VII. LA REVELACIÓN
6
Kevin se quedó petrificado. Al parecer, su amiga había cambiado de opinión y ya no tenía intención de cumplir la promesa que les había hecho a los habitantes del poblado. No sabía qué era lo que había hecho que Alda se replantease su decisión, pero no podía evitar alegrase de ello. Toda la idea de que ella tuviese que acostarse con las Sídhe para quedar embarazada con sus hijos, le había parecido terrible desde el principio.
Puede que no fuese apropiado dadas las circunstancias. Después de todo, la chica acababa de decirle a la anciana una noticia nefasta para su gente. Pero aun así, Kevin no pudo evitar sonreír. Sin embargo, esto fue todo lo que hizo. Era consciente de que aquel asunto no era de su incumbencia, y no tenía derecho a opinar. Solo podía dejar que las dos mujeres lo discutiesen y esperar que la anciana no fuese demasiado dura con su amiga.
Vio que Alda agachaba la cabeza, como si quisiese evitar mirar a Velenna cuando esta le reprochase su falta de compromiso. Pero esa no era la intención de la anciana, para quien, aparentemente, aquello no había sido ninguna sorpresa.
—No temas, Alda —intentó tranquilizar Velenan a la chica—. He sabido desde hace días lo que me acabas de decir.
—¿Cómo es eso posible? —preguntó Alda—. Tomé mi decisión hace tan solo unas horas, poco después del amanecer.
—Tal vez sea así, pero tu corazón llevaba mucho más tiempo dudando. Desde que Kevin llegó a nuestro mundo, diría yo.
La chica no dijo nada, confirmando con su silencio que, en el fondo, sabía que la anciana estaba en lo cierto. Kevin no sabía qué opinar al respecto, le abrumaba pensar en el efecto que su presencia había tenido sobre su amiga. Porque, aunque no estaba de acuerdo con que aquella gente hubiese querido imponer semejante papel en la chica, tampoco le gustaba sentirse responsable de que las Sídhe tuviesen que perder la esperanza que habían recuperado recientemente, para volver a ver como su raza iba desapareciendo lentamente.
—Lo siento mucho —se disculpó la Fane—. Sé lo mucho que habíais esperado esto, lo importante que era para vosotras. Me siento fatal por no ser capaz de seguir adelante y decepcionaros. Pero no puedo hacerlo. Algo ha cambiado dentro de mí después de las experiencias de las últimas semanas. Aunque no deseo que vuestra especie se extinga, siento que de algún modo me estaría traicionando a mi misma si aceptase llevar ese tipo de vida.
—Lo entiendo. Es cierto que será duro transmitirle la noticia al pueblo, y me entristece no haber encontrado a una nueva madre, pero tampoco puedo reprocharte nada. Has obrado siguiendo a tu corazón, y lo has hecho con honestidad.
—¿Qué pasará ahora conmigo?
—Puedes continuar viviendo aquí, por descontado. Eso nunca ha estado supeditado a que nos hicieses semejante favor.
—Pero tal vez sería mejor que me buscase algún sitio fuera del poblado. Sería menos incomodo para todo el mundo.
—Cualquier cosa que decidas la respetaré. Aunque si decides vivir por tu cuenta, espero que no dejes de venir a visitarme.
Alda sonrió, algo más tranquila después de aquellas palabras. La anciana no estaba disgustada con ella en absoluto.
Kevin decidió que aquel era un buen momento para incorporarse a la conversación y comunicarle a Velenna que estaba preparado para volver a su mundo. Pero, antes de decirle esto, recordó que había otra cosa que había querido preguntarle a la Sídhe.
—Velenna, ¿puedo preguntarte algo? —dijo Kevin.
—Por supuesto. ¿Qué es lo que te inquieta?
—Es sobre algo que hay en el poblado, la columna de hojas flotantes.
—El torbellino de hojas —aclaró la anciana—. Quieres saber el motivo por el que cambió de forma cuando lo tocó tu amiga.
—Sí, ¿cómo lo has sabido?
—Alguien os vio cuando estabais allí y me contó lo que ocurrió. De hecho, esa fue la primera pista que tuve de que Alda iba a cambiar su decisión.
—¿Qué fue lo que vimos en las hojas? ¿Por qué reaccionaron así con ella?
—El torbellino de hojas permanece en calma cuando la persona que entra en contacto con este tiene paz de espíritu, algo que solo pasa cuando dicha persona está siguiendo su verdadera voluntad. De no ser así, las hojas formarán la figura de lo que está perturbando a esa persona, para ayudarle a entenderse a sí misma.
—Entonces, aquella figura…
—Era una manifestación de las dudas de Alda. No estoy completamente segura, porque no estaba allí presente, pero por lo que me describieron, la forma de las hojas era parecida a un bebé. Eso me hizo pensar que en el interior de Alda estaba teniendo lugar una lucha. Por un lado, ella quería ser fiel a su palabra y, por otro, no deseaba convertirse en madre.
—Así que era eso. ¿Lo sabías? —le preguntó Kevin a su amiga.
—No —negó la chica—. Nunca antes había visto que las hojas cambiasen de forma y no sabía que hubiese un significado detrás de aquello. Aunque no fui del todo sincera contigo. Sí que reconocí la figura que apareció, pero temía decirte la verdad, porque entonces hubiese tenido que contártelo todo.
Kevin asintió con la cabeza, indicándole que lo comprendía. Ahora se sentía mucho más tranquilo. Ya no había secretos de por medio y todas las preocupaciones que había tenido se habían esfumado. No tenía nada que temer de las Sídhe, eran buenas personas, en quienes podía confiar para que se hiciesen cargo de Alda. Eso quería decir que finalmente podía regresar a casa, sabiendo que su amiga estaría a salvo, con gente que se preocuparía por ella, y feliz en un lugar que era muy parecido a su mundo de origen, donde podría estar en contacto con la naturaleza y trepar a los árboles, como le había dicho que le gustaba hacer.
—Creo que ha llegado el momento de que te devuelva esto —le dijo a la anciana, mientras se quitaba el colgante del cuello.
—De modo que has decidido regresar a tu mundo —le dijo Velenna al ver el gesto.
—Así es. Creo que puedo afirmar, sin temor a equivocarme, que no tengo nada de qué preocuparme. Alda estará bien aquí, con vosotras.
—Es cierto. Mientras tu amiga viva con nosotras, me encargaré personalmente de que tenga una vida lo más plena posible.
—Me alegra escucharlo. Solo queda que te devuelva la luna salvaje, y esta misma noche me marcharé.
Pero la anciana no hizo ningún gesto que revelase que tuviese intención de recoger el colgante. En su lugar, le hizo otra pregunta.
—¿Dirías que nuestras dos especies son amigas? ¿Siendo tú un ser humano y nosotras Sídhe, hijas de los altos linajes?
—Sí, por supuesto. Ha habido bastantes actos de amistad y buena voluntad por las dos partes.
—Entonces, quisiera pedirte un favor antes de que te vayas.
—Cualquier cosa que esté en mi mano —accedió.
—Quiero que te lleves la luna salvaje contigo, como símbolo de la amistad entre nuestros pueblos.
—No puedo aceptarlo. Sé que es un objeto muy valioso para vosotras y es una responsabilidad demasiado grande. Además, ha quedado demostrado que no soy la persona ideal para esa tarea. Anoche mismo, sin ir más lejos, un animal me robó el colgante y tuve que perseguirlo por todo el bosque para recuperarlo. De no haber sido gracias a la ayuda de Alda, ahora la luna salvaje estaría en las fauces de un caballo de agua.
—Eso solo prueba que puedo confiar en que mantendrás la luna salvaje a salvo. Cualquier otra persona, en tu situación, hubiese desistido y hubiese dado nuestro tesoro por perdido. Sin embargo, tú te arriésgate para recuperarlo, aun a costa de tu propia vida. Que recibieses ayuda no le quita importancia a la proeza.
—No lo sé. Es cierto que allá donde voy no habrá peligros como el de la noche pasada. Pero no creo que esté bien llevarme a mi mundo algo que pertenece al vuestro. Si al menos tuviese algo de igual valor que darte a cambio, me sentiría mejor.
—En ese caso, te haré una propuesta. A cambio de llevarte contigo la luna salvaje, debes prometer que, si continúas con tus viajes por los mundos, intentarás encontrar alguna mujer que quiera ayudar a mi raza a no caer en el olvido.
—Te estaría mintiendo si te hiciese esa promesa, ya que, como ya te conté, no tengo intención de volver a utilizar el viento de Kalen cuando vuelva a mi mundo.
—Soy consciente de ello, pero no sabes lo que te depara el futuro. Quizás todavía no estás preparado, pero en otro momento de tu vida cambies de parecer. Solo deberías guardar tu promesa en ese caso. No te estoy forzando a continuar viajando, contra tus deseos. Lo único que digo es que, si lo llegases a hacer, nos tengas presentes.
Kevin entendía lo que Velenna le estaba pidiendo, y era capaz de ver su punto de vista. Sin embargo, estaba convencido de que no iba a volver a tocar aquella flauta más que una sola vez. Por ese motivo se mostraba reticente a aceptar aquel trato.
—¿Puedes decirme con sinceridad que tu forma de pensar es la misma ahora que cuando empezaste a viajar? —le preguntó la anciana, ante su silencio.
Kevin solo tuvo que pensar en ello durante un segundo. Era cierto que su manera de ver las cosas y entender todo cuanto le rodeaba había cambiado desde que todo aquello comenzó. Después de todo por lo que había pasado, era imposible que no fuese así. Había vivido más en aquellos pocos días que durante todos los años pasados. Los problemas que le esperaban de vuelta en su hogar ya no le parecían tan graves, no después de haber visto con sus propios ojos cosas realmente horribles.
Recordó la distinción entre clases sociales de la ciudad de los Djin, la forma en que los ricos vivían a costa de los pobres, vanagloriándose de sus posesiones ante quienes no tenían prácticamente nada, todo ello solo a unos escasos metros los unos de los otros. Y por si eso no fuese suficiente, esas personas privilegiadas utilizaban a los demás en su propio beneficio, aun a costa de su salud, extrayéndoles sangre para tener iluminación artificial. Había visto seres humanos tratados como mascotas, encerrados en túneles subterráneos, que nunca habían conocido la luz del sol. Había sido testigo de un mundo entero que fue desapareciendo, dejando de ser, del que solo quedó una única superviviente, teniendo que soportar la carga de una existencia en soledad. Y ahora se daba cuenta de la desesperación de un pueblo, que, previendo que estaban al borde de la extinción, le suplicaban por su ayuda.
Esta gente, aun siendo conscientes de que la posibilidad era minúscula, solo querían tener algo en lo que creer. Por ese motivo, en realidad no importaba que fuese a volver a utilizar el viento de Kalen en un futuro o no. Lo único que le pedía Velenna era que les diese el rayo de esperanza que tanto necesitaban.
—Acepto. Tienes razón, no sé si mañana o dentro de un año seguiré pensando igual. Es justo que, si cambiase de opinión y volviese a viajar entre los mundos, intente encontrar a una persona que esté dispuesta a ayudaros.
—Te lo agradezco. Tus palabras me harán más sencilla la labor de comunicarle a mi gente que tendrán que esperar un poco más para ver nuevos nacimientos.
Después de aquello, sabiendo que ya no iba a regresar a aquel edificio, Kevin se despidió de la anciana, quien le deseó buen viaje y le dijo que siempre sería bienvenido en el poblado, si quería volver a visitarles.
Ahora solo le quedaba volver a la casa de Alda y recoger sus cosas. Aunque antes de ello, la chica le pidió que parasen en un lugar por el camino, ya que quería asegurarse de algo.
Se detuvieron frente al torbellino de hojas. Alda le dijo que quería volver a probar a tocar las hojas, para confirmar que había recuperado la paz interior. Sin embargo, le pidió que no mirase, ya que en el caso de que las hojas adquiriesen otra forma, estas podían revelar algún detalle intimo. Kevin accedió a cerrar los ojos, para respetar la privacidad de la chica, pero no sin antes hacerle prometer que si veía algo, se lo diría después. Ella asintió con la cabeza, aceptando la condición que le había puesto, y después se aproximó a la columna, momento en el que Kevin dejó caer sus parpados, como le había prometido a su compañera.
Pocos minutos después, ella le puso la mano en el brazo, indicándole que había acabado.
—Gracias por esperar, podemos irnos ahora —dijo Alda—. No hay de qué preocuparse, todo ha ido como esperaba.
SIGUIENTE
SIGUIENTE