I. UN CLARO EN EL BOSQUE
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“En el principio, la Tierra era un lugar de gran desolación, una piedra flotando en la inmensidad estelar. Nada crecía en su árido suelo, no había agua, ni animales, pues aquel terreno era incapaz de sustentar vida alguna.
Entonces llegaron los primigenios, grandes creadores que disfrutaban del placer de dar forma y modelar la existencia. Estos seres incorpóreos viajaban a la deriva en busca de un lugar que sirviese de lienzo para su obra. Y en este planeta encontraron el sitio perfecto, una joya en bruto repleta de posibilidades, un paraje deshabitado que ellos se encargarían de llenar.
Fueron varios los primigenios que llegaron a la Tierra, cada uno especialista en un campo distinto. Uno de ellos creó las aguas, otro los vientos, otro se encargó de las plantas, otro de los seres imperceptibles para el ojo y otro de los animales.
El único problema se planteó cuando llegó el turno de la vida inteligente, especialidad de los gemelos. Estos hermanos primigenios eran muy distintos entre sí, uno metódico y perfeccionista, prefería ver el orden en las cosas; el otro, de naturaleza mas traviesa, adoraba el caos. Pasaba el tiempo y la creación no daba comienzo porque ambos eran incapaces de ponerse de acuerdo. Observaban el mundo y elaboraban esquemas sobre los seres que querían que poblasen el planeta. Pero cuando uno exponía sus intenciones al gemelo contrario, las ideas siempre eran desestimadas.
Finalmente, al ver que la creación había llegado a un punto muerto, el resto de los primigenios se aburrió y se marchó en busca de nuevos planetas sobre los que modelar. En la Tierra únicamente quedaron los gemelos, Caos y Orden, batallando por imponer cada unos sus propios deseos.
El tiempo siguió su curso y, aunque la disputa no finalizó, pudieron llegar a un acuerdo. Ambos podrían crear cada uno los seres que quisiesen, pero supeditado a las limitaciones que pusiese el otro. Y después de un tiempo, solo permanecería en la Tierra la creación de uno de los dos, la que hubiese conseguido imponerse de forma natural.
Así pues, Orden creó una gran cantidad de criaturas, todas ellas distintas, con increíbles detalles y asombrosas cualidades. Caos creó a un solo ser, que se reproducía rápidamente por el mundo. A los seres que creó Orden, más tarde, se les conocería como los altos linajes. Mientras que la creación de Caos acabaría recibiendo el nombre de seres humanos.
La única limitación que impuso Caos a su hermano fue que sus criaturas, aunque por lo general tuviesen una larga vida, tendrían problemas para reproducirse y engendrar hijos, siendo su descendencia muy limitada. Orden no vio ningún problema en el requisito exigido por su gemelo ya que, aunque ello significase que sus creaciones nunca alcanzarían grandes números, poseían habilidades muy superiores a los de los seres humanos.
Por otro lado, a Caos, le fue impuesto que sus criaturas tendrían un ciclo de vida muy corto, de esta forma se evitaría la masificación de unos seres que se expandían a gran velocidad.
Transcurrieron los siglos, y durante todo ese tiempo los gemelos simplemente se limitaron a observar la forma en que se desarrollaban los acontecimientos, prometiendo no intervenir en ningún caso.
Durante los primeros años en la Tierra, todas las razas convivieron pacíficamente. No había problemas e imperaba el respeto mutuo, cada uno entendiendo sus diferencias. Pero esto no duró. Cuando los altos linajes se dieron cuenta de la inferioridad del ser humano, pensaron que resultaría extremadamente sencillo utilizarlo para las tareas que ellos no querían realizar. El ser humano acabó convirtiéndose en esclavo de unos seres que adoraban como a deidades o como a demonios, a quienes no podían oponerse ya que poseían grandes poderes.
Orden se sintió muy complacido con aquel resultado, ya que ello era la prueba de la verdad que él ya conocía desde el principio: sus creaciones habían resultado ser muy superiores a la de su hermano, por lo tanto era justo que el ser humano fuese subyugado. Caos, sin embargo, no mostraba ningún signo de preocupación, simplemente continuaba observando, como si supiese de antemano lo que aguardaba el futuro y todavía no estuviese dicha la última palabra.
Los altos linajes gobernaban con mano de hierro. Cada raza tenía su propio grupo de seres humanos sirvientes. El problema era que los seres humanos seguían creciendo en número, hasta que llegó un momento en que comenzaron a invadir las fronteras de los territorios de las razas vecinas. Ninguno de los altos linajes estaba dispuesto a desembarazarse de ninguno de sus esclavos, de forma que empezaron los conflictos por el territorio. Al principio solo hubo unas pequeñas reyertas, pero todo terminó en una gran guerra.
El corazón de Orden se destrozaba al ver que sus creaciones se mataban las unas a las otras, sin que él pudiese hacer nada por evitarlo. Y entonces comprendió que ese había sido el propósito de su gemelo desde el principio.
Caos sabía que la superioridad numérica del ser humano acabaría jugando a su favor y, en el momento en que los altos linajes estuviesen debilitados, los humanos podrían tomar el control de la Tierra y seguir creciendo y extendiéndose por todo el planeta. Caos había creado una especie que no era capaz de ser controlada y que era proclive a la violencia, había ganado la partida pensando con anticipación.
Pero Orden se negaba a perder y ver cómo su creación era destruida, de modo que intentó adelantarse a los deseos de su hermano, quien, según lo acordado, sin duda le obligaría a destruir a los altos linajes en el momento en que quedase claro que no eran la raza superior.
Orden se abalanzó contra el cuerpo de su hermano mientras este estaba distraído regodeándose con la destrucción que estaba teniendo lugar en la Tierra, y peleó con él hasta que consiguió que ambos se fundiesen en un solo ser. Sabía que lo que acababa de hacer no tardaría en eliminar su personalidad por completo, creando una extraña aberración, pero tenía intención de aprovechar el poco tiempo del que disponía.
El poder combinado de ambos gemelos, Caos y Orden, era el poder de la destrucción y también de la creación. Así, la nueva entidad desgarró el tejido del universo y creó, dentro del mismo planeta Tierra, distintos mundos donde cada una de las razas pudiese vivir sin poner en peligro a ninguna de las otras. Los seres humanos permanecieron en el planeta Tierra original, ya que hubiese sido muy difícil mover a un número tan grande de individuos. Los altos linajes fueron separados y enviados a distintos mundos donde podrían residir en paz y prosperidad.
En cuanto al destino de los gemelos, nadie sabe lo que ocurrió con ellos. Algunos dicen que consiguieron separarse de nuevo y siguen esperando que haya un ganador, mientras que otros cuentan que se consumieron tras su último esfuerzo creativo. Lo que sí es cierto es que, independientemente de cuál fuese el resultado, su influjo continúa teniendo un gran peso en la historia de todos los mundos de su creación.”
—Su influjo continúa teniendo un gran peso en la historia de todos los mundos de su creación —la chica indicó que la historia había acabado haciendo un leve y gracioso gesto con el dorso de la mano, y después permaneció en silencio.
—Es un relato fascinante —le dijo Kevin—. Quiero decir que, en realidad es muy similar a otros que haya escuchado antes. La eterna rivalidad del orden y el caos, el bien y el mal, etc. Las historias que se cuentan en muchas de las civilizaciones humanas son muy similares, pero aun así, esta es de algún modo distinta.
—Sí, es lógico que todavía se conserve algún rastro de las historias primitivas entre los hijos de los seres humanos, pese a su naturaleza destructiva.
—Entonces, si lo he entendido bien, tú eres uno de esos altos linajes que viven en un mundo paralelo a este, pero hay muchos otros.
—Eso es, aunque los altos linajes eran las primeras razas que fueron creadas. Desde la separación de los mundos nos hacemos llamar los hijos de los altos linajes.
—Bueno, pues nosotros continuamos llamándonos simplemente seres humanos —aclaró Kevin, recordando que, en varias ocasiones, ella se había referido a él como hijo de los seres humanos.
—Entiendo.
—De todas formas, la historia solo revela la existencia de otros mundos, pero no explica la razón por la que tú estás aquí o por la que yo aparecí en el claro del bosque.
—Desde luego, pero esa era únicamente la historia de la creación, un punto de partida para que puedas empezar a entender la verdad del mundo en que vivimos. Todavía tengo más cosas que contarte. Sin embargo, creo que es el momento adecuado para hacer una pausa y aceptar tu anterior ofrecimiento de alimentos.
Kevin bajó la vista hasta el reloj de pulsera y se dio cuenta de que ya había pasado del medido día. La joven tenía razón, era una buena hora para comer, y en vista de que parecía que la conversación iba a durar mucho más, sería buena idea tomarse un descanso.
—De acuerdo —dijo Kevin, mientras se levantaba del sofá—. Voy a preparar algo de comer. ¿Hay alguna cosa que no puedas comer? Quiero decir, ¿eres vegetariana o tienes algún tipo de alergia que solo tienen los Fane?
—Cualquier alimento humano será adecuado, gracias por preguntar.
—Muy bien, pues voy un rato a la cocina y en seguida vuelvo. Puedes ver la televisión mientras tanto, si quieres —mientras decía esto último, apretó el botón de encendido del televisor.
El aparato se iluminó y apareció la escena de una explosión, todo ello acompañado de un gran estruendo, debido a que el volumen estaba muy alto.
Kevin pudo ver que la chica se asustó con lo súbito de aquella imagen y con el ruido que había salido del televisor. De repente, Alda comenzó a hincharse como si fuese un globo. Su piel se estiraba y se deformaba cada vez más, hasta que al final estalló, llenando todas las paredes de sangre y trozos de carne chamuscados.
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