lunes, 28 de mayo de 2018

I. UN CLARO EN EL BOSQUE (5)


I. UN CLARO EN EL BOSQUE



5


Fue la corriente de aire frío lo que le despertó. Se había quedado dormido sobre la cama con la ropa puesta y no se había acordado de cerrar la ventana. Kevin se levantó y caminó hacia la ventana, la cerró y bajó la persiana. 

La pierna todavía le dolía, supuso que a esas alturas ya tendría toda la zona amoratada. Se seguía encontrando cansado, el día había sido realmente agotador y, tal como estaba, no creía que fuese capaz de repetir lo mismo a la mañana siguiente. Definitivamente había decidido quedarse en casa, dejar la pierna reposar y replantearse su plan de búsqueda de trabajo, ya que, obviamente, del modo en que lo estaba haciendo no estaba encontrando nada. Tenía que cambiar de estrategia. Pero de todo eso ya se encargaría al día siguiente. 

Se acercó al despertador y miró la hora. Eran las 4:35. Por algún motivo tenía la mala costumbre de despertarse siempre a la misma hora. Tenía problemas para dormir toda una noche del tirón. 

En lugar del acaloramiento febril de la noche anterior, esta vez lo que estaba era destemplado. Una ducha fría estaba fuera de la cuestión, pero un buen baño caliente se le antojaba de lo más tentador. Además, como se había dormido tal y como había llegado de la calle, no se había lavado ni para quitarse la suciedad de la piel después de haberse caído. Haría eso, se daría un baño y luego volvería a dormirse. 

Fue hasta el segundo cuarto de baño de la casa, el más grande. Puso el tapón en la bañera y dejó que el agua fuese llenando el receptáculo. Mientras tanto, se quitó toda la ropa y miró lo maltrecha que había quedado. Cualquiera que viese las prendas pensaría que la caída había sido mucho más aparatosa de lo que en realidad había sido. El pantalón había quedado inservible y la camisa, aunque conservaba su integridad, estaba muy sucia, hasta tal punto que no estaba del todo convencido de que aquellas manchas pudieran quitarse al lavarla. Pensó que era una lástima. Esas prendas eran las más formales que tenía, las que se ponía para dar buena impresión. Durante los próximos días, si le llamaban para alguna entrevista de trabajo o algo así, tendría que tomar prestada ropa de su tío. 

Kevin se dio cuenta de que no había cogido ropa para ponerse después del baño. Así que regresó hasta su habitación en busca de un pijama. No llevaba nada puesto encima y el frío le estaba dejando la piel de gallina, de modo que trató de apresurarse para coger la ropa y volver cuanto antes al cuarto de baño, donde la temperatura era más agradable gracias al radiador. Avanzó rápido hasta el dormitorio, el armario estaba al fondo, y dentro, en uno de los cajones, tenía varios pijamas limpios. 

Sin molestarse en encender la luz, fue en dirección hasta el mueble y entonces se tropezó con algo, cayendo de bruces al suelo. 

Amortiguó la caída con las manos y afortunadamente no se hizo mucho daño. Pero no dejaba de maldecirse por lo patoso que estaba siendo durante ese día. Primero lo de la bicicleta y ahora una caída tonta por culpa de algún trasto que había dejado por en medio y que no había visto por ir moviéndose por la casa con las luces apagadas. 

Se levantó del suelo y fue hasta donde se encontraba el interruptor de la luz. Presionó el botón y entonces se encendió la bombilla que se encontraba en la parte central del techo de la habitación. 

Al iluminarse el cuarto, Kevin pudo ver de forma inmediata cuál había sido la causa de su tropiezo. Allí, tirado en el suelo junto a su cama, se encontraba el maltrecho cuerpo desnudo de la mítica criatura a la que había rescatado en su sueño. Solo que, lo que estaba viendo, no era un sueño en absoluto. Los sucesos de los últimos días le estaban causando graves problemas para distinguir la realidad y la ficción. Aparentemente la fantasía ya no era tal y cualquier cosa era posible. 

La confusión causada por el choque de aquella imposible visión fue más de lo que Kevin pudo soportar. Sentía su mente dividida y tratando de buscar alguna explicación al hecho de ver parte de su sueño dentro de la realidad, dentro de su propia habitación. Puede que fuese una alucinación o que todavía estuviese durmiendo. Si era así, quería despertarse ya, quería olvidar toda esa locura y regresar a un mundo donde todo era más convencional y aburrido, donde su única preocupación era la de encontrar un empleo digno. Apretó los ojos con fuerza, esperando que al abrirlos no hubiese ningún rastro de aquella alucinación. Pero fue en vano, levantó los parpados y descubrió que aquel cuerpo moribundo continuaba en el mismo lugar. Kevin estaba atónito, era incapaz de reaccionar y no se atrevía a moverse del sitio. 

Entonces un quejido rompió su estupefacción. La mujer todavía estaba viva. Kevin escuchó que ella estaba produciendo algún tipo de sonido que, debido a su debilidad, apenas era perceptible. Tuvo que acercarse para poder oírla. La claridad de lo que escuchó le sorprendió todavía más, ya que, de forma totalmente inteligible, pudo distinguir la pronunciación de la palabra “agua”. 

Kevin salió corriendo hacia la cocina. Cogió un vaso de cristal y lo llenó con agua del grifo. Después volvió hasta el dormitorio y, con cuidado de no derramar el agua, se agachó junto al cuerpo de la chica. Le acercó el vaso, inclinándolo con delicadeza sobre los labios entre abiertos de ella, quien se fue tragando el líquido poco a poco, hasta que no quedó ni una sola gota. 

De repente, ella abrió los ojos y se le quedó mirando. Al sentir la mirada de la chica, a Kevin le entró un súbito ataque de vergüenza, recordando que no llevaba nada de ropa puesta, ya que no había llegado a coger el pijama después de haberse tropezado. Se levantó, fue hasta la cómoda, y cogió al menos unos bóxer y una camiseta interior que poder ponerse por encima. Se vistió con ambas prendas, tratando de mantenerse alejado de la mirada de ella, y después regresó junto al cuerpo de la elfa. No, elfa no, la voz que Kevin había escuchado durante su primer encuentro con la criatura le había dicho que ella era una Fane. 

—Más agua —susurró la chica. 

—Sí, claro. Te traeré otro —contestó él, mientras recogía el vaso del suelo. 

—No, eso no. Agua en el cuerpo. 

—¿Quieres que te tire agua por encima? —le preguntó Kevin con extrañeza. 

—Sí. 

Kevin pensó que podía llevarla a la bañera que ya había empezado a preparar para él unos instantes antes. Y entonces recordó que había dejado el grifo abierto. “Oh mierda”, pensó. 

Salió corriendo hacia el baño y se encontró con que el agua estaba a punto de salirse por el borde de la bañera. Cerró la llave del agua y quitó el tapón del fondo para desalojar un poco de líquido y evitar que se desbordase al introducir el cuerpo de la mujer, después volvió a colocar el tapón. 

Regresó al dormitorio y, del mismo modo que había hecho en el claro, levantó a la Fane pasándole los brazos por detrás de la espalda. La cargó hasta el cuarto de baño y, con suavidad, la fue sumergiendo en la bañera hasta que solo quedó su cabeza por encima del agua. 

—Gracias —dijo ella mientras cerraba los ojos. 

Al parecer, la chica se había quedado dormida. Kevin vio que ella respiraba rítmicamente mientras el agua se volvía turbia, al ir desprendiéndose las costras que se habían formado sobre el cuerpo de la criatura. 

Dudó entre quedarse y esperar a que ella despertase o dejarla descansar tranquila. Si la dejaba allí, sin supervisión, ella podría ahogarse. Pero, por otro lado, era la extraña elfa quien había pedido el agua, con lo que debía saber lo que se hacía. Finalmente, Kevin decidió regresar al dormitorio y esperar allí. 

Se tumbó en la cama. Estaba exhausto, todavía no había descansado nada y su cuerpo empezaba a notarlo. Todo el tiempo que creía haber estado durmiendo y soñando en realidad había estado viajando a otra dimensión u otro mundo. Pensó que no pasaría nada por descansar un poco mientras la mujer hacía lo mismo. Después de todo, en el estado en que ella se encontraba, no creía que pudiese ir muy lejos. Sin poder evitarlo, los parpados se le fueron cerrando. 

“Solo un poco”, se dijo a sí mismo. Se quedaría tumbado un rato y luego iría al baño a comprobar que ella estuviese bien. 

Para cuando Kevin se quiso dar cuenta, ya había amanecido. Se había quedado dormido al poco de tenderse en la cama. Se incorporó con pesadez. Tal como había esperado, tenía la pierna algo amoratada y el dolor permanecía, molestándole. 

Se puso en pie y trató de reconstruir los acontecimientos del día anterior. Esta vez no volvió a cometer el error de pensar que todo había sido un sueño, no hubiese podido de todas formas. El desorden de la habitación delataba todo lo que había ocurrido allí unas horas antes. 

Sabía que debía ir hasta el baño para ver qué había sido de la mujer, pero temía hacerlo. Le asustaba pensar que aquella criatura de dientes afilados hubiese muerto en su bañera mientras él dormía, y ahora se encontrase allí todavía, sin vida y comenzando a descomponerse. Pero no podía demorarse más, independientemente de lo que hubiese pasado. Tarde o temprano iba a tener que ir, y, de haber ocurrido lo peor, sería preferible si lo descubría cuanto antes. 

Kevin entró al cuarto de baño, pero no vio a nadie allí. La bañera estaba vacía, no contenía ningún cuerpo moribundo o muerto, ni siquiera quedaba agua dentro, a pesar de que el tapón continuaba puesto. El único rastro visible era una enorme mancha de suciedad de color marrón oscuro que había quedado cubriendo el fondo del receptáculo.

SIGUIENTE

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