domingo, 23 de diciembre de 2018

III. LA CIUDAD SUBTERRÁNEA (8)


III. LA CIUDAD SUBTERRÁNEA



8


Kevin pasó por los edificios más emblemáticos de la ciudad, las fachadas decoradas, la fuente… Y terminó en los jardines, donde finalmente encontró a la persona que andaba buscando. 

Alda se encontraba en un rincón, comiendo algo de fruta junto a un estanque repleto de algún tipo de sustancia azulada y viscosa que hacía las veces de agua. Sabía que los Djin tomaban ese líquido también para saciar su sed. Kevin lo había bebido con cada comida y, solo ahora que se hallaba en pleno uso de sus facultades, se daba cuenta de ello. Supuso que, fuese lo que fuese que contenía el estanque, también llevaría su buena dosis de veneno. La Fane bebía de aquella cosa, llenando un pequeño cuenco que sostenía entre las manos, sin ser consciente del peligro que implicaba ingerir nada en aquel mundo. 

Kevin vio que la chica estaba sola, aunque no por completo, ya que había más Djin en los jardines. Pero no había nadie a su lado, lo que le daba a él la oportunidad de aproximarse. Comenzó a caminar hacia ella, cuando, del lado opuesto, aparecieron las dos personas que debían ser su escolta. De modo que, antes de poder hacer nada, ya había perdido la primera y única oportunidad que había tenido en todo el día. 

Las mujeres Djin se alejaron del lugar, junto con Alda, para dirigirse a un nuevo destino. Eso solo le dejaba a Kevin una opción: tendría que seguirlas. 

Trató de mantener una distancia de seguridad lo suficientemente grande como para que no le detectasen, pero sin alejarse tanto como para perderlas de vista. Hicieron varias paradas más en el camino, y en ningún momento volvieron a dejar sola a la Fane. 

La escolta Djin le estaba poniendo las cosas muy complicadas a Kevin para poder actuar, y el tiempo iba pasando. Si la cosas seguía así, antes de darse cuenta, llegaría la noche, se apagarían las luces y acompañarían a la chica hasta su… Entonces cayó en la cuenta de que eso era precisamente lo que más le convenía. Aunque hubiese podido abordar a Alda a lo largo del día, no llevaba la jeringuilla con él y, de haber hablado con la chica, ella ni siquiera lo hubiese reconocido. Pero si seguía a aquella comitiva hasta la habitación de la chica, podría recordar cómo llegar hasta el lugar, para poder volver, mejor preparado, unas pocas horas después, cuando ya no hubiese nadie por las calles. 

Su plan salió como lo había previsto y, cuando ya era bastante tarde, las Djin acompañaron a Alda hasta una habitación, que, para sorpresa de Kevin no quedaba demasiado lejos del lugar donde se alojaba él mismo. Pensó que, siendo así, lo tendría mucho más fácil de lo que había esperado para llegar hasta ella sin que nadie se diese cuenta. Ahora solo tenía que regresar a su dormitorio a por el antídoto para la chica. Pero antes de hacerlo, quería asegurarse de que, en efecto, aquella era la habitación de ella y no alguna otra parada arbitraria. 

Cuando las acompañantes de la Fane se hubieron ido, Kevin se aproximó hasta la puerta, con la intención de abrirla solo un poco, lo suficiente como para comprobar que aquella era la habitación de Alda. Pero cuando empujó la puerta, se encontró con un obstáculo que impedía el avance de la misma, se había apresurado demasiado y casualmente había ido a chocarse con la chica, que todavía permanecía junto a la puerta, al otro extremo. 

Al sentir el golpe, ella dio un pequeño salto, sorprendida por la visita. La Fane retrocedió un poco, permitiendo el movimiento de la puerta, y terminó de abrirla para encontrarse cara a cara con Kevin. 

—¿Quién eres? —le preguntó ella—. ¿Pensaba que ya había terminado la visita? Me disponía a acostarme. 

—Lo siento —se excusó Kevin—. No te molestaré mucho. ¿De verdad que no me recuerdas? 

—Lo cierto es que mi cabeza no está muy centrada últimamente y me cuesta memorizar las cosas. Supongo que es por estar en un lugar nuevo, con tantos rostros poco familiares y tantos nombres que aprender. Es abrumador. 

—Escúchame atentamente. Lo que te ocurre no tiene nada que ver con lo que tú piensas, la realidad es que te han envenenado y tus problemas de memoria se deben a ello. 

—Qué tontería. No sabía que los Djin también tuvieseis sentido del humor, es agradable aprender más cosas sobre tu gente. Aunque, ahora que lo pienso —dijo ella mirándole fijamente—, no te pareces mucho al resto de los tuyos. 

—Eso es porque yo no soy un Djin, soy un humano. Tienes que hacer un esfuerzo por recordar. Vinimos aquí gracias a la flauta, pero ninguno de nosotros pertenece a este mundo. 

—No sé de qué estas halando. Sea como sea, estoy agotada, si no te importa continuar esta conversación tan divertida por la mañana, me gustaría ir a dormir ya. 

Kevin la miró con tristeza, dándose cuenta de que su esfuerzo era inútil, en la situación actual no podía hablar con ella. Le haría caso y se marcharía, pero solo para regresar en un rato, con la sangre Djin. 

—No te preocupes, ya me voy —accedió—. Pero volveré en unas horas con el antídoto que me ha ayudado a conseguir Efreet. 

—¿Efreet? 

—Olvídalo —dijo Kevin, sin pensar en que probablemente ella lo olvidaría de todos modos, aunque él no se lo pidiese—. No es importante. Nos vemos luego. 

Tras lo cual, Kevin se marchó, sin esperar a que ella se despidiese. La memoria de la Fane estaba realmente mal, era imposible hacerla entrar en razón solo hablando con ella. Se apresuró a volver a su dormitorio para recoger la jeringuilla con la que poder curar a su compañera y poder explicarle la situación, el peligro en el que se encontraban, y todas las cosas que había descubierto sobre los habitantes de la ciudad. 

Durante el camino, comprobó que la mayoría de los Djin se habían retirado ya. Todas las zonas empezaban a verse mucho más despejadas de gente, quedando solo unos cuantos individuos diseminados por los lugares donde normalmente había más actividad. Calculó que, en poco más de una hora, las calles serían suyas para actuar a placer, pudiendo ir al encuentro de Alda sin que nadie le viese moverse por allí. 

Ya en su habitación, Kevin recogió la jeringuilla y esperó un buen rato, hasta estar seguro de que podía salir sin peligro. 

—Estate preparado —le dijo a Efreet, quien seguía oculto en la botella, bajo la cama—. En un rato volveré aquí con Alda y entonces escaparemos. 

—Todavía no veo cómo vamos a conseguir realizar esa increíble huida, pero aquí estaré esperando. No es que pueda ir muy lejos de todos modos, ¿verdad? 

Kevin respiró hondo y abandonó el dormitorio para adentrarse en aquellas sombrías y solitarias calles. 

Estaba todo completamente a oscuras, pero estaba preparado para lo que se iba a encontrar y por eso había memorizado el camino, de modo que palpando a tientas pudiese volver sobre sus pasos y reunirse con la Fane. El camino fue largo, más de lo que recordaba, y es que le resultó mucho más complicado de lo que había previsto moverse por la ciudad sin nada de luz para orientarse. Aun así, al final consiguió encontrar la habitación de la chica. 

Cuando entró en el habitáculo, vio que el lugar estaba tan a oscuras como el resto de la ciudad. Ella ya debía estar durmiendo, ya que por la noche las luces de las habitaciones solo se apagaban cuando no detectaban movimiento durante un rato. 

Fue acercándose con cautela hasta el centro de la habitación, que siendo similar a la suya propia, sabía que era el lugar donde encontraría la cama. Tenía que ir con cuidado de no hacer ningún movimiento brusco que hiciese que se encendiese la luz. Procuraría no despertar a la chica y así podría inyectarle el antídoto con más facilidad. Avanzó muy despacio, hasta que llegó a la altura de la cama. Se inclinó hacia delante y entonces estuvo lo bastante cerca como para comprobar, con sus ojos adaptados a la oscuridad, que ella no estaba donde se suponía que tenía que estar. 

Le entró el pánico. Pensó que todo lo que había hecho no había servido para nada. Tal vez con su anterior visita la había asustado y ella había huido de aquella habitación. O, al caminar sin luz, se había metido en el cuarto equivocado. 

Abatido por aquella decepción, Kevin se sentó en la cama y dio un resoplido. Estaba seguro de haberse orientado bien en la oscuridad, no entendía cómo podía haberse confundido de aquella forma. La chica tenía que haber estado durmiendo en la cama… 

Entonces se dio cuenta de su error. No podía estar en la cama, porque a ella no le gustaba dormir en camas. Aunque hubiese perdido la memoria, sus instintos debían seguían siendo los mismos. Estaba convencido de que estaba en lo cierto, no cabía duda de que la chica se encontraba en la habitación durmiendo, pero no donde él había esperado, sino que debía estar en algún lugar del suelo. 

Se agachó y empezó a avanzar a gatas por la estancia, con mucho cuidado para no tropezar con Alda. De esta manera, no tardó mucho en encontrarla. La chica estaba echa un ovillo en el lado opuesto por el que él había entrado, junto a la cama. 

Ahora venía la parte más delicada, introducirle la aguja en la piel con rapidez para que ella no se despertase antes de tiempo. Si la chica se despertaba inoportunamente y comenzaba a chillar o algo parecido, podría ponerles a ambos en un terrible compromiso, terminando así con toda posibilidad de huida. Aunque, por otro lado, recordando cuál había sido su reacción al antídoto, Kevin le preocupaba que la reacción de ella pudiese ser demasiado violenta si le inyectaba la sangre sin previo aviso. Era todo un dilema el que tenía entre manos, pero tampoco podía quedarse pensando en ello para siempre, el tiempo del que disponían era muy limitado. 

Al final optó por no demorar más aquello y pasar el mal trago cuanto antes. Con la mano libre, cogió el brazo de la Fane suavemente para no despertarla y le dio la vuelta colocándolo en la posición que le era más conveniente para administrarle el antídoto. 

De repente las luces se encendieron, pero no solo provenían de las paredes, había luces por todas partes. El suelo, el techo… todo estaba iluminado. Y lo peor de todo era que Kevin ya no estaba sosteniendo el brazo de una chica, sino una serpiente enorme, con aspecto de estar a punto de morderle. 

Al ver aquello, se asustó y abrió la mano, dejando caer inmediatamente a aquel animal peligroso. Pero, apenas hubo hecho esto, se dio cuenta de lo estúpido que había sido. Tenía que haber estado preparado mentalmente para aquello. Había vuelto a ser víctima de las alucinaciones provocadas por la Fane, al parecer su mecanismo de defensa funcionaba incluso cuando ella estaba durmiendo. El problema era que lo que había soltado de golpe no era una serpiente, sino el brazo de la chica y, en consecuencia, ella se había despertado. 

Alda le miraba confusa, intentando comprender la situación, aunque sin alarmarse. Kevin esperaba que la chica empezase a gritar en cualquier momento, pero nada de eso ocurrió, ella hacía poco más que mover la cabeza. 

El veneno estaba más avanzado de lo que había supuesto, porque parecía que la chica era incapaz de moverse. La Fane empezó a asustarse debido a lo que le estaba ocurriendo, lo que ocasionó lo que se podría considerar una explosión en su sistema de defensa. Comenzó a lanzar visiones a discreción, intercalando unas imágenes con otras. Para no sobresaltarse con lo que veía, Kevin tuvo que cerrar los ojos. Si no hacía algo rápido, la cosa podía ponerse todavía mucho peor. Sin pensárselo dos veces, descargó el brazo que sostenía la jeringuilla hacia delante, sobre el cuerpo de la chica. Rezó, con la esperanza de haber dado en el blanco, y entonces presionó el embolo, vaciando así todo el contenido en lo que esperaba fuese el organismo de la Fane.

SIGUIENTE

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