lunes, 4 de mayo de 2020

VII. LA REVELACIÓN (5)



VII. LA REVELACIÓN



5


La luz comenzaba a entrar a través de las ventanas y el cuerpo de Kevin se revelaba. Por un lado estaba cansado y tenía sueño, pero, por otro, su reloj interno le decía que no era momento de acostarse sino de levantarse. Mientras tanto, dentro de su cabeza no dejaba de rememorar todo lo que había pasado a lo largo de la noche. Pensaba en lo que estaba dispuesta a hacer Alda para salvar la raza de las Sídhe, y se le revolvía el estomago. No le gustaba la forma en que la había tratado el hombre con el que se habían cruzado, y temía que todos los demás habitantes fuesen a comportarse igual. 

De pronto, Kevin notó cómo algo le presionaba los labios con suavidad. Abrió los ojos y se encontró cara a cara con Alda, para descubrir que lo que había sentido había sido un beso de la chica. Por un momento pensó que se trataba de un sueño, quizás había conseguido quedarse dormido sin darse cuenta. Pero aquello parecía real, era demasiado consciente de su propio cuerpo, y del dolor que sentía en los músculos, como para seguir pensando que estaba durmiendo. Iba a preguntarle a la Fane el motivo de que hubiese hecho aquello, pero ella no le dejó hablar. 

—No digas nada —le pidió Alda—. Antes de que pienses que esto ha sido solo un gesto de agradecimiento por haber salido en mi defensa, no ha sido así. Te he besado porque he querido hacerlo. 

Después, ella se alejó en dirección hasta su habitación, sin darle tiempo a replicar o a contestarle nada. Aunque, aun habiendo podido hacerlo, Kevin no hubiese sabido qué decir. Estaba confuso, porque era la primera vez que había visto a Alda actuar de una forma emocional, parecida a los seres humanos. 

La mente de Kevin era un torbellino de pensamientos que no le dejaban relajarse. Sin embargo, el agotamiento fue mayor que su inquietud y acabó por dormirse. Tuvo sueños perturbadores, sin un hilo conductor, solo compuestos por imágenes y sonidos. Vio la figura de Alda en varias ocasiones, pero cada vez de una forma distinta. La chica se presentó en su mente tal como la había visto la primera vez, cuando la realidad de sus formas se mezcló con la alucinación que ella le creó. En aquella ocasión la Fane parecía una criatura monstruosa, a medio camino entre un elfo y una sirena, con afilados dientes. Estas imágenes no le asustaron, eran recuerdos distantes que no dejaban de cambiar. A continuación, vio a Alda desnuda, de espaldas, asomándose por el balcón de su casa para ver el nuevo mundo al que había ido a parar. Después, la escena cambió de nuevo y rememoró el momento en que se había cruzado con su amiga bajo la ciudad de los Djin y ella no había sido capaz de reconocerle. Esa imagen tampoco duró, fue envuelta en un remolino de colores y se transformó en otra cosa distinta. Por un momento, estuvo en frente de la Fane, cubierta en pieles, extendiéndole la mochila que había recuperado para él. Y finalmente la vio a escasos centímetros de su cara, después de haberle besado. Sus sueños se hicieron más difusos después de aquello ultimo, indescifrables, y sin nada claro que pudiese identificar. 

Cuando se despertó, lo primero que vio fue a Alda dentro de su habitación, mirando por la ventana. Por un momento dudó sobre si todavía estaría soñando. Pero la sensación no duró mucho, su cabeza se fue despejando y saludó a su amiga, quien parecía haber estado esperando a que él despertase. 

—Buenos días ¿Cuánto tiempo llevas ahí? 

—Buenos días —respondió Alda, mientras se giraba hacia él, alejándose de la ventana—. Solo hace unos minutos que me he levantado. Como no quería despertarte, he decidido esperar en tu habitación, disfrutando del paisaje del bosque. 

Kevin se incorporó en la cama y se sentó en el borde. Lo primero que quería hacer era disculparse por su reacción, y después no tenía muy claro cuáles eran sus intenciones. En el momento actual ya no sabía qué pensar sobre nada. Sabía que era el momento de volver a su mundo, que la Fane había tomado una decisión sobre su vida, que las Sídhe, aunque no eran malas personas, habían demostrado tener también un lado desagradable. Pero eso eran cuestiones que no estaba en su mano solucionar. Por más que alargase su estancia en el poblado, lo único que conseguiría sería estar cada vez más próximo al inevitable momento cuando Alda tuviese que cumplir su promesa para con los aldeanos. Lo cual solo haría que él estuviese cada vez más incómodo y de peor humor. Aquel no era su lugar y no debía seguir interponiéndose en cuestiones que no le concernían. Quería explicarle todo eso de alguna forma a Alda, para que ella comprendiese la razón por la que había llegado el momento de despedirse definitivamente. 

—Alda —comenzó a decir Kevin—. Te debo una disculpa por lo de anoche. Espero no haberte puesto en una mala situación con las Sídhe. Actué de forma irreflexiva y me arrepiento de ello. 

—Entiendo que te enfrentases a Aengus, sé que solo querías defenderme. Es cierto que lo que dijo estaba fuera de lugar. No debes preocuparte por que haya ninguna consecuencia, y tampoco deberías pensar mal de las Sídhe por ese incidente. 

—Pero fue un cretino. Si yo no hubiese estado allí, estoy seguro de que hubiese intentado aprovecharse de ti. 

—Es cierto, pero hay que tener en cuenta las circunstancias. La hora a la que llegamos anoche fue inmediatamente después del banquete previo al amanecer, lo que quiere decir… 

—Que Aengus estaba bajo la influencia de la carne que había comido. 

—Eso es —confirmó Alda—. He hablado con él en otras ocasiones y su conducta ha sido perfectamente normal. El encuentro de anoche fue algo excepcional, que no tenía que haber ocurrido. Yo no tenía que haber estado en aquel lugar a esas horas. 

—En ese caso, mi conducta estará peor vista. Practicante le pegué y ni siquiera era responsable de sus actos. 

—Me estabas defendiendo y eso es lo que de verdad importa. Si Aengus llegará a quejarse, cosa que no creo que haga, nadie sería capaz de hablar en tu contra. Si alguien obró mal fui yo, por no haber estado en casa, y el propio Aengus, por hablarme de aquel modo, aunque no tuviese pleno control de lo que hacía. 

—¿No se enfadará contigo Velenna? 

—No lo creo. Si le explicamos lo que pasó, estoy segura de que lo comprenderá. 

—Eso espero. 

Hubo una pausa en la conversación. Ahora era el momento que Kevin estaba esperando, para poder hablar de su marcha. Sin embargo, no sabía por dónde empezar. 

—¿Qué tenías planeado hacer durante el día de hoy? —le preguntó a Alda, evitando decirle lo que de verdad tenía en la cabeza. 

—Quería ir a hablar con Velenna, tengo algo urgente que discutir con ella. 

—¿De qué se trata? 

—Nada que no pueda esperar un rato —respondió la chica, que al parecer tenía algo más en mente—. Igual me equivoco, pero he notado que estas intentando decirme algo, y creo saber lo que es. Estas buscando la manera de hacerme saber que vas a volver a tu mundo. 

—¿Cómo lo has sabido? 

—Solo lo he intuido. Por eso había pensado en retrasar mi visita a la anciana. Si solo disponemos de unas pocas horas más juntos, me ha parecido buena idea que las pasásemos aquí solos. 

—No hace falta que alteres lo que fueses a hacer por mí. Puedo ir contigo a ver a Velenna ahora mismo, si quieres. 

—No, ya habrá tiempo de eso después. Quizás más tarde surja algo y ya no tengamos una oportunidad como esta. 

—¿A qué te refieres? 

—En el mundo de los Djin acordamos terminar una conversación que teníamos pendiente. Pero fue todo tan apresurado que no pudimos hacerlo. Es posible que esta sea la última vez que estemos juntos así. De modo que, si a ti te parece bien y todavía quieres que nos conozcamos mejor, me gustaría que lo hiciésemos ahora. 

—Claro, si es lo que quieres. Pero no quiero aburrirte, mi vida no ha sido precisamente emocionante, al menos no hasta que nos encontramos. 

—No importa. Como no conozco tanto de tu mundo, cualquier cosa que me cuentes me resultará fascinante, especialmente si es sobre ti. Así que, ¿por qué no me cuentas cómo vivías antes de que el viento de Kalen te llamase? 

Kevin asintió con la cabeza y empezó a hablarle a la chica de los momentos más importantes de su pasado. Cuando Alda no entendía algo, le preguntaba, y él se lo aclaraba lo mejor que podía. Le sorprendió la facilidad con que la chica comprendió los problemas que tenía en su mundo, y en ningún momento ella menospreció sus preocupaciones, aunque no fuesen del calibre de perder a toda su familia y su raza, como le había pasado a la Fane. 

Hablaron durante mucho rato, sobre ellos mismos y las cosas que les gustaba hacer. Kevin descubrió que la vida de Alda tampoco había sido particularmente excitante antes de que empezase todo aquello. Los dos compartían más cosas en común de lo que hubiese podido imaginarse, y aunque no pudiese olvidar el hecho de que su amiga no fuese humana, se sintió mucho más próximo a ella después de su conversación. Por un instante, se quedaron mirando el uno al otro sin decir nada. Sostuvo la mano de Alda entre las suyas, con ternura, pensando que aquella era la autentica despedida. 

Quizás más tarde se dijesen adiós y hubiesen algunas palabras más, pero Kevin sabía que en un futuro, cuando mirase hacia atrás y recordase los últimos momentos que había pasado con la que había sido su compañera de aventuras, lo que acudiría a su memoria sería aquella conversación. 

—No iba a decir nada, pero es que sois realmente insoportables —dijo Efreet desde debajo de la cama, habiendo escuchado todo lo que habían estado diciendo—. No me puedo creer que dos criaturas tan insignificantes como vosotros hayan podido capturarme y me mantengan cautivo. 

Como de costumbre, el genio se las había arreglado para estropear el momento. Kevin soltó la mano de la chica y se puso en pie. Miró por la ventana y se dio cuenta de que el sol empezaba a descender. Estaba atardeciendo y todavía tenían que ir a ver a la anciana, preferiblemente antes de que empezasen las actividades nocturnas. No quería tener que volver a cruzarse con alguna otra Sídhe intoxicada por lo que acababa de comer, temía volver a perder los estribos ante un comentario como el de la noche anterior. 

Alda se levantó también y le pidió que la siguiese. Salieron de la casa y se adentraron en el poblado, de camino al árbol central, para reunirse con Velenna. Era pronto y las Sídhe todavía no habían regresado de sus cacerías. Las calles estaban prácticamente vacías, al igual que la plaza. 

Kevin prefería esa tranquilidad. Aunque tenía hambre, le había cogido algo de aprensión a toda la celebración relacionada con la comida en aquel lugar. No le importaba tener que esperar un poco más antes de probar bocado, si eso significaba que tardaría más tiempo en ver a los habitantes del poblado embriagados. 

Subieron hasta la cima del árbol y entraron en la esfera, atravesando los pasillos hasta llegar a la habitación de las ancianas. En la sala se encontraba Velenna sentada, e inmediatamente les invitó a pasar y a tomar asiento. 

—¿Qué os trae por aquí tan temprano? —preguntó la mujer. 

—Quería hablarte de un asunto —respondió Alda—. Es algo bastante importante y no me parecía bien demorarlo más. 

—Ya veo. Me estaba preguntando cuánto tardarías en comunicarme tu decisión. 

—¿Quieres decir que sabes lo que he venido a decir? 

—Así es. Pero no dejes que te interrumpa. Continúa, por favor. 

—No ha sido una decisión fácil y no me siento muy orgullosa conmigo misma por ello. Pero después de mucho pensarlo, me he dado cuenta de que no puedo ser la nueva madre de las Sídhe.

SIGUIENTE

No hay comentarios:

Publicar un comentario