V. ENTRE LEYENDAS
3
—Dime que es lo que está pasando —exigió Efreet desde la mochila.
Kevin no contestó al genio, había decidido que lo mejor sería no alentarlo a continuar hablando. Hasta que encontrase una manera de deshacerse de la botella de forma segura, simplemente haría como que esta no existía. Cuantas menos preocupaciones tuviesen cabida en su cabeza, mucho mejor para él, y el Djin había demostrado ser más de lo que cualquier persona cuerda podría manejar.
—Si no me das una contestación, te juro que cuando escape de aquí haré arder tu precioso y verde mundo a cenizas. No quedará nada —amenazó el genio.
Pero Kevin siguió sin hacer caso a la palabrería vacía de Efreet y, de aquel modo, tras lanzar algunos juramentos al aire, al final el Djin se calló, tal vez cuando se dio cuenta de que no iba a conseguir nada actuando de aquel modo. Kevin solo esperaba que su desagradable compañero de viaje no se pusiese a parlotear en el momento más inoportuno. De ser así, tendría que inventarse alguna excusa para convencer a la gente del motivo por el que su mochila emitía sonidos extraños.
Llegó a las ruinas y vio que el grupo de personas era otro distinto al que había cuando se había ido de allí un rato antes. Era lógico pensar que la gente que pasaba por el sitio llegaba con sus autobuses, daba una vuelta por el castillo y después continuaba su camino.
No tenía muy claro qué se suponía qué era lo que debía de hacer exactamente. En teoría solo tenía que interactuar con la gente, pero por el momento seguía sin entender más que unas pocas palabras en inglés, y no gracias al viento de Kalen, sino porque ya las conocía previamente.
Decidió pasear por el interior de las ruinas, actuando como un turista más, con la esperanza de que aquello fuese suficiente para que los poderes del instrumento reaccionasen. Se preguntaba lo siguiente: si Kalen había sido un ser humano, había estado en contacto con más humanos, entonces, ¿por qué motivo no habría aprendido aquel idioma? Además, Kalen le parecía un nombre muy nórdico, tuvo que haber conocido a los escoceses. Claro que, en realidad, no sabía en qué época había vivido el creador de la flauta, quizás fuese en un periodo de tiempo incluso anterior a las lenguas actuales, y por eso el instrumento no las había memorizado.
Kevin permaneció un rato en aquella zona, aprovechando para ver el lugar mientras tanto. No obstante, el tiempo pasaba y su comprensión del idioma seguía siendo la misma. Al final resultó obvio que no iba a conseguir nada de aquel modo, tendría que cambiar su estrategia.
Vio que un grupo de turistas se adentraban en el pueblo, en lugar de volver a sus autobuses, y decidió seguirlos para ver a dónde se dirigían y así de paso seguir intentando establecer contacto.
El cielo estaba completamente cubierto de nubes, por lo que no le resultaba fácil distinguir la posición del sol y, por lo tanto, hacerse una idea aproximada de la hora. Sin embargo, creía que debía ser algún momento cercano al medio día. Tal vez aquellas personas iban a algún sitio donde poder comer. De ser así, era otra razón más para seguirles, porque él también empezaba a tener hambre.
Acabó entrando a un pub local. El lugar tenía un aspecto bastante tradicional, con todo el mobiliario de madera y las luces bajas, dando un ambiente acogedor. Vio una mesa libre y se sentó allí, esperando que alguien viniese a preguntarle qué quería, pero no tardó en darse cuenta de que las cosas no funcionaban de aquel modo. Los clientes se levantaban hasta la barra y allí hacían su pedido. El sitio era bastante ruidoso, mezclándose las conversaciones de todo el mundo a la vez, y eso le hacía más difícil entender ni siquiera las palabras sueltas que sí que hubiese podido comprender en otras circunstancias. Se levantó y se acercó a pedir su comida, pero, antes de llegar hasta la barra, dándose cuenta de la dificultad de aquella acción en apariencia tan sencilla, tuvo que regresar hasta su mesa para llevarse consigo el panfleto donde estaba escrito el menú. Pensó que si no podía hacer su pedido verbalmente, siempre podía señalarlo con el dedo en el papel.
Tras algún que otro malentendido y pasar una vergüenza terrible, consiguió algo para comer y una cerveza para acompañar. Se dio cuenta de lo mucho que había echado de menos la variedad en los alimentos. Devoró el filete de carne en tiempo récord, haciendo que su paladar olvidase, de una vez por todas, el sabor de las frutas del mundo de los Djin. Nunca antes una comida le había sabido tan bien como aquella, quedó saciado y satisfecho, sintiéndose así mucho más preparado para la búsqueda que tenía por delante.
Todavía sentado en el mismo lugar donde había comido, pero ahora más relajado mientras daba sorbos a su bebida, podía poner toda su atención en intentar entender las conversaciones del resto de comensales. Le parecía una tarea completamente imposible, pero no por ello iba a tirar la toalla cuando apenas acababa de empezar. Sus ojos iban de una mesa a otra, mirando como cada una de las personas que había en el local movía los labios, articulando palabras, y buscaba el sentido en lo que decían.
Unos veinte minutos más tarde ya notaba un emergente dolor de cabeza que iba ganando fuerza, aparte de eso no había conseguido nada más. Se sentía algo mareado y apoyó la cabeza en la mesa por un momento para descansar. Cerró los ojos, esperando que se le pasase el dolor y evadirse un poco de aquella exhaustiva tarea. Entonces notó que alguien se acercaba hasta él.
Abrió los ojos y vio que una de las personas que habían estado sentadas en otra mesa estaba ahora de pie junto a él, preguntándole algo. Le tuvo que responder como pudo.
—Lo siento, no entiendo lo que me dices.
—¿Te he preguntado si te encuentras bien? —repitió el turista.
—Sí, claro. Solo estaba descansando la vista.
Al decir esta frase, Kevin se dio cuenta de que acababa de hablar con una persona extranjera. No se había dado cuenta inmediatamente, quizás por sentirse algo aturdido por la combinación entre el esfuerzo por comprender a la gente y el alcohol que había tomado, que aun siendo poco, no estaba acostumbrado a beber. Se preguntó si acaso empezaba a tener resultados y ya había adquirido el idioma, no esperaba que aquello fuese a ocurrir tan rápido. Se tranquilizó e intentó mantener la calma. Tenía que asegurarse, quizás aquel turista era español y en realidad no había habido ningún tipo de magia de por medio. Antes de que el hombre regresase a su mesa, le hizo una pregunta para salir de dudas.
—Disculpe —dijo Kevin—. ¿Habla usted español?
—Ni una sola palabra. ¿Por qué lo preguntas? —respondió el hombre.
—No, por nada. Era solo curiosidad.
—Joven, creo que has bebido un poco más de la cuenta —le dijo aquel individuo riéndose, mientras se alejaba.
Pero Kevin no estaba borracho, solo había dado unos sorbos de su bebida. Lo que había ocurrido era que el viento de Kalen había entrado en funcionamiento y le había hecho adquirir la lengua de aquellas personas. Se volvió a concentrar en escuchar a la gente sentada a su alrededor y esta vez se sorprendió al encontrar conversaciones, personas gastando bromas y contando chismorreos, y todo ello sin que se le perdiese ninguna palabra por el camino. Ahora era capaz de hablar y entender el inglés a la perfección, como si fuese su lengua de nacimiento. Sin importar el acento que utilizasen aquellas gentes, era capaz de comprenderlos a todos inmediatamente y sin esfuerzo.
Con su recién adquirida habilidad, podía avanzar en el plan. La voz del teléfono le había pedido que investigase sobre las leyendas escocesas y le había dicho que estas historias le guiarían en la dirección adecuada. Ya que estaba en un lugar donde la gente parecía más que dispuesta a conversar, pensó que era una oportunidad tan buena como cualquier otra para conseguir la información que necesitaba.
Se acercó a una de las mesas, la misma del hombre que le había preguntado si se encontraba bien, y les saludó a todos. Allí sentados había una pareja de ancianos y dos mujeres de mediana edad, a todos ellos los había visto salir del castillo, con lo que suponía que estaban de excursión y que viajaban en el autobús que estaba aparcado frente a las ruinas. Tras presentarse, al ver que estaba allí solo, aquellas personas le invitaron a sentarse con ellas.
Kevin se tomó algo de tiempo para sacar el tema de conversación que realmente le interesaba, mientras tanto le preguntaron de dónde venía y cómo era que había llegado hasta aquel pueblo por su propia cuenta. Se enteró de que la pareja mayor era de Estados Unidos y las otras dos mujeres de Irlanda, todos ellos estaban de vacaciones y no se conocían con anterioridad, habían coincidido en la excursión. De aquel modo, cuando se hubo integrado en el grupo y la conversación estaba bastante animada, hizo su pregunta.
—¿En el tour os han contado alguna leyenda o alguna historia interesante de la zona? —preguntó Kevin inocentemente.
—Oh, sí —contestó el hombre—. El viaje está siendo muy interesante. El guía nos ha hablado de todo tipo de historias y criaturas. Parece ser que esta tierra tiene un folclore muy amplió, hay hadas, fantasmas, monstruos marinos... Todo tiene ese toque mágico y misterioso.
—¿Podrían contarme más sobre esas historias? Es que me encantan ese tipo de cosas.
—Claro, hijo. Eso es lo malo de viajar solo, aunque tienes más libertad para moverte, te pierdes detalles interesantes como los cuentos o los datos históricos. Pero no te preocupes, como todavía tenemos algo de tiempo antes de tener que volver al autobús, entre todos podemos contarte algunas historias.
Kevin escuchó con atención todo los que los turistas tenían que contarle. No sabía exactamente qué era lo que él necesitaba, por eso, mientras les oía narrar las historias, las iba analizando en su mente, en busca de algún detalle que pareciese guardar relación con su búsqueda.
Le hablaron de un fantasma con una gorra roja, de ataúdes diminutos encontrados en una cueva, de un gigante que nunca moría del todo, y de una especie de caballo pequeño que intentaba ahogar a los niños en los lagos. Ninguno de esos cuentos tenía aparentemente nada que ver con su problema. Pensaba en las pistas que le había dado su benefactor por teléfono y no conseguía encajar las piezas, definitivamente la respuesta no estaba ahí. Tendría que seguir buscando. Quizás no había enfocado bien aquello, había preguntado a unas personas que tampoco eran de la región, y por lo tanto, lo que pudiesen contarle era bastante limitado.
—Y por supuesto, también está el monstruo del lago Ness —añadió una de las mujeres.
—Claro, pero todo el mundo ha odio hablar de ese —dijo la otra mujer—. Lo que el chico quiere es que le contemos historias que no haya escuchado antes.
Después le contaron algún cuento más, pero Kevin ya no prestaba atención, estaba pensando para sí mismo. El monstruo del lago Ness, una criatura que se había aparecido a lo largo de la historia a varias personas, con diferente aspecto. Desde siempre había considerado que no se trataba más que de una atracción turística, sin embargo atraía diariamente a montones de personas que iban en su busca, las compañías vendían la experiencia como “la caza del monstruo”. La idea le seguía pareciendo algo ridícula, pero tenía que reconocer que coincidía con la descripción que le había dicho la voz por teléfono. Entonces, la pista había sido que muchos más iban tras esa criatura. Hasta el momento, de todo lo que había escuchado, aquello era lo único que, aunque fuese de forma remota, podía ser lo que estaba buscando.
—¿Hacia dónde está el lago Ness desde aquí? —les preguntó Kevin a sus compañeros de mesa.
—Está al norte, no muy lejos si vas en coche. ¿Estás pensando en ir tú también a buscar a Nessie? Nosotros estuvimos ayer visitando el lago, incluso subimos en un barco. Fue divertido, aunque no vimos al monstruo —le dijo el hombre, y después empezó a reírse con su propia ocurrencia—. Quizás tú tengas más suerte.
—Quién sabe —respondió Kevin, sin saber si el hecho de que se encontrase con un monstruo podía ser algo bueno o no, especialmente después de todas las cosas que había visto en los últimos días.
Poco después, los turistas se marcharon hacia el autobús para continuar con su camino. Kevin se quedó todavía un rato más en el pub, tratando de convencerse a sí mismo de que no era posible que lo que estuviese buscando fuese tan obvio y a la vez tan surrealista. Pero aquel hombre le había dicho que el lago Ness estaba yendo hacia el norte, y eso también coincidía con las pistas que le habían dado. Poco a poco iba asumiendo que estaba a punto de iniciar la misión más absurda que se le pudiese haber ocurrido nunca. Le resultaba difícil de creer, pero se disponía a dar caza al monstruo del lago Ness, y más aún, pretendía tener éxito donde tantos otros habían fallado antes que él.
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