V. ENTRE LEYENDAS
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Kevin se dio la vuelta y se quedó mirando el teléfono, con curiosidad, extrañado ante aquel fenómeno. No cabía duda de que se trataba de una simple coincidencia. No podía ser más que una simple casualidad que alguien llamase a una cabina en medio de la calle justo en el momento en que él pasaba por allí. Era algo curioso que, a fin de cuentas, no le concernía. Al final, el aparato dejó de sonar, y él se rió por dentro, pensando en cómo las cosas más tontas podían todavía sorprenderle después de todo lo que había visto en los últimos días.
Se giró una vez más para retomar la misión que tenía entre manos y…
Justo en ese instante el teléfono comenzó a sonar de nuevo, indicándole que quizás aquello era algo más que una mera coincidencia.
Volvió a acercarse hasta la cabina y dudó por un momento. Pensó que igual estaba siendo víctima de algún tipo de broma, era posible que algún crío le estuviese viendo desde una ventana y estuviese divirtiéndose a su costa, haciéndole pasar un mal rato. Pero tenía el presentimiento de que aquello no era ninguna broma, en su interior sabía que la llamada era para él.
Descolgó el auricular y se lo aproximó al oído. No dijo nada, simplemente esperó a que pasase algo. Entonces alguien le habló desde el otro lado de la línea.
—No temas —dijo la voz—. Estoy de tu lado.
—¿Quién eres?
—Creo que ya sabes quién soy. Hemos hablado en varias ocasiones con anterioridad.
Kevin se quedó pensando un momento en aquellas palabras. No creía conocer a nadie que pudiese… De pronto reconoció la voz, le había costado un poco porque sonaba algo distinta a través de aquel aparato, distorsionada y menos nítida, a diferencia que cuando le había hablado directamente en el interior de su cabeza, telepáticamente o como quiera que lo hiciese.
Supo quién era, era la misma persona que le había estado ayudando en varias ocasiones ya, el propietario de una voz que, al principio, había creído ser un producto de su imaginación o una manifestación de su propio subconsciente, pero que había resultado ser muy real. Sin embargo, hablar con esta persona en su propio mundo y por un medio de comunicación tan mundano como aquel, le hacía asumir por completo la existencia de aquel individuo, algo que hasta el momento no había sido capaz de hacer.
—Me has salvado la vida muchas veces —admitió Kevin—. Creo que debería agradecértelo, aunque no nos hayamos visto antes, ni sepa cómo ni por qué haces esto.
—En realidad sí que nos hemos visto antes. Pero eso no es importante en este momento, ya habrá tiempo en un futuro para las presentaciones. Lo que de verdad debería importarte ahora es que tienes que tomar una decisión de carácter trascendental.
—¿Una decisión?
—Así es, y de lo que elijas dependerá no solo tu futuro sino el de muchos.
—No entiendo lo qué quieres decir. Yo solo estaba buscando la manera de volver a casa.
—Lo sé, ¿pero has pensado si eso es lo que realmente deseas? Si de verdad hubieses querido regresar a tu casa, cuando tocaste la melodía que te trajo de regreso a nuestro mundo, hubieses aparecido directamente en tu hogar. Pero no fue así, en lugar de eso, has aparecido en un país extranjero por un motivo que desconoces, pero que ha servido de guía para que el viento de Kalen te condujese hasta dónde estás ahora.
—Eso no es posible, lo único que quiero es volver a mi pueblo y continuar con mi vida, es lo que he querido hacer desde que todo esto empezó.
—Estas luchando contra ti mismo. Creo que en el fondo sabes que tu viaje no ha terminado, pero no quieres aceptarlo, no eres capaz de admitir que tu vida ya no volverá a ser la misma. Es normal que estés asustado, cualquier persona en su sano juicio lo estaría si hubiese vivido tus experiencias. Por eso te he dicho que debes tomar una decisión.
—¿Y qué decisión sería esta, si puede saberse? —preguntó Kevin, con un tono de descaro, ante aquel desconocido que creía conocerle mejor de lo que se conocía a sí mismo.
—Es fácil, debes decirme si quieres volver a tu país o si lo que quieres hacer es seguir tu verdadera voluntad. Si lo que decides es regresar a tu hogar, a tu pueblo, tengo los medios para hacerte llegar el billete de avión y algo de dinero para cubrir tus necesidades hasta que llegues al aeropuerto. Podrías tenerlo en tan solo unos minutos. Sin embargo, si decides que ese no es tu camino, también puedo ayudarte, aconsejándote sobre la mejor forma de actuar. Ahora lo que realmente debes preguntarte antes de decidir es: ¿En qué estabas pensando cuando tocaste la flauta? ¿Fue en volver a tu casa o en algo distinto?
Kevin tuvo que pensar sobre ello y, aunque su sentido común y su cordura le pedían que aprovechase aquella oportunidad para dejar atrás toda la locura que se había introducido en su vida sin que él lo hubiese pedido, en el fondo sabía que esa persona tenía razón. Cuando había tocado la flauta en la ciudad Djin había estado nervioso y atemorizado por lo que pudiese pasarle, muchas cosas habían pasado por su cabeza, pero en el momento de la verdad, en lo que había estado pensando no había sido en regresar a su casa, sino en Alda. Había estado profundamente preocupado por la chica, queriendo saber si al final ella habría conseguido llegar al mundo de las Sídhe o la habían hecho cautiva. No podía olvidarlo todo y retomar su vida sin asegurarse de que la chica estuviese bien. Desde que la había llevado con él, sacándola de aquel bosque, se había sentido responsable de ella, aunque luego la Fane le hubiese explicado que todo había pasado a causa del viento de Kalen. No había salvado a Alda para luego dejarla a merced de unos seres que no sabía cómo la tratarían, ya fuesen los Djin o las Sídhe. Tenía que saber la verdad, tenía que volver a ver a Alda y comprobar que ella estuviese a salvo, solo entonces podría regresar a casa con la conciencia tranquila.
—¿Has tomado tu decisión? —preguntó la voz al otro lado del auricular.
—Sí, lo he hecho. Tengo que encontrar a Alda y asegurarme de que escapó de los Djin.
—¿Solo eso? Si es lo único que quieres saber, yo mismo te puedo confirmar que, en efecto, la Fane ya no se encuentra en aquel mundo desértico.
—Me alegro, pero no es suficiente. Tengo que verla, hablar con ella y asegurarme de que está bien.
—Eso requerirá que vuelvas a viajar a un nuevo mundo. ¿Estás dispuesto a ello?
—Lo estoy —dijo Kevin con decisión.
—Muy bien, entonces te ayudaré a encontrar a tu amiga. Como te he dicho, hay una razón por la que el viento de Kalen te ha traído hasta ese lugar, eso es porque cerca del sitio en el que te encuentras hay alguien que conoce la canción que abre el camino hacia el mundo de las Sídhe. Lo único que tienes que hacer es encontrar a esta criatura y convencerla para que te enseñe la melodía.
—¿Una criatura? Quieres decir que no es de este mundo —adivinó Kevin.
—No, no es un ser humano. Es un ser originario del mundo de las Sídhe, que llegó al nuestro por accidente hace muchos años y ha permanecido aquí desde entonces.
—¿Cómo lo encontraré?
—Habla con todo el que puedas, aprende las leyendas locales, y las historias te guiarán en la dirección adecuada. Yo mismo podría decirte en este instante qué es lo que andas buscando, pero necesitas aprender el idioma, y la única forma de que el instrumento te ayude a hacerlo es que entres en contacto con la gente. Lo único que puedo hacer es adelantarte algo de información para orientarte en la dirección adecuada. Te daré dos pistas: la primera es que deberás viajar hacia el norte y la segunda es que muchos más van tras esta esquiva criatura.
—¿No podrías decirme nada más concreto?
La pregunta de Kevin no obtuvo respuesta, ya no escuchó más palabras de aquella voz misteriosa, solo un pitido intermitente que le indicaba que la comunicación se había cortado. Ahora todo dependía de él, tendría que seguir adelante por su cuenta, guiándose únicamente por esos escasos fragmentos de información, algo crípticos, que le habían proporcionado.
Según el hombre con quien había hablado por teléfono, su punto de partida debía ser la gente de los alrededores. Tenía que entrar en contacto con personas y hablar con ellos. Como no conocía el lugar, pensó que podía regresar a las ruinas del castillo, aquello estaba repleto de turistas y, siendo un punto donde las visitas serían frecuentes, estaría durante un rato en compañía. Se puso en camino, por la misma calle por la que había llegado hasta la cabina telefónica, volviendo sobre sus pasos.
De repente, cuando había recorrido más o menos la mitad de la distancia que le separaba de su objetivo, escuchó una especie de chillido agudo que provenía de algún punto por encima de él. Levantó la vista y vio a un ave sobrevolándole. Le pareció que era un águila o un halcón, no hubiese sabido decirlo con certeza, pero lo realmente sorprendente fue que, justo cuando estuvo por encima suyo, dejó caer algo.
Se acercó al objeto que había aterrizado en el suelo a sus pies, se agachó y lo recogió, comprobando que se trataba de una pequeña bolsita. Abrió el paquete y en su interior encontró cinco billetes y un papel doblado. Extrajo el papel, lo extendió y comprobó que tenía algo escrito: “Espero que este pequeño obsequio te ayude a encontrar tu camino”. El mensaje le daba a entender que la bolsa no había caído allí por accidente, sino que alguien se la había hecho llegar, y por el contenido de la nota intuía que se trataba de la persona con quien había estado hablando hacía tan solo unos minutos. Después de leer el mensaje, sacó los billetes y los contó, el regalo consistía en un total de cien libras, un dinero con el que, si bien no podría hacer gran cosa si su búsqueda se prolongaba, le serviría para no pasar hambre.
Todo el fenómeno fue muy extraño, se preguntaba cómo era posible que aquel desconocido hubiese podido hacer llegar a un pájaro con un paquete para él hasta su posición exacta, y de una forma tan extraordinariamente rápida y eficaz. Claro que, podía esperar cualquier cosa de alguien que era capaz de hablarle incluso desde el interior de su cabeza. El solo pensamiento de que existiese alguien con tanto poder en su mundo le parecía inquietante. No sabía qué clase de criatura era el extraño, pero esperaba que no tuviese algún oscuro propósito, como los Djin. De ser así, sería un adversario realmente temible. Al menos, por ahora, sabía que aquel hombre estaba de su lado y eso era bueno, pero no cometería de nuevo el error de confiar demasiado rápido en alguien potencialmente peligroso.
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