad Djin, en aquel momento estaría muerto o sería un esclavo, con lo que tampoco tenía por qué avergonzarse tanto de su reacción. Era algo incontrolable. Al igual que Alda provocaba visiones a la gente cuando se asustaba, él salía corriendo. No era la mejor de las habilidades, pero era útil. 

Mientras tenía esos pensamientos para intentar justificar sus actos y convencerse a sí mismo de que no había hecho nada malo, llegó al sitio desde donde había empezado a correr. El oso ya no se encontraba allí, en su lugar estaba Alda, plantada de pie entre los árboles, esperándole. Se acercó hasta ella, decidido a pedir perdón antes de que la chica tuviese la oportunidad de expresar su enfado con él. Pero no fue lo bastante rápido, la Fane habló antes. 

—Lo siento mucho —se disculpó Alda—. No debí haber dejado que te acercases tanto hasta el animal. Menos mal que estás bien. 

Kevin se quedó algo sorprendido por las palabras de la chica. Estaba esperando que ella le regañase por haber salido corriendo o por haber asustado al oso, pero en lugar de eso, actuaba como si quien hubiese cometido un error hubiese sido ella. 

—No te disculpes —le dijo Kevin—. Ha sido culpa mía, he sido descuidado y te he estropeado el plan. 

—No estés tan seguro de eso. 

—¿Qué quieres decir? 

—Cuando la bestia te vio, comenzó a perseguirte. Bajé a suelo para intentar ayudar, porque vi que el animal era más rápido que tu. 

—Entonces sí que me persiguió… —pensó en voz alta, dándose cuenta de que el peligro había sido real y no había huido tontamente como había creído. 

—Estuvo a punto de darte alcance. Vi como levantaba su zarpa para dejarla caer sobre tu espalda. Entonces me asusté muchísimo y en ese momento la bestia se detuvo, confusa. Creo que le provoqué una alucinación y eso le hizo desorientarse y olvidar lo que estaba haciendo, permitiendo así que tú pudieses escapar. 

—Vaya. ¿Y qué pasó con el oso? 

—¿Oso? 

—El animal, quiero decir. 

—Ven —le pidió la Fane—. Compruébalo por ti mismo. 

Alda guió a Kevin por entre los árboles hasta un lugar donde se escuchaban rugidos lastimeros. Habían vuelto al sitio donde habían preparado la trampa. Kevin se inclinó hacia delante y comprobó que el oso había caído en el interior y se removía, incapaz de salir. 

Según le dijo la chica, cuando la bestia se hubo recuperado de la alucinación, se había fijado en ella. Alda había subido a los árboles, para que no la atrapase, sin embargo, la criatura no había desistido, sino que la había perseguido desde el suelo. Dadas las circunstancias, ella había aprovechado la insistencia del oso para atraerlo hasta la trampa, donde este había caído irremediablemente. Después de aquello, había regresado al mismo punto del bosque donde se había separado de Kevin, esperando que él pudiese encontrar el camino de vuelta hasta allí. 

Solo quedaba rematar al animal, algo que Alda se apresuró en hacer con la ayuda de la honda. Fue un golpe fuerte y preciso en el cráneo, suficiente como para hacer que dejase de gruñir para siempre. 

Kevin vio que la chica estaba visiblemente orgullosa con el resultado de su cacería. Tenía las dos presas que quería, el mono y el oso, y una de ellas era de gran tamaño, más grande que cualquiera de las que habían visto la noche anterior, expuestas durante la celebración nocturna de las Sídhe.

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lunes, 16 de marzo de 2020

VI. NOCHES EN EMAIN ABLACH (6)



VI. NOCHES EN EMAIN ABLACH



6


Alda le guió entre los árboles, alejándose de la plaza para ir hasta otro lugar. Las calles estaban a rebosar de Sídhe, era como si la fiesta se extendiese por toda la aldea. Mientras andaba en dirección a donde fuese que la Fane le estaba conduciendo, Kevin pudo ver grupos de personas dedicándose a todo tipo de actividades lúdicas. Había competiciones de fuerza, exhibiciones de danza, gente que moldeaba las raíces de los árboles haciendo esculturas con ellas. Era un espectáculo constante, no había ni un solo lugar donde no hubiese algo digno de ser contemplado.

Finalmente se detuvieron en una explanada donde había una gran multitud de Sídhe sentadas en el suelo. Su compañera tiró de él, indicándole dónde había un hueco entre las personas que estaban allí reunidas, y pasaron hasta ese espacio, con cuidado de no pisar a nadie en el camino. Entonces se sentaron, al igual que los demás.

Kevin iba a preguntarle a Alda qué era lo que estaban haciendo, pero en ese momento toda la gente se quedó callada repentinamente. Al mismo tiempo, los insectos que había alrededor salieron volando hasta un gran espacio que había por delante de ellos. Al ocurrir esto, la explanada donde estaban sentados quedó completamente a oscuras, permitiéndoles ver con más claridad la zona hacia donde habían ido a parar los bichos luminosos. Fue entonces cuando Kevin se dio cuenta de lo que estaba pasando. El lugar que estaba por delante de ellos era un escenario, el cual ahora estaba iluminado para que saliesen los actores a escena.

De pronto, una persona apareció en el escenario, una mujer… No, era un hombre disfrazado de mujer. El actor no hablaba, solo gesticulaba. Kevin vio que aquella Sídhe se movía de un lado a otro, de forma armoniosa, siguiendo el ritmo de una música muy suave. Entonces el actor simuló caerse al suelo, al mismo tiempo que la música cambiaba, sonando de forma estridente por un segundo. Desde su posición, el actor levantó los brazos hacia el cielo, como si esperase o estuviese rezando. Al hacer esto, algo descendió suavemente brillando desde el cielo. La Sídhe recogió lo que había caído y se levantó de nuevo con fuerza, mientras la música retumbaba haciendo entender al público que estaba ocurriendo algo muy importante. Se colgó el objeto del cuello y comenzó a bailar de nuevo, dando saltos. Movía los brazos de un lado a otro, y cada vez que lo hacía, brotaba del suelo una rama o una hoja, como si la vida naciese debido a lo que la Sídhe estaba haciendo.

Kevin estaba completamente asombrado con la maravilla que estaba contemplando. Toda la vegetación que estaba saliendo en torno a aquel actor parecía ser completamente real, creada por la habilidad de las Sídhe, sin que hubiese ningún truco tras ello. Además, pensó que estaba entendiendo un poco lo que estaba ocurriendo en el escenario. Había llegado a la conclusión de que aquella persona estaba representando a Leannan, y lo que había caído del cielo era la luna salvaje, el mismo colgante que la anciana le había entregado a él tan solo unos momentos antes. Al parecer, la obra era una recreación del origen del pueblo de las Sídhe. Si estaba en lo cierto, quizás aprendiese más sobre aquella raza. Continuó observando atentamente el espectáculo.

El personaje del escenario se quedó parado, con una pose orgullosa. Entonces, la peluca y el pecho falso se desprendieron de su cuerpo, dando a entender que ahora era un hombre. La danza continuó, esta vez con más fuerza que antes. Lo movimientos del actor eran mas rudos y secos, transmitiendo su nueva identidad. En un momento dado aparecieron dos personas más en escena, también eran hombres disfrazados de mujer, solo que, además, tenían la piel pintada cada uno de un color, uno era de color blanco y el otro marrón, ocultando así el tono violáceo natural de las Sídhe.

Esta parte Kevin no la entendió muy bien, ¿qué querían representar? Igual era algún tipo de dualidad, al igual que Caos y Orden. Pero eso eran conjeturas suyas y no parecía tener mucho sentido con lo que estaba viendo.

La representación seguía y ahora los tres personajes bailaban entre sí. La danza se hizo más próxima, de forma que los actores entraban cada vez con más frecuencia en contacto físico. Entonces, el personaje masculino pasó a bailar individualmente con cada uno de los femeninos por turnos. Los nuevos movimientos eran más sensuales y eróticos, llenos de roces y movimientos de caderas. Ello sugería un contacto sexual entre los personajes de la historia. Después de esto, el actor que representaba a Leannan se colocó en el centro del escenario, con sus dos compañeras una a cada lado, e hizo un gesto levantando los brazos de golpe. De repente, una estructura de ramas creció desde el suelo por detrás de ellos, adquiriendo la misma forma de uno de los edificios que Kevin había visto durante su visita al poblado. Era una representación más pequeña del lecho de la madre. Cuando terminó de formarse aquella construcción, los dos actores vestidos de mujer se agacharon y se introdujeron en el interior de la estructura.

Kevin pensó que aquella nueva escena había representado un encuentro sexual entre las Sídhe, y como resultado de ello, se suponía que las Sídhe que representaban a mujeres habían quedado embarazadas, de ahí que hubiesen entrado en el edificio que, según le había contado Alda, se utilizaba antiguamente para que aquellas personas diesen a luz.

Tal como esperaba, la representación siguió su curso con el tema del nacimiento de nuevas Sídhe. Desde el interior de aquella recreación del lecho de la madre, comenzaron a salir varios actores más, esta vez sin estar caracterizados de ningún modo concreto, para simbolizar la llegada al mundo de la nueva generación de Sídhe. Aparecieron un total de diez personas nuevas en el escenario, todos ellos comenzaron a bailar alrededor del edificio del que habían salido, y finalmente volvió a salir el actor caracterizado como Leannan, quien se arrojó a tierra e hizo gestos de adoración en dirección hacia el lecho de la madre. El resto de las Sídhe que estaban actuando hicieron lo mismo y se arrodillaron también para adorar a las madres.

La música fue haciéndose más débil y los insectos que iluminaban el escenario se elevaron en el cielo, haciendo que todo quedase a oscuras. En ese momento, todo el público que había estado viendo la obra estalló en un sonoro aplauso, por lo que Kevin entendió que la representación había finalizado.

Unos minutos después, las luces volvieron a la normalidad, mientras los insectos volvían a desperdigarse por todo el poblado. La gente se puso en pie y se dispersaron, alejándose del lugar.

Kevin y Alda se levantaron también, aunque ellos no iban a continuar con la fiesta, sino que se dirigieron de regreso a la casa de la chica, para dar la noche por finalizada y descansar. Era difícil tener que retirarse sabiendo que en el exterior iban a continuar teniendo lugar actividades tan impresionantes como la que acababan de contemplar. Sin embargo, ellos no eran Sídhe y necesitaban más horas de descanso que aquellas criaturas. Kevin se dio cuenta de que no había sido justo con su constante desconfianza hacia los habitantes del poblado. Pensó que era imposible que aquellas personas, con una riqueza cultural tan amplia, pudiesen ser capaces de cometer cualquier tipo de maldad.

Aquella noche, antes de dormir, tomó una decisión. A partir de ese momento dejaría de buscar excusas para estar en contra de las Sídhe, dejaría de ver cosas extrañas donde no las había, y simplemente disfrutaría de su estancia en aquel mundo. Estaba claro que Alda estaba perfectamente segura entre aquella gente, se había integrado a la perfección y se la veía feliz. Habiendo llegado a esa conclusión, parecía que era el momento de regresar a casa. Pasaría un día más en el poblado, mañana y noche, hablaría con Velenna, se despediría de Alda de forma apropiada, no como la última vez en el mundo de los Djin, y después volvería a utilizar el viento de Kalen por última vez.