III. LA CIUDAD SUBTERRÁNEA
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Mientras caminaba de nuevo por los pasillos y contemplaba a la gente, Kevin se preguntaba si Alda también se habría puesto uno de aquellos trajes. Las telas eran bastante ligeras y delgadas; no obstante, sabiendo la reticencia que tenía la chica a cubrirse con demasiadas prendas, no se imaginaba que aquellas largas túnicas pudiesen ser del agrado de ella. De cualquier modo, supuso que se encontraría con la Fane también durante la fiesta y saldría de dudas entonces. La cuestión era si realmente quería encontrarse con ella. Aunque todavía se sentía molesto con la chica, no había olvidado que, antes de que fuesen sorprendidos por los Djin en el desierto, ella había querido decirle algo, pero no había tenido la ocasión, y pensaba que quizás fuese algo importante.
La sala del banquete no era lo que en un principio hubiese podido imaginar. No había una gran mesa con muchas sillas alrededor, sino que era más bien como un jardín cubierto, donde había varios cuencos con comida esparcidos aquí y allá, siempre cerca de lugares donde poder ponerse cómodo, con cojines y jarras con bebida. La gente iba de un lado a otro, hablando animadamente, y de vez en cuando se sentaban, para seguir la conversación mientras degustaban los diferentes manjares.
Las miradas de todos los Djin se fijaron en Kevin cuando entró a la habitación, y después, prácticamente se convirtió en el centro de atención de la fiesta. Todos querían acercarse a hablar con el extranjero de otro mundo y aprovechaban cualquier ocasión para saludar o para ofrecerle algo de comer o beber.
Había mucha gente por todas partes, pero no lograba encontrar a Alda por ningún lado. Pensó que tal vez ella había rechazado la invitación para acudir al banquete, aunque no hubiese parecido un movimiento muy sensato por parte de la chica. Pero entonces la vio entrando por la puerta de la sala, acompañada también por dos Djin, como lo había hecho él mismo antes, y se quedó inmediatamente deslumbrado con la belleza de la Fane.
La chica llevaba también un traje confeccionado con los tejidos típicos de los Djin, pero el suyo era completamente distinto al de todos los demás asistentes, de hecho no se parecía a ninguno de los vestidos que había visto hasta el momento. Las prendas de la chica estaban obviamente modificadas. Kevin supuso que ella misma habría propuesto los cambios, o los habría realizado por su cuenta, al sentirse demasiado atrapada entre las túnicas que eran costumbre de la ciudad. Las telas que cubrían el cuerpo de Alda tenían los mismos colores y adornos que los de todo el mundo, pero la gran diferencia radicaba en el corte. Así como el resto de los Djin vestían largos atuendos que cubrían sus cuerpos al completo, Alda lo había reducido a dos prendas claramente diferenciadas. En la parte superior, cubriéndole el torso hasta las costillas, llevaba una blusa de seda sin mangas, que dejaba su vientre expuesto. Y, a continuación, partiendo de sus caderas colgaba una falda, también de tejido ligero y suave, con una forma poco convencional, siendo más larga por un lado que por el otro, de modo que una pierna quedaba prácticamente cubierta mientras que la otra estaba desnuda desde la rodilla.
Tal vez fuese por la originalidad con la que la Fane destacaba entre toda la multitud, pero en ese instante Kevin se quedó tan atónito mirándola como lo estaban haciendo todos los Djin de la sala. No solo eso, la sensación fue similar a cuando la vio por vez primera, saliendo del agua en el bosque de sus sueños. Ante él tenía una criatura maravillosa y cautivadora que cortaba el aliento con tan solo mirarla.
Pero la sensación no duró mucho, porque entonces se dio cuenta de que ella no le buscaba a él, incluso parecía que evitaba mirarle. Entonces dejó su estupor a un lado y, saliendo del encanto que le había causado la primera impresión, recordó que seguía estando molesto con la chica. De hecho, al verla codearse con los Djin con la naturalidad con la que lo hacía, también volvió a experimentar la desconfianza de los días pasados.
No quería seguir mirando a la chica, ni de forma accidental, de modo que se dio la vuelta y fue hacia otro extremo de la inmensa sala, donde la conversación entre los Djin era igualmente animada pero no tenía que estar pensando en las acciones de su compañera.
El tiempo iba pasando y la fiesta parecía no tener fin, la gente estaba alegre y se contaban cosas los unos a los otros. Los huéspedes de Kevin se mostraban muy cordiales con él y, sin embargo, había algo que le resultaba muy extraño, y es que todas las conversaciones eran inusualmente unidireccionales. Los Djin contaban anécdotas e historias pero nunca le hacían preguntas a él, aunque parecían más que dispuestos a contestar a cualquier pregunta que se les hiciese. Así pues, no podía evitar preguntarse la razón por la que en una fiesta donde él era uno de los invitados de honor, una fiesta que estaba hecha para celebrar su llegada a la ciudad, nadie parecía tener el menor interés en conocer cómo habían llegado hasta allí o desde dónde habían venido. Consideraba aquella misteriosa falta de curiosidad un detalle inquietante, y le llevaba a pensar que toda aquella fiesta no fuese más que algún tipo de farsa, montada por los genios para ganarse su confianza. Todo aquello era antinatural.
Al final la fiesta acabó y la gente empezó a retirarse de vuelta a sus residencias. Cuando se quiso dar cuenta, Kevin se había quedado prácticamente solo en la sala. Miró a su alrededor y vio que Alda también se debía haber marchado, ya que no se la veía por ninguna parte. Se enfadó todavía más con la Fane. Ella lo había ignorado durante toda la noche y no se había acercado ni un solo segundo hasta él, ni tan siquiera para saludar. Si bien era cierto que él mismo también había estado evitando a la chica. Fuese como fuese, tampoco merecía la pena darle demasiadas vueltas al asunto. Se sentía cansado y, ahora que todo el ajetreo había cesado, los parpados empezaban a pesarle sobre los ojos.
Fue acompañado de nuevo hasta su dormitorio y allí se dejó caer sobre la cama para quedarse dormido casi al instante.
El sonido de las risas hizo que abriese los ojos.
Kevin No sabía cuánto tiempo había pasado desde que había llegado a la habitación, pero estaba casi seguro de que, cuando lo hizo, el dormitorio estaba completamente vacío.
La habitación estaba a oscuras y no podía identificar a quiénes pertenecían las risas. Aunque era capaz de distinguir tres voces distintas en el fondo, por delante de él, que, entre murmullos y risas nerviosas, iban acercándose cada vez más.
De pronto, aparecieron varios focos de luz, pero no provenían del sistema de iluminación de la habitación, sino que eran fruto de las llamas que irradiaban los cuerpos que tenía frente a él.
Se trataba tres Djin, quienes habían decidido hacerle una visita nocturna, tres mujeres de gran belleza y exóticos rasgos. Las Djin se miraban las unas a las otras, mientras reían y caminaban provocativamente en dirección a la cama de Kevin. Entonces, dejaron caer sus túnicas al suelo, revelando así sus esbeltas y firmes figuras llenas de curvas. La visión resultaba especialmente sensual. No solo por la desnudez, sino, además, por el resplandor que irradiaban sus cuerpos y que bañaba sus pieles, dándoles un tono anaranjado.
La temperatura comenzó a subir en la habitación y Kevin notó que tenía la ropa empapada en sudor. Su estado bien podría haberse debido a la excitación provocada por la situación, pero tenía más que ver con el calor que desprendían aquellas perversas visitantes nocturnas.
Las mujeres subieron a la cama y fueron gateando hasta llegar a su posición, mientras la luz de sus cuerpos se hacía más intensa, hasta el punto en que sus cabelleras pasaron a transformarse en serpenteantes llamaradas doradas, que, sin ser completamente de fuego, todavía dejaban entrever el movimiento de cada hebra de pelo.
Cuando las féminas alcanzaron a Kevin, una de ellas se adelantó y le besó en la boca, profundamente, haciendo que, al contacto con su lengua, el calor se adentrase también en el interior de su cuerpo, llegando hasta sus entrañas. Mientras tanto, las otras dos Djin habían empezado a desvestirle, quitándole las prendas con delicadeza, entre caricias y roces deseosos.
Cuando las Djin le hubieron dejado completamente expuesto, comenzaron a deslizar sus cuerpos sobre el suyo, masajeándolo y llevándolo hasta el éxtasis, hasta que Kevin no pudo soportarlo más y sintió que necesitaba poseerlas. Al notar que su amante estaba a punto, la misma mujer que había iniciado el primer contacto, le recostó por completo, se subió a horcajadas sobre él y entonces…
Entonces estalló el infierno. Entre las tres le sujetaron a la fuerza, reteniéndole de forma que no pudiese moverse. Mientras tanto, la líder había comenzado a mover las caderas rítmicamente hacia delante y hacia atrás. Al principio, a Kevin le resultó placentero, pero conforme la Djin iba acelerando el paso, la temperatura de su cuerpo también iba aumentando hasta que se volvió demasiado insoportable. Los gemidos de la mujer fueron transformándose en gruñidos violentos y su cuerpo se iba envolviendo en fuego a medida que ella estaba más próxima a alcanzar su clímax.
Kevin empezó a gritar con desesperación. Se retorcía intentando liberarse, pero las tres mujeres no le dejaban moverse. Notaba como su piel se quemaba y no podía hacer nada para evitarlo.
Miró el rostro de la Djin que le estaba tomando por la fuerza, en contra de su voluntad, en un intento de suplicarle que le dejase marchar, pero en su mirada no encontró compasión alguna, solo un éxtasis que le indicaba que por nada del mundo iba a liberar a su presa en aquel momento. Entonces, las pupilas de la Djin se dilataron súbitamente y el rojo de sus ojos pasó a ser un pequeño círculo llameante.
Justo en ese instante, el cuerpo de la mujer explotó, convirtiéndose por completo en una bola de fuego que abrasó todo a su paso.
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