lunes, 20 de abril de 2020

VII. LA REVELACIÓN (3)



VII. LA REVELACIÓN



3


La luna salvaje se encontraba a escasos metros de Kevin, enganchada entre los dientes de la criatura, colgando al alcance de su mano. Solo tenía que extender el brazo y cogerla, pero no podía hacerlo, ya que ello supondría dejar de poner los dedos en los agujeros de la flauta y por lo tanto hacer que el sonido parase. Se daba cuenta de que aquella era una oportunidad única, tal vez no pudiesen volver a estar tan cerca del colgante en otro momento. Su única opción era pedírselo a Alda, tendría que ser ella la que se acercase a las fauces de la bestia e intentase recuperar el objeto. 

El único problema estaba en que Alda seguía tumbada en el agua, con los ojos cerrados, ajena a todo lo que ocurría. La chica había conseguido desconectar hasta el punto en que no se había percatado de que el peligro había pasado. A Kevin aquella idea le resultó algo perturbadora, pensando que, de aquel modo, su compañera estaba completamente vulnerable. Si él no hubiese conseguido calmar a la bestia, y esta hubiese atacado, Alda no la hubiese visto venir. Ella había elegido intentar salvarle a él, por encima de su propio bienestar. Eso le incomodaba, si le hubiese ocurrido algo a Alda, por querer poner la seguridad de él primero, nunca hubiese podido perdonárselo a sí mismo. 

De cualquier modo, si quería llevar a cabo su plan, iba a tener que acercarse a la chica, sin dejar de tocar la flauta mientras tanto. No podía usar los brazos, de forma que se tendría que impulsar únicamente con los pies. 

Arqueó la espalda hacia atrás, dejando la cabeza y las manos fuera del agua, libres para continuar moviéndose con libertad, y comenzó a patalear con fuerza. Fue moviéndose rápidamente hasta donde estaba Alda, sin que los sonidos que producía se viesen interrumpidos. Se fijó en que el monstruo todavía estaba paralizado, a pesar del ruido y el movimiento del agua, el efecto hipnótico que tenía el instrumento seguía actuando del mismo modo. Al ir nadando hacia atrás, no calculó bien la distancia que le separaba de su compañera y acabó estrellándose contra ella, momento en que Alda reaccionó, abriendo los ojos de golpe y retomando una posición más vertical. 

Vio que la chica parecía algo sorprendida al principio, quizás porque no se esperaba que la situación se calmase de nuevo. Después, lo siguiente que hizo fue disculparse por cualquier visión que le hubiese provocado. 

Kevin obvió aquello, no necesitaba que le pidiesen perdón, sabía que Alda no había podido controlar lo que había pasado, y por lo tanto no podía echárselo en cara. Lo que quería era que ella se diese cuenta de la oportunidad que se les había presentado. Para ello, comenzó a darle codazos en el brazo con suavidad, para llamar su atención, además de hacerle gestos con la cabeza, en un intento de señalarle la posición del monstruo. 

—¿Qué quieres decir? —preguntaba ella, sin conseguir entender sus gestos—. ¿Qué aprovechemos para huir ahora que está distraído? 

Ella todavía no había entendido lo que le estaba pidiendo. Kevin rotó la cabeza de un lado a otro, en gesto de negación, para que su amiga viese que lo que pretendía era algo distinto. Alda le miró atentamente y después miró en dirección al caballo de agua, el cual tenía la cabeza baja, a la altura del agua. Estaba claro que ella estaba haciendo un esfuerzo por averiguar las intenciones de Kevin, pero no terminaba de lograrlo. La situación era extremadamente frustrante para él, intentado explicarse por gestos, pero sin poder usar nada más que los codos y la cabeza, mientras seguía tocando notas en la flauta para que el monstruo no se moviese de su sitio. 

Finalmente, Kevin pensó que podría hacer que la Fane lo entendiese si ella veía lo que quería decirle desde una posición más cercana al caballo. Se puso detrás de la chica e intentó empujarla hacia delante, entonces ella se dio cuenta de que lo que le estaba pidiendo es que fuese con él hasta la cabeza del monstruo. 

Cuando llegaron hasta allí, Alda descubrió finalmente qué era lo que Kevin había estado intentando decirle todo el rato, aunque no parecía muy entusiasmada con el plan. 

—¿Quieres que meta mi mano entre sus dientes para recuperar la luna salvaje? —preguntó ella. 

Kevin asintió con la cabeza. 

—No creo que eso sea muy buena idea. Deberíamos estar buscando la manera de salvarnos y regresar a tierra ahora que podemos. Soy consciente de lo importante que es la luna salvaje para las Sídhe, pero no creo que lo sea tanto como para morir por ello. 

Pero Kevin no estaba dispuesto a irse sin el colgante, no ahora que estaban tan cerca. Frunció el ceño, dándole a entender a la Fane que no iba a irse sin lo que habían venido a buscar. En vista de su testarudez, la chica acabó por ceder, pero le pidió que estuviese atento a cualquier señal de que el monstruo fuese a hacer algo, por si tenían que retroceder. 

Kevin vio que Alda extendía el brazo lentamente hacia las fauces del caballo. La criatura no reaccionó mientras tanto, no se movió ni un milímetro. Eso hizo que la chica ganase algo de confianza y actuase con más de seguridad. Alda alcanzó el colgante y tiró de él, intentando desengancharlo de los dientes, pero no pudo hacerlo, estaba completamente atascado. Entonces probó usando las dos manos a la vez, sujetando la perla, mientras levantaba la cadena al mismo tiempo. Dio un nuevo tirón, pero lo hizo demasiado fuerte, y eso hizo que el monstruo se moviese. No fue mucho, pero lo justo como para tener que detenerse inmediatamente, por si la bestia salía de sus estado hipnótico. Pasados unos segundos, vieron que podían seguir con lo que estaban haciendo sin problemas, el animal continuaba igual de tranquilo. La Fane manipuló un poco más el colgante y finalmente consiguió liberarlo y llevárselo consigo. 

Lo habían conseguido, después de toda la persecución nocturna por el bosque y la travesía en barco, la luna salvaje volvía a estar a salvo. La chica puso el colgante dentro de la mochila de Kevin, para no volver a perderlo de forma accidental. Ahora solo quedaba solucionar su otro problema. Tenían que salir de allí, llegar hasta la orilla y poner distancia entre ellos y el caballo de agua. 

Si el caballo permanecía inmóvil, podrían nadar hacia la salida del lago sin problemas, a pesar de la distancia. Les llevaría tiempo, pero al final alcanzarían la orilla. El problema era que Kevin no creía ser capaz de nadar tanta distancia sin poder usar nada más que sus piernas, cuando estaba ya en los límites de su resistencia. Soplar constantemente por la flauta, mientras luchaba por mantenerse a flote, era agotador. Iba a tener que parar a tomar aire pronto, pero si lo hacía, el monstruo volvería a agitarse y sería de nuevo una amenaza. 

Otra opción era que se fuese solo Alda, ya que ella no tendría problemas en llegar hasta el exterior, mientras él distraía a la bestia. Sabía que la chica se manejaba bien en el agua, con lo que además suponía que sería bastante rápida en salir. Después, su compañera podría buscar una nueva embarcación y regresar a rescatarle. Pero, pensándolo mejor, ese plan tenía muchísimos inconvenientes. Por deprisa que fuese la Fane, no llegaría antes de que a él se le acabasen las fuerzas. Además, tampoco podían estar seguros de que hubiese otra barca en la zona. Y lo que era más importante, era absolutamente imposible que pudiese comunicarle a la chica un plan tan complejo sin hablar. Tendría que pensar en otra cosa. 

Kevin se quedó mirando al monstruo. Si no fuese por culpa de aquella criatura, no tendrían ningún problema para salir del agua, pero aquella cosa enorme estaba en su camino. 

Entonces se le ocurrió una idea algo disparatada. El animal era efectivamente muy grande, lo suficiente como para cargar con dos personas sobre su lomo, el cual tenía por encima de la superficie del agua en aquel instante. Además, dada su posición, les resultaría bastante sencillo encaramarse al cuerpo de la bestia si subían por un lateral. Una vez arriba, siempre y cuando aquella molestia no hiciese que el caballo saliese de su trance, podría, al menos, descansar las piernas, las cuales se le estaban empezando a quedar entumecidas y ya le dolían, debido al incesante movimiento que tenía que hacer para no sumergirse. Con algo de reposo, quizás consiguiese acumular bastantes fuerzas para poder nadar a la orilla sin tener que pararse por el camino. 

Una vez más, Kevin tuvo que explicarle a su amiga lo que quería hacer por medio de gestos. Al igual que había hecho antes, la empujó hasta el lugar preciso y después le señaló con la cabeza la parte superior del lomo del caballo de agua. Ella comprendió lo que le estaba pidiendo con más rapidez que la ultima vez, e inmediatamente se apoyó en el animal para darse impulso y trepar sobre él. Sin apenas esfuerzo, Alda consiguió montarse sobre la criatura, la cual ni siquiera se inmutó. 

A continuación era el turno de Kevin. Fue entonces cuando reparó en el error de cálculo que había cometido. ¿Cómo pretendía subir por el costado del monstruo sin usar las manos? Maldijo para sí mismo, al darse cuenta de que aquella tarea era absolutamente imposible de realizar. Alda vio también el problema que tenía y entonces volvió a bajar hasta el agua. 

La única solución era volver a trastear con la intensidad de las notas de la flauta. Kevin no podía cambiar el tono, para que el monstruo no se volviese agresivo. Sabía que con un volumen bajo la criatura se quedaba paralizada. Con una intensidad normal había estado confusa, olfateando alrededor y mirándolo todo. Así pues, todavía podía probar a ver qué ocurría si soplaba el instrumento con fuerza. 

Como pudo, Kevin le indicó a Alda que se apartase, por lo que pudiese pasar. Después hizo la prueba, produciendo la nota más alta que pudo. El efecto fue instantáneo, el monstruo reaccionó escondiéndose y temblando. Al parecer, el ruido había hecho que la bestia pensase que había algún otro miembro de su especie en las cercanías, un animal más grande y temible. El caballo se sumergió rápidamente en el agua, ocultándose, para que lo que fuese que emitía el sonido no le encontrase. 

En vista de aquel resultado, Kevin no tardó en pensar la forma en que podían aprovecharse de esa reacción y terminó de diseñar el plan que les llevaría de regreso a tierra firme. 

Cambió otra vez la intensidad de la música, produciendo el sonido bajo que hacía que el monstruo se quedase paralizado. Entonces arrastró a Alda a un punto exacto del agua y él se puso justo delante de ella. A continuación aumentó ligeramente el volumen producido por el instrumento, hasta lograr un tono moderado. De aquel modo, el animal que estaba bajo ellos salió de nuevo a la superficie, con curiosidad, para buscar el origen del sonido. Dado que ellos se encontraban flotando en el agua sobre el caballo, cuando este ascendió, lo hizo de forma que los arrastró a ellos también hacia arriba, quedando sentados sobre su lomo. 

La primera dificultad estaba resuelta, Kevin había conseguido trepar al animal sin tener que usar sus manos, solo con un poco de ingenio y la ayuda de su misteriosa flauta. Pero no se conformaba con eso, ya no estaba únicamente interesado en descansar allí arriba para recuperar las fuerzas después de estar tanto rato pataleando en el agua. Iba a sacarles del lago utilizando al caballo de agua y el viento de Kalen. 

Se había dado cuenta que cada vez que el monstruo se movía, en función del tipo de nota que él tocase, lo hacía en una u otra dirección. Pensó que podía usar ese patrón de movimientos a su favor, si era capaz de ir variando la intensidad de los sonidos rítmicamente, en el momento adecuado. 

Tocó varias notas soplando con fuerza, lo que hizo que el animal se retorciese, pero fueron breves, para que su transporte no se asustase tanto como para volver a sumergirse. Eso hizo que consiguiesen orientarse en dirección a la orilla. Después, fue alternando entre notas cortas y largas, suaves y altas. Como resultado de estas variaciones, el caballo fue avanzando lentamente, nadando en la superficie, en línea recta. Les estaba llevando justo donde ellos querían ir. 

Finalmente se acercaron lo suficiente a tierra como para llegar por sí mismos. Kevin hizo que el animal se sumergiese, dejándolos de nuevo en el agua, y entonces terminaron de recorrer el último tramo a nado, o en su caso, impulsándose con las piernas y los pies, además de con un poco de ayuda de Alda. Al alcanzar el extremo del lago, la chica le ayudó a subir a la orilla, ya que él no pudo hacerlo por sí mismo, al tratarse de un borde que se encontraba a cierta altura. 

—¿Ahora qué? —quiso saber Alda, consciente de que, en el momento en que Kevin dejase de tocar, el caballo de agua podía lanzarse contra ellos. 

Pero él ya había pensado en ello y estaba preparado. Lo que hizo fue soplar con todas sus fuerzas, produciendo el mayor estruendo, la nota más alta que pudo conseguir. Eso provocó que el monstruo se sumergiese y saliese nadando en dirección contraria, bajo el agua. 

Aquel era el momento de salir corriendo. Cuando la bestia se hubo distanciado lo suficiente de ellos, Kevin dejó por fin de tocar el instrumento, permitiendo que sus labios descansasen, adoloridos después de estar tanto rato haciendo lo mismo. Cogió a Alda de la mano y tiró de ella, para adentrase a toda velocidad en el bosque, donde la criatura acuática no podría seguirles.

SIGUIENTE

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