lunes, 3 de diciembre de 2018

III. LA CIUDAD SUBTERRÁNEA (6)


III. LA CIUDAD SUBTERRÁNEA



6


Cuando todo hubo terminado, Kevin respiró aliviado, ya que al menos, a pesar de aquella extraña transformación, el dolor había cesado por completo. 

—Si te hubiese dicho lo que iba a ocurrir, no lo hubieses hecho —aclaró Efreet, adelantándose a cualquier posible represalia. 

Kevin estaba furioso. Si no fuese porque necesitaba al genio, en aquel mismo momento hubiese tirado la botella al pasillo o, mejor aún, la hubiese abandonado en la sala cerrada para que lo convirtiesen en otra de aquellas fuentes de luz biológicas. Afortunadamente para el Djin, tenía demasiado sentido común como para dejarse llevar por la rabia. Se tranquilizó, fue hasta la botella que contenía a Efreet y le habló, intentando sonar amenazador, para que el genio entendiese que su vida dependía de lo que respondiese en ese momento. 

—¿Qué me has hecho? 

—Nada, lo prometo. Esa era la reacción normal. Solo has experimentado un pequeño efecto secundario. 

—Habías dicho que no habría ninguna reacción adversa. 

—Puede que haya dicho algo así, pero no te he mentido. Ya estás bien, ¿verdad? No te quedarán secuelas perjudiciales. 

A Kevin no le gustaba nada como se estaba desarrollando todo aquello. Sabía que no podía fiarse de las palabras del genio, ya había intentado matarle en una ocasión y aquello debería haber sido suficiente para no confiar, pero lo que acababa de ocurrir lo confirmaba. Además, algo en sus palabras le resultaba sospechoso. No le gustaba la forma en que le había asegurado que no le quedarían secuelas, porque en realidad no lo había negado, solo había dicho que las secuelas no serían perjudiciales. 

—¿Qué hay de mis ojos? Han cambiado de color. 

—En unas pocas horas volverán a la normalidad. No tienes nada que temer, ya he visto esta reacción antes... en una ocasión. Solo quiere decir que has asimilado la esencia de los Djin y que esta se está integrando en tu organismo. Es solo una muestra de que, lo que has hecho, ha surtido efecto. Ahora sabemos sin ninguna duda que te recuperarás del envenenamiento. 

—¿Quieres decir que cabía la posibilidad de que no funcionase? 

—Bueno… no se han hecho tantas pruebas en realidad. Comprenderás que no recibimos muchos visitantes de otros mundos. 

—Maldito hijo de puta. 

—No sé de qué te quejas, todo ha salido bien. Deberías estar contento. 

—Tú también. Deberías alegrarte de que todavía te necesite. 

No hablaron más. Kevin estaba demasiado cansado por la experiencia por la que acababa de pasar, su cuerpo estaba resentido y necesitaba echarse a dormir. Lamentaba tener que posponer su conversación con Alda, pero no se sentía capaz de dar un solo paso, mucho menos podría haber sido capaz de encontrarla en aquel estado. Además, si alguien le hubiese encontrado deambulando por ahí con los ojos de color rojo, inmediatamente hubiesen adivinado lo que había ocurrido y entonces todo el plan se hubiese echado a perder. Tendría que esperar a que su cuerpo volviese a la normalidad antes de hacer nada más. Aquello, además, tendría sus ventajas, ya que, para entonces, el veneno habría desaparecido y podría pensar de nuevo con claridad. Ya había perdido demasiado tiempo y no le gustaba tener que desaprovechar más horas en iniciar su fuga, pero cuando se pusiese en marcha, no pensaba dejar que nadie se interpusiese entre la libertad y él. 

Se quedó dormido rápidamente y pudo descansar, en esta ocasión sin sueños perturbadores o pesadillas infernales. 

Cuando abrió los ojos ya había amanecido. Tenía la sensación de haber estado muchísimo tiempo durmiendo y se sentía descansado. Lo primero que hizo fue ir rápidamente a mirarse en el espejo. Comprobó así que esta vez Efreet no le había engañado, los ojos habían recobrado su color normal. 

Ahora estaba preparado. El siguiente paso era encontrar a Alda y darle también a ella el antídoto. Le sabía mal tener que hacer pasar a la Fane por aquella terrible experiencia, pero era el único modo de que ambos pudiesen escapar de allí. 

Kevin se disponía a salir por la puerta, cuando se paró en seco. No podía actuar de forma impulsiva ahora, tenía que planificarlo todo mejor, para que no surgiesen problemas imprevistos. Si simplemente iba en busca de Alda y entonces intentaban darse a la fuga sin más, estaba claro que no iban a llegar muy lejos. Además, tenía que valorar cuál era su mejor opción para escapar. Podía preguntarle a Efreet si había alguna salida que pudiesen utilizar, o podría hacer algo mucho mejor y que no se le había ocurrido hasta el momento a causa del veneno que había recorrido su organismo unas horas antes. Si reparaba la flauta, todos sus problemas estarían solucionados. No tendría más que encontrar a la Fane, tocar el instrumento, y estarían fuera de allí antes de que los Djin se diesen cuenta de lo que había ocurrido. Decidió que ese sería el mejor plan de acción. Ahora solo tenía que averiguar cómo hacer que la flauta funcionase de nuevo. 

—Deberías salir de la habitación —le dijo Efreet—. Si no sales, empezarán a sospechar que algo no va bien y vendrán a buscarte. 

—Lo sé, pero estoy pensando en cómo escapar de aquí. 

—Planees lo que planees, no podrás hacer nada hasta que no caiga la noche. Por el día te será imposible pasar desapercibido. 

—Si todo sale bien y consigo lo que necesito, no importará que sea de día o de noche. Todo ocurrirá muy rápido, demasiado como para que los Djin puedan hacer nada al respecto. 

—¿Piensas decirme en qué consiste ese plan tan maravilloso tuyo? 

En realidad, Kevin no quería hablarle al genio sobre el instrumento. Sabía que aquella era información poderosa y que Efreet podría traicionarle, utilizando dicha información para ganarse un indulto. Lo mejor sería mantenerle a oscuras hasta que hubiese resuelto todos los detalles. Además, todavía no había decidido si se llevarían al Djin con ellos, ni siquiera había pensado en ello. Era cierto que Efreet le había ayudado a curarse, pero también lo había hecho por su propio interés. Y estaba la cuestión de no querer liberar a un pirómano homicida en otro mundo, mucho menos en el suyo. 

—Por ahora no, te lo contaré cuando llegue el momento —dijo finalmente Kevin, tras pensar en ello. 

—No te culpo por ello. Posiblemente haces bien desconfiando, no te debes fiar de nadie mientras estemos en la ciudad. Pero, solo por precaución, quizás deberías tener un plan alternativo por si las cosas no salen como tú esperas. 

—¿Alguna sugerencia? 

—Hay un camino que podríamos utilizar para regresar al desierto sin ser detectados. Puede que sea difícil para vosotros, pero creo que podría salir… —Efreet no terminó la frase que estaba diciendo—. Deprisa, escóndeme debajo de la cama, viene alguien. 

Kevin ocultó rápidamente la botella y se sentó, intentando actuar con disimulo. La puerta se abrió y apareció un Djin, era uno de los miembros del consejo. 

—Buenos días. ¿Cómo nos encontramos hoy? —preguntó el recién llegado. 

—Estupendamente, tratando de decidir qué debería hacer con mi tiempo libre. 

—Fantástico. Como no abandonabas tus aposentos, uno de tus vecinos estaba empezando a preocuparse y me ha avisado. De cualquier modo, es bueno saber que no hay ningún problema. 

“Sí, claro”, pensó Kevin, “probablemente solo ha venido hasta aquí para comprobar si el veneno me había dejado ya completamente paralizado”. Tenía que recordarse que, a partir de ahora, mientras estuviese en compañía Djin tendría que actuar como si estuviese bajo los efectos del Zaqum. 

—Iba a salir ahora mismo. 

—¿Te ha enseñado alguien la ciudad? Yo mismo podría acompañarte a dar una vuelta, y después podríamos degustar algunos manjares, preparados especialmente para la ocasión. 

—Parece buena idea, tenía ganas de ver un poco la ciudad —mintió, sabiendo que ya había realizado la visita el día anterior, intentando demostrar síntomas de amnesia. 

De modo que no tuvo más remedio que realizar de nuevo el mismo recorrido que ya había hecho. Pasaron por los mismos sitios, vieron las mismas fachadas y terminaron su paseo en la fuente de gemas, donde, una vez más, el Djin que le acompañaba le obsequió con una bolsa llena de piedras preciosas. 

Ante todo esto, Kevin procuró intentar sorprenderse y parecer igual de agradecido por el regalo que el día anterior. 

Al acabar en la plaza, su acompañante, quien ya no era el miembro del consejo que había acudido a su habitación a primera hora, sino otro Djin distinto que le había relevado al poco de comenzar la visita, le indicó que a continuación se dirigirían a los jardines a comer algunos de los mejores alimentos que podían encontrarse en la ciudad. Kevin sabía que aquella oferta era una mera excusa para continuar envenenándole, ya que toda la comida de aquellos seres contenía la misma sustancia nociva que los frutos del desierto. Pero ahora ya no debía temer la ingesta, ya que se suponía que era inmune al veneno. Aun así, no le hacía demasiada gracia consumir veneno conscientemente, con inmunidad o sin ella. 

Iba siguiendo a su acompañante, de camino a los jardines, cuando se cruzaron con otra pequeña comitiva caminando en dirección contraria. Tres individuos regresaban precisamente del lugar al que ellos se dirigían. El grupo lo componían dos mujeres Djin y otro ser distinto al que iban escoltando, por supuesto, se trataba de Alda. 

Kevin hubiese esperado una reacción por parte de ella cuando pasó por su lado. Pero le decepcionó ver que la chica ni tan siquiera le miró, continuó con la vista al frente, sin siquiera reparar en su presencia. Quiso decirle algo, avisarla del peligro, contarle su plan para escapar, pero tuvo que contenerse y pasar de largo. No podía delatar su coartada, se suponía que no debía reconocerla, ya que su memoria no funcionaba bien, o al menos eso era lo que tenía que hacer pensar a los Djin. 

El encuentro con la chica le había cogido por sorpresa, no había estado preparado para ello y durante el resto del día no pudo sacarse de la cabeza la forma en que ambos habían pasado por al lado con indiferencia. Aquello era una muestra más de lo urgente que era escaparse de allí. Tomó la decisión de no perder un momento más. Aquella noche, cuando regresara a la habitación, no cesaría en su empeño hasta que hubiese hallado la manera de arreglar la flauta, aunque ello supusiese pasar toda la noche en vela. Si todo iba bien, al día siguiente habrían abandonado aquel mundo infernal. 

El resto del tiempo que pasó acompañado, Kevin estuvo ausente, asintiendo a todo lo que le decían y dejándose llevar de un lado a otro, cuando la verdadera actividad estaba teniendo lugar dentro de su cabeza. No dejaba de pensar en maneras para intentar desatascar el instrumento. Así pues, cuando por fin le dejaron de vuelta en sus aposentos, no tardó ni un instante en acercarse a la cama y sacar la mochila que estaba guardada debajo. Eso sí, solo extrajo la mochila, la botella que contenía a Efreet la dejó oculta. No quería que el genio le viese manipular la flauta, cuanto más tiempo desconociese su existencia sería mejor. 

—¿Qué estás haciendo? ¿Forma eso parte de tu plan? —preguntó el Djin desde su escondite. 

Pero Kevin no tenía intención de responder a ninguna pregunta. Estaba concentrado, pensando en cómo resolver el problema que tenía entre las manos. A partir de aquel momento, por lo que a él respectaba se encontraba solo en la habitación, y por más que Efreet insistiese, este no obtendría ninguna contestación. 

Sacó la flauta de su funda y miró las aperturas en ambos extremos, tratando de localizar la obstrucción. La luz no pasaba de un lado al otro, lo que indicaba que, en efecto, había algo en el interior del cilindro, arena con toda seguridad. Le dio algunos golpes en los extremos para ver si así caía la arena, pero no salió ni una sola partícula. Estaba claro que así no iba a conseguir nada, tenía que pensar alguna otra cosa, algo que todavía no hubiese intentado. Miró por todas partes de la habitación, buscando con los ojos algo que le diese una idea, pero fue en vano. Si había algún modo de reparar el instrumento, no parecía que fuese a hallarlo en aquella estancia, tendría que salir fuera. 

Lo primero que le vino a la cabeza fue llevar la flauta a los baños, para sumergirla en aquella sustancia parecida al agua. Aunque temía que, haciéndolo, pudiese dañar el instrumento de forma irreversible. Buscó mentalmente alternativas, pero no se lo ocurrió nada más, así que terminó por dirigirse hasta la habitación de la bañera, con la esperanza de encontrar algo allí, o para, en el caso de no ser así, sumergir la flauta como último recurso. 

Llegó a su destino, pero allí tampoco encontró nada. No quería arrojar la flauta en aquella sustancia, pero no veía otra opción. Se acercó junto a la bañera e introdujo la mano en su interior para comprobar que el estado del líquido era el mismo de siempre. Aquel fluido tenía propiedades curativas, algo que ya había podido comprobar previamente en sus propias carnes, pero dudaba del efecto que pudiese tener en algo que estaba hecho de un material inorgánico, de origen desconocido. No estaba seguro de aquello y vacilaba. Si se equivocaba, sería su perdición y estarían allí atrapados para siempre, o hasta que los Djin decidiesen acabar con sus vidas. Pensó en Alda, en su encuentro con ella en el pasillo, y entonces se decidió, tenía que arriesgarse por el bien de ambos. Sosteniendo la flauta en la mano, fue inclinando el brazo hacia delante con la intención de sumergirlo cuidadosamente dentro de la bañera, con la esperanza de que aquello funcionase.

SIGUIENTE

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