sábado, 27 de junio de 2020

VII. LA REVELACIÓN (8)



VII. LA REVELACIÓN



8


Alda y las Sídhe se fueron acercando, hasta que se encontraron en el medio del puente, y entonces empezó un forcejeo entre ellas. La chica no resistió durante mucho tiempo. Al final, los dos hombres pudieron con ella y la tiraron al suelo con brusquedad. Lug la sujetó por las muñecas para que no se moviese, y mientras tanto, Aengus la manoseaba ansioso, al mismo tiempo que esquivaba las patadas que ella le lanzaba.

Kevin miraba la escena angustiado. Por más que confiase en su amiga, ella parecía tener las de perder, y los dos hombres estaban fuera de sí. Las Sídhe actuaban con gran agresividad, eran más fuertes y, además, eran dos.

—¡Dejadla en paz, desgraciados! —gritó, incapaz de prestar ayuda.

Alda se resistía, pero sus agresores la tenían totalmente a su merced. Entre los dos le arrancaron todas las prendas que cubrían su cuerpo, dejándola completamente expuesta, para que pudiesen hacer lo que quisiesen con ella. Las Sídhe no perdieron el tiempo, sabían lo que querían y estaban cegadas por su deseo. Cambiaron a Alda de posición, preparándola para hacerla suya, pero no llegaron a encontrar la satisfacción que buscaban, porque en ese momento el puente empezó a temblar con violencia.

Los siguientes acontecimientos cogieron a todos los que se encontraban en aquel lugar de improviso. Los cables que conformaban el puente comenzaron a desenlazarse, soltándose y descomponiendo la estructura. Empezó en un extremo y fue rápidamente avanzando hasta la punta contraria.

La primera víctima de aquel incidente fue Kevin, que se encontraba de pie, sujeto por las raíces, justo en el punto donde el puente se desmoronó en primer lugar. Ni siquiera las plantas que lo sostenían fueron capaces d soportar su peso cuando el suelo desapareció a sus pies, de modo que acabaron por ceder ante la fuerza de la gravedad, dejando que se precipitase al vacío.

Pero la cosa no acabó ahí, la destrucción continuó avanzando, extendiéndose por todo el puente, de camino a las tres personas que se encontraban en el punto central.

Aengus y Lug habían dejado lo que estaban haciendo cuando todo aquello había empezado, y ahora se miraban atónitos el uno al otro, al darse cuenta de lo que acababa de pasar. A través del puente transparente, podían ver el cuerpo del humano, aplastado contra el suelo en el fondo del abismo. Su destino sería el mismo si no salían corriendo en dirección al poblado, para alcanzar el otro extremo de la grieta antes de que todo se viniese abajo. Las Sídhe empezaron a correr, dejando a la chica tirada en medio del puente.

Alda también se dio cuenta de lo que pasaba. Tuvo que hacer un gran esfuerzo por ponerse en pie. Su piel desnuda le ardía debido a los arañados que le habían hecho aquellos hombres, y los músculos le dolían debido a los golpes. Pero si no se daba prisa, aquel también sería su final. La Fane corrió, pero no fue lo suficientemente rápida. La fibras se rompieron bajó sus pies, haciendo que se cayese. Al menos, gracias a sus rápidos reflejos, pudo alcanzar con la mano uno de los cables sueltos y quedó colgando de este.

A medida que lo que quedaba de la estructura se destruía, el cable al que la chica se asía se hacía cada vez más largo y se sacudía de un lado a otro, hasta que, en un último golpe, se estrelló contra la pared rocosa del barranco. El golpe fue duro y casi hizo que se le soltase la mano, pero resistió y continuó colgada de aquella fibra transparente, que era ya lo único que quedaba de lo que había sido el puente.

A todo esto, las Sídhe habían conseguido ponerse a salvo, en el extremo del poblado, desde donde habían visto cómo había acabado todo. Podían escuchar la voz de Alda, pidiéndoles ayuda desde abajo. La chica necesitaba que alguien tirase del cable del que se encontraba colgando para poder volver a tierra firme. Ella sabía que sus fuerzas no darían mucho más de sí y al final tendría que soltarse. Era una cuestión de vida y muerte, por ello no le importaba que las únicas personas que pudiesen rescatarla fuesen las mismas que unos instantes antes la habían agredido.

Aengus cogió el extremo del cable entre las manos y comenzó a tirar hacia él. Al momento, Lug se unió y le ayudó también a subir a la chica. Poco a poco, con esfuerzo, consiguieron salvar la vida de Alda. La chica, agradecida, se lanzó a los brazos de los dos hombres, para después besarles a ambos apasionadamente.

Todo había terminado y por fin podían regresar al poblado, donde la joven se entregaría a las dos Sídhe, esta vez de forma voluntaria.

Contentos por haber sobrevivido, se alejaron entre los árboles, en busca de una casa donde entrar a celebrar que seguían con vida.

Kevin presenció todo aquello como si de una película se tratase y él fuese un mero espectador. Nada de lo que había visto había ocurrido en realidad. No se había caído al fondo del barranco, seguía preso de las mismas raíces. Y Alda no había sido asaltada ni se había ido alegremente con sus dos salvadores. La chica permanecía también en la misma posición, solo unos pocos pasos por delante de él.

En realidad, todo lo que había pasado desde que su amiga le había dicho que lo tenía todo bajo control, había sido simplemente una ilusión que solo había afectado a las Sídhe.

Kevin no entendía lo que había pasado. Normalmente, cuando el mecanismo de defensa de la Fane se activaba, todas las personas que estuviesen mirando en aquel momento resultaban afectadas por terribles visiones. Pero esta vez había sido distinto, había visto la alucinación, pero no se había sumergido en ella, eso solo les había ocurrido a aquellos hombres que habían pretendido detenerles.

—¿Has hecho tú eso? —le preguntó a Alda aturdido.

—Así es.

—¿Pero cómo es posible? Pensaba que no tenías control sobre las visiones.

—Y no lo tenía, no hasta entrar en la madurez —contestó ella, mientras se daba la vuelta para mirarle.

Lo que Kevin vio le dejó sin palabras. La persona que tenía delante de él seguía siendo la misma de antes, pero al mismo tiempo era distinta.

El rostro infantil de Alda había desaparecido, dejando paso a unos rasgos más definidos y adultos. El cuerpo de la chica también había cambiado ligeramente, la forma del pecho y de las caderas estaba ahora más marcada. Incluso hubiese jurado que ella era ahora un poco más alta de lo que lo era antes. Kevin se dio cuenta de que ya no estaba en presencia de una adolescente, sino de una mujer joven de increíble belleza, que físicamente parecía tener una edad similar a la suya propia.

Miró a los ojos de su amiga y le fue imposible volver a apartar la vista de éstos. La profundidad de su mirada era lo único que revelaba la verdadera edad y sabiduría de la Fane, algo de lo que no había sido plenamente consciente hasta ese momento, cuando ya no había un cuerpo inmaduro que le impidiese ver la realidad. Alda, su amiga, era una mujer impresionante, de gran fortaleza, que había vivido más de un centenar de años. Se sintió insignificante al lado de ella.

La chica comenzó a liberarle de las raíces que le rodeaban las muñecas, siendo esta tarea más sencilla ahora que las plantas estaban lejos de la influencia de las Sídhe. Alda le preguntó si estaba bien, pero él todavía estaba asombrado con el cambio que había experimentado ella, y la única forma de la que pudo responder fue asintiendo con la cabeza.

Cuando estuvo finalmente libre de sus ataduras, lo primero que hizo fue dar varias vueltas alrededor de la chica, estudiándola con atención, analizando cada pequeño cambio, todo ello sin terminar de creérselo. Mientras tanto, Alda solo le miraba sonriente, sin que pareciese importarle estar siendo sometida a semejante escrutinio.

No fue hasta que reparó en la expresión divertida en el rostro de su amiga, cuando Kevin se dio cuenta de que estaba actuando como un tonto. Después de todo, ella seguía siendo la misma, a pesar de las diferencias. Notó que se sonrojaba al pensar en todo el rato que había estado mirándola fijamente, de forma descarada, como si fuese un niño que acababa de descubrir una tienda de golosinas.

—Disculpa —le dijo a la chica—. Es que todavía me cuesta creer lo que estoy viendo. Estás tan distinta… ¿Quiere esto decir que has entrado en la madurez?

—Esos es —confirmó ella—. Acabo de empezar un nuevo ciclo de edad. Mi cuerpo ha experimentado varios cambios madurativos, que me permiten, entre otras cosas, utilizar a voluntad el mecanismo de defensa Fane.

—¿Entonces, ahora puedes provocar las visiones que quieras, cuando quieras?

—En efecto. Solo puedo mantenerlas durante un rato, ya que requieren bastante esfuerzo mental, pero puedo usarlas con total libertad, sobre cualquier criatura con una inteligencia susceptible de ser afectada por ellas.

—Eso es increíble.

—¿Quieres ver una pequeña demostración?

—No creo que sea muy buena idea. Ya he visto el efecto que puede tener una alucinación provocada por ti.

—No has visto nada en comparación con lo que puedo hacer ahora. Vamos, déjame que te lo enseñe. Te prometo que no te mostraré nada desagradable.

—Muy bien… —accedió Kevin con algo de recelo.

Entonces Alda le cogió las manos y se las puso la una contra la otra, como si fuesen a contener algo en su interior. Después, le pidió que las separase lentamente y mirase con atención.

Kevin hizo lo que la chica le pidió. A medida que fue abriendo las manos, vio que había algo vivo en el hueco que se formaba entre ambas. Pero no solo era capaz de verlo, sino que también podía sentirlo. Notaba unas diminutas patitas recorriéndole la palma de las manos y haciéndole cosquillas a su paso. Cuando hubo terminado de separar las manos, observó que estaba sosteniendo una especie de mariposa azul de gran tamaño, la cual, al darse cuenta de que estaba al aire libre, emprendió inmediatamente el vuelo. En el instante en que el insecto desplegó sus alas, Kevin pudo ver que no era una mariposa convencional. Tenía cuatro pares de alas, que, al estar en movimiento, desprendían una dulce fragancia que le recordaba a la vainilla.

El vuelo de la mariposa duró un par de minutos, durante los que Kevin se sintió profundamente conmovido con aquel delicado espectáculo que llegaba a todos sus sentidos. Después, la ilusión se desvaneció, como si nunca hubiese estado allí. Desapareció como si de un fantasma se tratase, y al hacerlo, también se dejó de sentir el aire que empujaban sus alas, o los olores que había percibido.

—Esta era una de las muchas criaturas que habitaban en mi mundo —le explicó Alda—. Aunque haya dejado de ser, como todo lo demás que había allí, de este modo, al menos puedo enseñártela tal y como era entonces.

—Muchas gracias —le dijo sinceramente a la chica.

Kevin notó que una lágrima se había escapado de sus ojos y le caía por la mejilla. Alda le había enseñado una maravilla, que, a pesar de su simpleza, le había llegado a lo más profundo. Eso había hecho que se emocionase, por haber podido contemplar, aunque fuese solo por un instante, aquella criatura que ya no podría volver a volar en la realidad. Todos los seres que habían pertenecido al mundo de Alda ahora solo podían vivir gracias al recuerdo de la chica y su capacidad para evocar imágenes como la que le acababa de mostrar.

Caminaron durante unos minutos por el bosque, tras los que fueron a parar a un claro donde los árboles habían dejado un gran espacio entre ellos, de forma que era uno de los pocos lugares donde se podía tener una buena vista del cielo. El suelo estaba cubierto de hierba de color verde claro y en un rincón había un manantial de aguas transparentes y limpias. Era un bonito lugar que a Kevin le recordó al sitio donde conoció a Alda. Estando allí, se dio cuenta de que su amiga había hecho bien en traerle. No le importaba tanto despedirse del mundo de las Sídhe, lo que realmente le pesaba era tenerle que decir adiós a la chica. Parecía apropiado que la última vez que la viese fuese en un sitio que guardaba tantas semejanzas con el primer lugar donde la vio.

Habían llegado al final del camino. Ya no tenían ninguna misión por delante, ningún peligro persiguiéndoles, ninguna vasta extensión por recorrer. Aquel era el último paso que daban juntos. Solo quedaba decirse adiós.

SIGUIENTE

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