lunes, 10 de diciembre de 2018

III. LA CIUDAD SUBTERRÁNEA (7)


III. LA CIUDAD SUBTERRÁNEA



7


“No lo hagas”, dijo una voz dentro de su cabeza. 

La voz empezaba a resultarle familiar a Kevin, porque ya la había escuchado en diversas ocasiones. Tenía un tono grave y parecía guiarle siempre en la dirección adecuada. Asociaba esta voz con su instinto de supervivencia, aquel que llevaba oculto en lo más profundo de su subconsciente, y no creía que fuese prudente no hacerle caso. Al escuchar estas palabras, se detuvo y se quedó con el brazo en alto, sin introducirlo en el líquido, mientras esperaba más instrucciones. Estaba expectante a que su instinto le volviese a dar algún consejo, una alternativa, pero la voz no le hablaba. Tomó aire y recapacitó. Quizás le estaba dando demasiada importancia a aquellas palabras, era posible que fuesen solo un producto de las dudas y el temor a que no funcionase lo que iba a hacer. Tenía que ser valiente y terminar con lo que había empezado, pasase lo que pasase. Así que cerró los ojos y continuó acercando la mano a la superficie del líquido. 

“¡Espera!” 

Esta vez la voz sonó como un grito desesperado y, al escucharla, Kevin no solo se detuvo, sino que se retiró inmediatamente hacia atrás, alejándose de la bañera. 

“No se dañará, pero perderá la memoria, volviendo a su estado original.” 

Le pareció que nada de aquello tenía sentido, no entendía lo que le estaba diciendo la voz, ¿Qué quería decir con que perdería la memoria? Y la voz interrumpió sus pensamientos una vez más. 

“Si el viento de Kalen lo olvida todo, también se perderán las canciones. No será diferente a cualquier otra flauta. Por lo tanto, no serás capaz de viajar.” 

Estaba claro que aquella no era su propia voz. No cabía duda de que alguien le estaba hablando, aunque el sonido viniese del interior de su propia cabeza. Hasta el momento, aquella persona, o lo que fuese, nunca se había equivocado y siempre había obrado a su favor. Por lo tanto, Kevin decidió que debía creer lo que le estaba diciendo la voz. Le preguntó a su mente qué debía hacer, qué alternativa tenía, pero nadie contestó. 

No iba a seguir adelante con aquello, de manera que tendría que pensar en alguna otra cosa, aparentemente por sí mismo, sin ayuda de voces misteriosas. Volvió a guardar el instrumento en su funda y salió de la sala, para volver a su habitación a continuar pensando en la manera de solucionar el asunto. 

Por el camino de vuelta, se detuvo delante de la puerta cerrada. Se lo ocurrió que quizás, entre todo el instrumental que había dentro de aquella estancia, podría encontrar algo que le ayudase a desatascar la flauta. Se acercó a la puerta y miró a través de la cerradura. Era difícil ver con claridad desde aquella posición y no podía localizar nada útil. Si quería buscar adecuadamente, iba a tener que entrar una vez más allí. No obstante, sabía que no podía hacerlo solo. No quería involucrar al genio en todo aquello, tenía la certeza que si Efreet descubría lo del viento de Kalen ocurriría algo terrible, pero le necesitaba para abrir la puerta. Pensó que tendría que darle alguna excusa al Djin para que le ayudase a entrar en la habitación cerrada, de forma que este no supiese realmente cuál era su propósito. Con esta idea en mente, continuó caminando hasta que estuvo de regreso en su dormitorio. 

Antes de hacer nada, escondió la flauta debajo de una almohada. Después sacó la botella de debajo de la cama, se la acercó a la cara y le habló al genio. 

—Necesito tu ayuda —dijo Kevin—. Tienes que volver a abrirme la puerta donde le sacan sangre a los Djin. 

—¿Por qué iba a hacer semejante estupidez? 

—Porque quieres escapar de aquí y quieres que te lleve conmigo. 

—¿Qué tiene que ver una cosa con la otra? 

—Hay algo dentro de esa habitación que necesito para llevar a cabo mi plan. 

—No veo qué podrías utilizar de ahí dentro. 

—Vas a tener que confiar en mí, de momento no te puedo decir nada más. 

—No me gusta nada esto. Tengo la sensación de que estás intentado dejarme de lado. No voy a ayudarte para que luego me abandones a mi suerte. 

—Si no me ayudas, ninguno tendremos ninguna posibilidad. 

—Bien, entonces, si me descubren, al menos me regocijaré escuchando cómo te torturan. Mi suplicio será menor cuando piense en el tuyo. 

—No te dejaré atrás. Prometo llevarte con nosotros cuando huyamos. 

El genio se lo pensó durante unos instantes. Mientras tanto, Kevin le miraba fijamente con ojos suplicantes. Necesitaba su ayuda, lo suficiente como para hacérselo ver a Efreet, incluso aunque ello supusiese que este pensase que tenía el control de la situación. Además, mientras se guardase para sí la información más importante, continuaría teniendo un as en la manga, que en el caso de que las cosas fuesen mal y el Djin intentara hacer algo, podría usar, sin importarle qué promesas le hiciese. 

—Muy bien, te abriré la puerta —accedió finalmente el genio—. Pero deberás cumplir tu promesa y llevarme contigo cuando llegue el momento. 

—Trato hecho. ¿Nos ponemos en marcha? 

—Llévame hasta allí. 

Kevin había conseguido convencer a Efreet, pese haberle tenido que mentir. Lo cierto es que no tenía ninguna intención de llevárselo con ellos una vez hubiesen arreglado la flauta. Si hubiese hecho una promesa a cualquier otra persona, la hubiese respetado hasta el final, pero no podía tratar del mismo modo a aquel ser que había intentado asesinarle. Aunque fuese en contra de su sistema de valores, aquella era una promesa que daba por hecho que rompería. 

En breve, se encontró de vuelta en la habitación cerrada. Le parecía inverosímil el hecho de que, pese sentir tanta repulsión por aquel lugar, no dejase de acudir a la sala. 

No perdió el tiempo. Apenas hubo pisado el interior de la estancia, sin siquiera molestarse en entornar la puerta, fue inmediatamente hasta los estantes y comenzó a rebuscar con el fin de encontrar algo de utilidad. Registró todo a conciencia y, justo cuando empezaba a perder la esperanza, encontró lo que necesitaba detrás de un montón de tubos de goma. Allí, oculto, había un fino utensilio de metal que tenía uno de los extremos acabado en punta y el otro extremo una especie de algodón u otro tipo de material blando. Pensó que era perfecto, primero desatascaría la flauta con la parte dura y después, con la otra, terminaría de limpiarlo. 

Esperó que Efreet le preguntase sobre lo que acababa de recoger, pero el genio no dijo nada, le dejó actuar sin hacer preguntas. El comportamiento del Djin hizo que Kevin se preguntase sobre hasta qué punto estaría este asustado, o desesperado, como para querer que él cumpliese su parte del trato y le sacase de la ciudad. 

Volvieron al dormitorio y, tras volver a esconder la botella, se puso manos a la obra. Con mucha suavidad, introdujo aquel metal en el orificio de la flauta y fue presionando poco a poco, girando la muñeca mientras empujaba, hasta que finalmente el atasco empezó a ceder. Primero solo cayeron unos granos de arena, después, su utensilio consiguió llegar hasta el otro lado del instrumento, y finalmente cayó todo lo que había estado atascando la flauta. 

Para acabar con el trabajo, Kevin usó la parte blanda de su herramienta y trató de eliminar cualquier resto de arena que pudiese estar todavía dentro del viento de Kalen. Así, tras poco más de media hora de trabajo, estuvo listo para comprobar el resultado de su esfuerzo. Se llevó la boquilla a los labios y sopló ligeramente para no hacer mucho ruido. La flauta emitió un leve pitido, indicando que volvía a estar operativa y en pleno funcionamiento. Ahora sí que estaba listo para emprender la huida. 

—¿Qué ha sido ese ruido? —preguntó inmediatamente Efreet. 

—Una buena señal para los dos —respondió Kevin alegremente, aunque consciente de que sus palabras sonaban algo crípticas. 

Afortunadamente, el genio no le inquirió más acerca del significado de todo aquello, por lo que Kevin no necesitó recurrir a ninguna mentira o explicación falsa. 

El siguiente paso era localizar a Alda e inyectarle el antídoto. 

Kevin pensó en salir inmediatamente en busca de la Fane, pero ahora que las cosas empezaban a ir bien no debía apresurarse y arriesgarse a echarlo todo al traste. No era buena idea empezar a vagar por los pasillos sin rumbo, en busca de alguien que podía estar en cualquier estancia. Si entraba en la habitación errónea, podía encontrarse en una situación bastante desagradable cuando le interrogasen por sus motivos para estar allí, con un Djin en una botella en una mano y una jeringuilla con sangre en la otra. Lo más prudente sería intentar encontrar la habitación de Alda por la mañana y reunirse con ella a la noche siguiente, una vez ya supiese dónde tenía que ir. 

Decidió que, por el momento, aquel día había dado ya mucho de sí, resultando plenamente productivo, y lo mejor sería acostarse y descansar para estar preparado para el día siguiente, con suerte el último día que tendría que pasar en aquella ciudad sepultada por la arena del desierto. 

Al amanecer, o más bien con el encendido de las luces de la mañana, Kevin se levantó inmediatamente, lleno de energía y sintiéndose preparado para recuperar su libertad y la de su compañera Fane. Había llegado el momento de la verdad. 

Esta vez quería ponerse en movimiento antes de que nadie viniese en su busca o le saliesen al paso, interceptándole para hacer otra visita de la ciudad. Tenía que intentarlo, aunque sospechaba que sus movimientos estaban vigilados constantemente por todos los Djin que poblaban las calles y, en cuanto le viesen aparecer, alguien se le acercaría proponiéndole algo que lo mantuviese ocupado. Tendría que pensar en un modo de dar esquinazo a quien sea que le acompañase en esta ocasión, todo ello manteniendo la farsa y haciendo pensar a los Djin que todavía sufría los efectos del veneno. 

Salió del dormitorio y avanzó con sigilo hasta una esquina, desde donde se asomó al pasillo principal. Por el momento nadie le había asaltado, pero si se exponía al tumulto de gente que iba arriba y abajo por aquella calle, no tardarían en salirle al paso. No podía pasar por allí sin más. 

Entonces se fijó en las vestimentas de la gente. Algunos Djin iban completamente cubiertos con sus prendas, hasta el punto en que la tela les tapaba completamente el rostro, dejando ver solo sus ojos. Se le ocurrió que, si se disfrazaba como ellos, tendría más fácil el paso y quizás pudiese moverse libremente por la ciudad, solo tendría que procurar no mirar a nadie directamente para que no se diesen cuenta de que sus ojos no eran rojos. Con el mismo cuidado con el que había salido, regresó a la habitación, añadió varias prendas a su indumentaria y se miró en el espejo. Comprobó su aspecto y pensó que podría pasar perfectamente como un Djin más. 

Se dirigió una vez más a la calle principal, esta vez atreviéndose a moverse por ella. Cada vez que se cruzaba con alguien, se ponía nervioso, pensando que le reconocerían y le harían variar su rumbo. Pero eso no ocurrió, los Djin le ignoraban por completo. 

Bajo aquel disfraz, pudo ver un aspecto completamente distinto de los Djin, quienes habían abandonado aquella fachada amable, que aparentemente solo mostraban cuando estaba él presente. Entre sí, los Djin se trataban fríamente, evitando el contacto entre ellos, salvo cuando alguno se sentía ofendido, momento en el cual se iniciaba una especie de competición silenciosa de miradas furiosas, hasta que alguno de ambos abandonaba y seguía su camino. Kevin procuró no tropezarse con nadie, para evitar aquel tipo de enfrentamientos. 

Las calles estaban repletas y los establecimientos llenos de gente, pero no veía por ningún lado a la persona a quien estaba buscando. No tenía la menor idea de por dónde empezar a buscar. Aunque había hecho ya varias visitas a la ciudad, seguía sin tener claro cuál era su configuración. 

La región donde se encontraba Kevin en esos momentos parecía ser un área de ocio. También había recorrido algún tramo que parecía más bien comercial. Pero lo que él necesitaba era encontrar zonas residenciales, donde pudiese estar alojada la Fane. 

Todo lo que podía hacer era deambular de un lado a otro, con la esperanza de tener un golpe de suerte. 

De repente, vio un rostro conocido unos metros más adelante, entre la multitud. No era Alda, sino el del mismo miembro del consejo que había acudido a buscarle a su habitación el día anterior. El Djin no dejaba de mirar de un lado a otro, como si estuviese buscando algo, y Kevin intuía que a quien buscaba era a él. Supuso que el miembro del consejo habría acudido a su encuentro por la mañana y, al no encontrarle en sus aposentos, habría salido en su busca. 

Kevin trató de mantener la calma y no parecer sospechoso. Giró la cabeza y continuó caminando en línea recta, hasta que hubo abandonado la línea de visión del Djin. No estaba dispuesto a permitir que estropeasen sus planes, esta vez no. 

Pasaron las horas y seguía sin haber rastro de Alda. Aunque, afortunadamente, tampoco volvió a tropezarse con el miembro del consejo. Estaba empezando a desesperarse, ya solo le quedaba empezar a gritar el nombre de la chica al aire, con la esperanza de que ella acudiese a su llamada. Por supuesto no iba a hacer semejante estupidez, pero el pensamiento pasó fugazmente por su cabeza. 

Trató de cambiar el enfoque de las cosas, tenía que mirar el problema desde un ángulo distinto. ¿Cómo podía encontrar a alguien que podía estar en cualquier lado en aquella ciudad? 

Posiblemente le estaban dando a la chica el mismo trato que le habían dado a él. Ella estaría desorientada y los Djin la irían llevando de un lado a otro, visitando todos los días los mismos sitios y dándole de comer los mismos alimentos, hasta que ella acabase por sucumbir. Entonces un pensamiento lúgubre pasó por su cabeza: ¿y si Alda ya estaba paralizada y se encontraba en la última fase del envenenamiento? Rápidamente apartó esa idea de su mente, no podía permitirse pensar así, no ahora que estaban tan cerca de escapar. Cuando la había visto el día anterior, ella parecía encontrarse bien, pese a no reconocerle, y no creía que el veneno hubiese actuado con tanta rapidez en solo unas pocas horas. 

De pronto tuvo un momento de inspiración. Se dio cuenta de que si se había encontrado con la Fane aquella vez, había sido precisamente porque había estado visitando el mismo lugar al que le habían llevado a él. Eso quería decir que, en realidad, sí que sabía los sitios donde ella podía estar, los había visitado todos varias veces. Se puso en marcha con la intención hacer aquello que pensaba que no iba a volver a hacer más, empezó de nuevo el recorrido turístico por la ciudad.

SIGUIENTE

No hay comentarios:

Publicar un comentario