VI. NOCHES EN EMAIN ABLACH
8
La tarea de llevar las piezas de regreso al poblado fue realmente complicada. Ambos colaboraron para poder mover aquel animal descomunal por entre los árboles, pero este era muy pesado y les costó muchísimo avanzar. Consiguieron llegar hasta el puente que daba acceso a la aldea y arrastraron al oso por él, con bastante dificultad, porque el cadáver no dejaba de atascarse. Pero finalmente consiguieron llegar a su destino, en la plaza de la estatua de Leannan, donde el resto de las Sídhe les miraban con asombro.
Alda se aseguró de exponer sus presas de forma apropiada bajo la estatua, para que pudiesen ser vistas a la perfección. Aunque ello no hubiese sido necesario, porque el oso destacaba especialmente entre el resto de los animales que habían traído los demás habitantes del poblado.
Al rato, la fiesta comenzó del mismo modo que lo había hecho la noche anterior. Vieron la puesta de sol. Empezó a sonar la música y las ancianas Sídhe salieron al palco para tomar su decisión.
Alda permaneció de pie, al lado del oso, a la espera de la reacción de Velenna. Kevin miró en dirección al balcón y comprobó que la anciana le hacía un gesto de asentimiento con la cabeza a su amiga, indicándole que estaba complacida con lo que les había traído. Después, la Sídhe señaló las piezas que iban a ser servidas en aquel momento, empezando por el animal que había cazado la Fane.
Cuando la carne estuvo cocinada, Kevin no se lo pensó dos veces y decidió coger un pedazo de carne de la que había sido cortada del oso que había cazado Alda y que ambos habían transportado por el bosque. Vio que su amiga le sonreía con timidez cuando se dio cuenta de dónde procedía la porción que él había escogido para comer. Después, ella hizo lo mismo y se agenció también un trozo, tras lo que le pidió que se lo comiesen de camino hasta lo alto del árbol central. En esta ocasión, Alda no quería volver a presentarse tarde ante la anciana Sídhe.
—Has demostrado ser muy capaz —cumplimentó Velenna a Alda cuando llegaron arriba—. Pese a que no dispones de nuestros dones naturales, has podido atrapar a una presa con la que casi podrías haber alimentado tú sola a todo el poblado.
—Quería que vieses que puedo aportaros tanto o más que cualquier otra Sídhe —le respondió la chica.
—Me complace tu dedicación. Pero ya sabes que no es necesario. Tus futuras funciones van más allá de la caza de un simple animal, ya estás haciendo suficiente por nuestro pueblo.
De nuevo, a Kevin le pareció que había más en aquellas palabras de lo que parecía. Además, no le gustó la forma en que la anciana había hablado a su amiga, de algún modo parecía que la estaba regañando con sutileza, para no ofenderla. Eso no le hizo ninguna gracia, había visto lo mucho que Alda se había esforzado en atrapar al oso y sintió que era su deber salir en defensa de su compañera.
—Disculpa Velenna —le dijo a la anciana—. Creo que Alda ha realizado una gran labor y tengo la impresión de que estás menospreciándola o restándole importancia.
—Kevin, no hace falta que… —la Fane intentó decir algo, pero no le salían las palabras.
—Sí que hace falta —afirmó Kevin—. ¿Cuáles son exactamente esas funciones que tiene que realizar Alda en un futuro, esas que son suficientes para el pueblo? —quiso saber.
Pero nadie respondió a su pregunta. En lugar de decir nada, la anciana miraba a los ojos de la Fane, como si buscase la aprobación de ella para poder hablar. Pero Alda tampoco decía nada, simplemente inclinaba la cabeza, mirando al suelo.
Aquella reacción fue más de lo que Kevin pudo soportar. Empezaba a estar cansado de que le estuviesen dejando de lado de aquella forma. Estaba claro que había una información que no estaban compartiendo con él de forma premeditada. Ahora estaba completamente convencido de ello.
—Muy bien —dijo visiblemente irritado, mientras se levantaba de la silla en la que estaba sentado y se dirigía hacia la puerta de la sala—. Me largo de aquí. Ya estoy harto de esto. Las dos me estáis ocultando algo importante. No sé cuál es la razón de ello, pero es algo que desde luego contradice todo aquello de la confianza mutua de la que hablábamos ayer. Creo que mi presencia en este mundo se ha alargado ya demasiado.
Dicho esto, Kevin abandonó la estancia, sin dar tiempo a nadie a decir nada más. Bajó las escaleras a paso ligero, decidido a regresar hasta la casa de Alda, recoger sus cosas y tocar la flauta para volver a su mundo. Había sido un ingenuo al preocuparse por aquella persona. Pensaba que si la chica era capaz de tener todo ese secretismo con las Sídhe, era porque estaba perfectamente integrada. Sentía que quien sobraba allí era él mismo.
Caminó por el poblado, sin pararse a mirar nada. Toda la fiesta y las actividades nocturnas del lugar ya no le importaban lo más mínimo, lo único que quería era salir de allí cuanto antes. Regresaría a su vida normal de una vez por todas.
Cuando llegó hasta la casa, fue directo hasta la cama, se agachó para recogerlo todo y guardó sus pertenencias en el interior de la mochila. Efreet le dijo algo, pero ni siquiera se molestó en escuchar las palabras del genio. Estaba demasiado alterado para hacer caso de de nada. Sacó la flauta y se la llevó a los labios, decidido a utilizarla para irse. Pero antes de hacerlo, recordó que llevaba en el cuello todavía el colgante de las Sídhe. Se lo quitó y lo dejó en la cama, no quería llevarse con él algo que no le pertenecía, además, tampoco quería tener nada que le recordase a aquel mundo.
Hecho esto, volvió a acercarse la flauta a la boca. Sin embargo, no llegó a soplar por la boquilla del instrumento, antes de hacerlo, un sonido le interrumpió.
Le había parecido escuchar el ruido que hacían los monos que había en el bosque. Aunque no podía ser, ya que tenía entendido que aquellos animales no entraban en el poblado, ya que no eran capaces de cruzar el puente invisible. De todos modos, aquello le había hecho detenerse, y ahora que empezaba a tranquilizarse, pensó que quizás estaba actuando de forma demasiado impulsiva.
Consideró que al menos le debía a Alda la oportunidad de explicarse, aunque fuese en honor de la amistad que había pensado que tenían. Respiró hondo y decidió que esperaría a que la Fane volviese a casa antes de hacer nada prematuro. Le preguntaría directamente a la chica sobre todo lo que estaba pasando, y si ella no era capaz de responderle de nuevo, entonces se marcharía.
De pronto volvió a escuchar el mismo ruido de antes. Estaba seguro de que se trataba de uno de aquellos monos, y esta vez estaba más cerca que antes. Se dio la vuelta y vio al animal de pie en la cama. Al parecer había entrado por la ventana, sin que se diese cuenta
Al ver que su presencia había sido detectada, el mono se quedó paralizado, en tensión, preparándose para reaccionar a cualquier gesto súbito por parte de Kevin. Lo que aquella cosa peluda no sabía era que se había encontrado con alguien que no estaba de humor para aguantar las tonterías de nadie. Kevin simplemente hizo como que no había visto al mono y giró la cabeza de nuevo en la dirección contraria, esperando que, si no le prestaba atención, el animal volviese a irse por donde había venido.
Entonces escuchó un pequeño golpe seco, lo que hizo que se diese la vuelta una vez más, para comprobar que el mono no hubiese hecho nada. Pero al hacerlo vio que la criatura ya no estaba allí, se había ido por la ventana, tal como había esperado que hiciese. Desgraciadamente, también se dio cuenta de que el animal no era lo único que ya no estaba en la habitación. El colgante con la perla había desaparecido.
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