IV. PRISIONEROS DE LAS PROFUNDIDADES
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Cuando Iblis terminó de contar su historia, se quedó en silencio, cabizbajo, como si estuviese rememorando aquellos duros momentos sobre los que hacía tiempo que no pensaba.
Kevin también se sintió algo entristecido por todo lo que había pasado aquel Djin, aunque sin dejar de ver lo salvaje y peligrosa que era su sociedad, tanto la actual como la antigua. Entendía por qué Iblis tenía aquel rencor contra Efreet, lo hacía responsable directo de la muerte de su hija, pese a que el asesino no hubiese sido este sino Agní.
Auqnue había un dato que se escapaba a la comprensión de Kevin. Y es que, cuando el miembro del consejo había apresado a Efreet y le había quitado la flauta, había escuchado la conversación que habían mantenido, un dialogo donde estaba seguro que Efreet le recriminaba a Agní haber matado a su hijo. En aquella acusación había un odio pasional, un sentimiento autentico que Kevin no pensaba que pudiese ser fingido. Con lo que, si todo lo que había contado Iblis era cierto y Efreet solo había tenido ese hijo para ganar poder, ¿por qué parecía que la muerte del niño le hubiese afectado tanto?
Pensó que quizás había algo más en aquella historia que no conocía. Pero decidió guardarse aquellas dudas para sí mismo. No quería que Iblis pensase que no estaban de su parte.
—Ha pasado mucho tiempo —reconoció Iblis—. Pero ha llegado la hora de que asuma mi responsabilidad, reclame de nuevo el trono, y vengue por fin la muerte de mi hija.
—¿Qué es lo que te ha hecho tomar esa decisión? —le preguntó Alda.
—Vosotros —respondió el Djin—. Nuestro encuentro no ha sido un accidente. Es una señal de que grandes cosas están por venir y, cuando lleguen, no debo estar aquí abajo escondiéndome, tengo que tomar parte en la acción.
—¿Qué quieres decir? —quiso saber Kevin.
—Vosotros no pertenecéis a este mundo, habéis llegado recientemente. Sé cómo habéis venido hasta aquí. Y si estoy en lo cierto, creo que nuestras razas podrían ayudarse mutuamente. Mi relación con Kalen en el pasado es una prueba de que Djin y humanos podemos llegar a entendernos.
Iblis proponía algún tipo de acuerdo entre ellos, quería que cooperasen, no solo para derrocar al gobierno actual de los Djin, sino en un futuro. El antiguo rey había adivinado que Kevin estaba en posesión del viento de Kalen. Había supuesto que era la única manera en que ellos podían haber llegado a aquel mundo y, recordando los buenos tiempo del pasado, esperaba poder retomar la relación que tuvo una vez con el primer propietario de la flauta.
Lo cierto es que Kevin no tenía intención alguna de volver al mundo de los Djin una vez hubieran conseguido escapar. Lo único que quería era poder regresar a su propio mundo lo antes posible y olvidarse de que todos esos viajes inter-dimensionales habían ocurrido. Por lo tanto, mintió a Iblis, le dijo que, si les ayudaba, se comprometería a retomar la relación que había mantenido el Djin con Kalen, volvería de vez en cuando e intercambiaría información sobre el resto de mundos.
Una vez cerrado el trato, el siguiente paso era encontrar la salida, para lo cual esperaban que Iblis pudiese ayudarles.
—Yo mismo mandé construir esta prisión, por supuesto que conozco vías de escape —respondió orgullosamente el Djin cuando le preguntaron sobre la salida.
—Entonces, ¿nos acompañarás? —quiso saber Kevin, esperando obtener la ayuda de Iblis para recuperar el instrumento.
—Sí, iré con vosotros, pero antes debo prepararme. No podemos enfrentarnos directamente a Agní. En solitario creo que podría derrotarle, pero tiene demasiados seguidores.
—¿Qué propones? —intervino Alda.
—Reuniré mi propio ejército —le contestó Iblis—. Sé que el tiempo es fundamental para vosotros, si el instrumento está en manos de los miembros del consejo, pueden llegar a destruirlo si no consiguen averiguar cómo funciona. Aun así, estamos en ventaja. Como nunca comenté con nadie mis encuentros con Kalen, no saben que solo puede ser utilizado por un humano, con lo que estarán ocupados tratando de resolver el misterio.
—Sí, pero tarde o temprano vendrán a intentar sacarnos a la fuerza la forma de utilizar la flauta —pensó Kevin en voz alta.
—Por ese motivo vosotros os vais a adelantar a mí y empezareis a buscar la ubicación del viento de Kalen. No creo que lo tengan a la vista de cualquiera, estará en alguna habitación oculta.
—Es imposible. Jamás podríamos pasar desapercibidos entre los Djin, mucho menos encontrar algo que parece ser que está tan bien escondido —replicó Kevin.
—No debéis preocuparos por eso. Usad todas las prendas que hay en esta sala para disfrazaros. Si lo hacéis, pasareis desapercibidos por la ciudad sin problemas. Ellos creen que estáis aquí abajo, sin posibilidad de escapar. Y si no os están buscando, no repararán en vosotros.
Kevin sabía que Iblis tenía razón, él mismo había utilizado ya esa estratagema con anterioridad y le había salido bien. Si además, en esta ocasión, contaban con el elemento sorpresa, sería muy difícil que alguien les reconociese.
Subirían a la ciudad en cuanto se hubiesen vestido con las prendas Djin. Observarían todos los movimientos de la gente, en especial los de los miembros del consejo, y así quizás consiguiesen dar con el paradero de la flauta. Después, esperarían a la noche para recuperar el instrumento del lugar donde lo tuviesen guardado. La fase final del plan sería cuando Iblis se reuniese junto a ellos, y entre todos se enfrentasen a Agní. O al menos esa era la idea del Djin. Por su parte, Kevin tenía muy claro que si recuperaban el viento de Kalen, no esperarían a nada ni a nadie, escaparían en el acto.
En cuanto su disfraz estuvo listo, Iblis confirmó que el atuendo era apropiado y que podrían pasar desapercibidos ante los ojos de cualquier habitante de la ciudad. Después de aquello, ya estaban preparados, con lo que Kevin le preguntó al Djin por la vía de escape de la prisión.
—La salida está justo aquí al lado, la coloqué de este modo, de manera que tuviese acceso directo a esta habitación. Solo mi mujer y yo conocíamos ese pasaje secreto, con lo que estaréis completamente a salvo.
—Muy bien. ¿Dónde tenemos que ir?
—La principal razón de que nadie pudiese encontrar esa salida jamás es debido a su localización. Quiero decir que, habría que estar loco para intentar algo como lo que os voy a proponer si no conoces el resultado de antemano. Pero debéis confiar en mí.
—No me gusta cómo suena esto…
—No te preocupes, en realidad no hay ningún riesgo. Veréis, el pasaje esta justo en el túnel que da a esta habitación, sin embargo no está a plena vista. Lo que tenéis que hacer es lo siguiente: en el momento en que reaparezca el túnel, debéis situaros en el medio y esperar al próximo temblor. Cuando esto ocurra, la arena comenzará a inundar el túnel, bloqueándolo. En cualquier otro lugar de la prisión, si permanecieses en un pasillo cuando comenzase a enterrarse, no tardaríais en morir aplastados o asfixiados. Pero este túnel es especial y, si hacéis lo que os digo, la arena os llevará hacia arriba, donde iréis a salir en una de mis habitaciones privadas en la ciudad. El único inconveniente es que tendréis que aguantar la respiración unos segundos.
Durante su estancia en aquel mundo, habían aprendido a no confiar en los Djin. Sin embargo, no podían permitirse el lujo de no hacerlo en esta ocasión. Si no aprovechaban esa oportunidad para escapar, quizás no consiguiesen salir nunca de allí.
La idea de ser sepultados por una descomunal masa de arena era aterradora, tanto si funcionaba, como si no lo hacía. Tendrían que pasar por la experiencia de ser enterrados vivos si accedían a continuar con aquel plan. Kevin podía imaginarse cómo la luz se iba apagando poco a poco, con la arena entrando por sus fosas nasales mientras trataba de aguantar la respiración. Se veía esperando el momento en que ascendiese y saliese por aquel pasadizo secreto, solo para darse cuenta de que todo había sido un engaño y estaba a punto de morir. Pero no cedió al miedo. Era cierto que jamás podría confiar en uno de aquellos seres, pero tenía que admitir que, siendo Iblis una criatura tan imponente como parecía, si este hubiese querido matarles no habría hecho falta que recurriese a semejantes artimañas. Aceptaron seguir adelante, tomarían el riesgo si ello suponía conseguir la libertad.
Esperaron a que el pasaje se abriese nuevamente e inmediatamente caminaron hacia el interior. Avanzaron paso a paso hasta que, a lo lejos, desde la habitación, Iblis les indicó que se detuviesen. Habían llegado al punto donde, en teoría, se abriría la salida.
Tuvieron que permanecer allí de pie un rato, hasta que comenzó el temblor. Había llegado el momento, estaban a punto de saber si realmente había un pasadizo secreto o habían sido engañados. Se aproximaron el uno al otro, para asegurarse de que los dos acabasen en el lugar correcto. Alda se pegó todavía más a Kevin y le abrazó con fuerza.
—Tengo miedo —le dijo ella, temblando.
—Yo también —admitió Kevin, mientras rodeaba también a la chica con sus brazos.
Entonces comenzó a caer arena sobra sus cabezas, a brotar de entre las paredes y bajo sus pies.
Todo pasó muy rápido. Antes de que se diesen cuenta estaban completamente enterrados, notando el roce de la arena por todo su cuerpo. Después empezaron a moverse por el interior de la tierra, como si estuviesen en el interior de una corriente de agua. Iban ascendiendo a gran velocidad. Pese a no ver nada, la situación producía vértigo, daba la impresión de que en cualquier instante fuesen a estrellarse con algún obstáculo. Y no dejaban de acelerar. Kevin quería gritar, pero sabía que no podía, debía mantener la boca cerrada y seguir manteniendo la respiración hasta que todo acabase. Empezaba a notar que le faltaba oxigeno y su cuerpo se quejaba. No era un viaje agradable para ninguno de los dos. Sentía como Alda también estaba pasándolo mal, ella movía la cabeza de un lado a otro, mientras le apretaba cada vez más fuerte con los brazos.
De repente todo acabó, Kevin dejó de sentir la presión de la arena a su alrededor y la impresión hizo que no pudiese contener la respiración por más tiempo. Abrió la boca y tomó una gran bocanada de aire. Descubriendo, con gran alivio, que efectivamente era aire lo que entraba en su cuerpo y no arena. Habían salido por fin de la tierra y estaban de regreso en la ciudad Djin.
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