lunes, 11 de junio de 2018

I. UN CLARO EN EL BOSQUE (9)


I. UN CLARO EN EL BOSQUE



9


“Existen un gran número de mundos, todos ellos superpuestos sobre el mismo planeta. Así crearon el mundo los primigenios y así ha sido desde entonces. Tal configuración de la existencia permitía que las razas viviesen sin conocimiento las unas de las otras y sin interferir en asuntos ajenos. Pero había quien, de entre las distintas especies, todavía recordaba a sus antiguos vecinos y añoraba la forma en que sus diferencias se manifestaban.

En todos los mundos comenzaron a surgir grandes estudiosos del universo y sus misterios, día y noche buscaban la respuesta a sus inquietudes, buscaban la manera de volver a reunirse.

Finalmente tuvieron éxito, cada uno por su cuenta logró descubrir los caminos que habían permanecido ocultos, pues cuando el tejido mismo de la existencia es desgarrado, por más que se remiende, siempre quedan grietas. Poco a poco, se fueron hallando más y más portales, portales que solo unos pocos conocían y usaban exclusivamente para intercambiar conocimientos en sus breves y secretas visitas.

Pero el conocimiento es algo difícil de contener y el rumor de la existencia de dichos caminos fue extendiéndose más allá de los eruditos, de forma que las sendas ocultas llegaron a oídos de cualquiera que escuchase con la suficiente atención. No todos buscaban a las otras razas por sabiduría, había quien recordaba los conflictos de antaño y no había querido dejarlos en el pasado, y también había quien recordaba una vida más fácil en la que un sinfín de seres humanos estaban a su servicio. Ello supuso que los caminos ocultos comenzasen a ser recorridos con fines egoístas y algunas veces incluso destructivos.

Ante la amenaza que suponían estos viajeros para la seguridad de los distintos mundos, las razas buscaron la forma de cerrar los caminos o, al no ser del todo posible, bloquearlos. Los mundos que lograron sellar los portales consiguieron sobrevivir y volver a sus antiguas tradiciones, mientras que los mundos cuyos caminos permanecieron abiertos acabaron siendo destruidos o sus habitantes fueron esclavizados. En cualquier caso, dejó de haber viajeros y los caminos dejaron de ser transitables. Si bien es cierto que es posible que todavía quedasen algunas grietas, nadie supo de su existencia y finalmente todos olvidaron que alguna vez existieron otros mundos, pasando esas historias y sus habitantes a las leyendas.

Es en esas leyendas donde se habla de Kalen, un ser humano, uno de los primeros estudiosos y viajeros. Se dice que Kalen, previendo la catástrofe y anticipándose al cierre de los portales, investigó un nuevo medio de viajar por los mundos, uno que no requiriese caminos ya formados, sino que fuese capaz de crear grietas temporales. En sus estudios, descubrió que cada unos de los mundos tienen una armonía única y que si se hallaba la forma de hacer vibrar la existencia con dicha armonía, era posible aprovechar la resonancia para moverse hasta su lugar de origen.

Al principio, Kalen trató de viajar usando su propia voz para encontrar las melodías adecuadas, pero era imposible alcanzar los tonos correctos, y mucho menos era capaz de memorizarlos. Pero en unos de los mundos, no mucho antes de que los caminos fuesen sellados, encontró un material con unas propiedades especiales que lo hacían perfecto para su investigación. El material era similar a la piedra, pero se podía tallar con facilidad, además era muy sensible al uso que se hacía de él, de modo que memorizaba cada acción. De esa roca fue de donde Kalen talló una flauta, que más tarde se conocería entre los mundos como el viento de Kalen. Y este instrumento resultó ser mucho más eficaz de lo que hubiese podido imaginar.

Kalen viajó por los mundos, incluso cuando ya nadie más podía hacerlo, procurando mantener su presencia oculta salvo para aquellos que eran de confianza. Se cuenta que aprendió de los habitantes de todas las regiones y que todo el conocimiento que acaparó fue a parar al instrumento. Pero de nuevo los rumores se extendieron, y pronto el viento de Kalen fue un objeto codiciado por los más perversos de entre los hijos de los altos linajes. Muchos trataron de arrebatarle la flauta a su creador, sin embargo el instrumento solo parecía funcionar con manos humanas.

Viendo que ya era viejo y su fin estaba próximo, Kalen decidió que, antes de morir, debía guardar en un lugar seguro su obra, para evitar que alguna de las especies hallase el modo de utilizarla para el mal. Solo había un mundo cuyas condiciones eran letales para cualquiera que no fuese un habitante del mismo o humano, y es aquí donde Kalen buscó asilo, sabiendo que ningún hijo de los altos linajes podría seguirle hasta allí sin perecer en el intento. 

El mundo en que Kalen pasó sus últimos días era conocido por el nombre de Nemet y estaba habitado por unos seres que se hacían llamar Fane. Fue a ellos a quien Kalen confió su preciado instrumento, para que lo custodiasen y, si algún día aparecía un humano noble y digno de utilizarlo, le cediesen la flauta, para que este permitiese que los seres de los mundos pudiesen volver a comunicarse entre ellos.

El tiempo pasó y los Fane desarrollaron su cultura en torno al viento de Kalen, de modo que en cada generación uno de ellos era elegido guardián del instrumento. Los ancianos debían contar las historias que les habían sido transmitidas para que el conocimiento de Kalen no se olvidase jamás. Pero, aunque se hizo de ese modo durante muchos siglos, las historias se convirtieron en cuentos que solo los más jóvenes eran capaces de apreciar, pasaron a ser un mito al igual que el mismo origen de las tradiciones Fane. Nunca nadie acudió a Nemet a reclamar la flauta, donde todavía permanece custodiada hoy.”

—Donde todavía permanece custodiada hoy —concluyó Alda el relato.

—Bueno, supongo que esto último ya no es cierto —adivinó Kevin.

—No, el viento de Kalen ya no está a salvo en mi mundo y ha elegido un nuevo dueño humano.

—¿Cómo que ha elegido? Yo no he aceptado nada, creí que estaba soñando, ni siquiera sabía lo que hacía.

—Eso fue en parte culpa mía. Yo utilicé el instrumento, pero al no ser humana, su poder solo trajo parte de ti, aquella parte no corpórea que estaba durmiendo.

—Pero, entonces, no tengo más que devolverte la flauta y ya está.

—No puedes. El viento de Kalen nunca fue mío, yo solo lo custodiaba. Ahora te pertenece a ti y así será hasta el fin de tus días. Mientras tanto, todas tus experiencias serán guardadas en la memoria del instrumento, al igual que ocurrió con su dueño original.

—No, no, eso no tiene ningún sentido —negaba Kevin insistentemente, ya que su fascinación inicial por aquellos mágicos acontecimientos comenzaba a convertirse en algo que le sobrepasaba—. No voy a volver a usar la flauta, quédatela y encuentra a alguien más digno, como decía la historia. Yo solo quiero una vida normal.

—Lamento que esto haya ocurrido. Pero tu destino ya está escrito.

—No puedes obligarme a nada. Lo mejor será que vuelvas a tu mundo y te lleves la flauta contigo.

Al decir estas palabras, Kevin vio que una sombra de tristeza cruzaba por el rostro de la chica, y entonces recordó la destrucción del bosque de donde la trajo.

—Un momento. ¿Tu mundo era aquel de donde vinimos? —preguntó Kevin, temiendo la respuesta, la cual implicaba una gran falta de tacto por su parte.

—Así es —admitió Alda—. Mi mundo ha dejado de ser, al igual que el resto de mi pueblo. No tengo donde volver, ahora mi única razón de ser es la de continuar protegiendo el viento de Kalen.

—¿Cómo puede un mundo “dejar de ser”?

—Simplemente ocurrió. Fue poco a poco. Empecé a percibirlo poco después de ser nombrada guardiana del instrumento. Primero desaparecieron algunos de los Fane más antiguos, luego algunos de los jóvenes. Pregunté a mi gente, pero nadie se dio cuenta de nada, nadie era consciente de lo que ocurría, nadie salvo yo. Cuando alguien dejaba de ser, era como si se borrase todo rastro de su existencia, nadie recordaba haberles conocido jamás. Al final, desaparecieron todos los Fane, incluso nuestras edificaciones. Solo quedé yo en el bosque.

—¿Y a ti por qué no te afectó?

—Creo que el viento de Kalen me protegió de algún modo. Pero, aun así, noté que mi mundo también se estaba volviendo cada vez más pequeño, también iba a dejar de ser. Así que corrí hasta el lugar más sagrado de Nemet, el círculo de árboles, y allí intenté utilizar el viento de Kalen para huir. Pero fue en vano, no se abrió ninguna brecha entre los mundos. O al menos eso pensé. Me sumergí en el agua, para alejar de mi mente el resto de sonidos del entorno, tratando de recordar las antiguas canciones para reproducirlas con el instrumento. Me concentré hasta quedar sin aliento y entonces volví a la superficie.

—¿Fue entonces cuando…?

—Sí. En ese momento te encontré allí. Mi sorpresa fue tal que quedé paralizada. El instrumento había funcionado, pero no del todo. Te veía transparente, como si no estuvieses allí del todo. Pero aun así pudiste llevarte el viento de Kalen a tu mundo.

—No lo sabía —admitió Kevin, dándose cuenta de que tan solo había estado al tanto de su propio papel en aquellos acontecimientos.

—No debes preocuparte por ello, ya que no fue culpa tuya. La canción que yo toqué provenía de la memoria del instrumento, no era una melodía que yo conociese. Creo que fue el mismo instrumento el que te invocó a ese lugar y te eligió como su nuevo dueño. Por desgracia, cuando la flauta desapareció, aquello que me protegía también lo hizo y empecé a consumirme junto a lo poco que quedaba de mi mundo. Hasta que regresaste y me sacaste de allí. Es por ello que ahora mi lugar está junto a ti y junto al instrumento, mi vida te pertenece.

—Lo siento de veras —se disculpó Kevin, expresando así sus condolencias por la pérdida de la Fane—. Pero no te puedes quedar aquí conmigo, esta ni siquiera es mi casa y ya soy bastante estorbo para mi tío estando yo solo. ¿No hay ningún otro mundo en el que vivan otras especies que sean parecidas a los Fane? ¿No hay ningún lugar donde puedas ser bienvenida? —preguntó, intentando hallar una solución.

—No lo sé. Antaño los Fane tenían buenas relaciones con algunos de los otros hijos de los altos linajes, pero eso fue hace mucho tiempo.

—De acuerdo. Probemos entonces con ellos. Admito que, en parte, eres responsabilidad mía, de modo que te ayudaré a encontrar un nuevo mundo donde vivir. Pero después regresaré a mi vida normal, sin seres de otros mundos y sin flautas mágicas.

—Acepto tus condiciones y continuaré guardando el instrumento si así lo deseas. Pero debes tener en cuenta que, si el viento de Kalen te invocó una vez, tal vez lo haga de nuevo —advirtió Alda.

—Me arriesgaré —dijo Kevin, con tono desafiante, pues no terminaba de creerse que un trozo de roca tallada tuviese voluntad propia—. Muy bien, ¿por dónde empezamos?

—En primer lugar deberías coger el instrumento, ya que solo tú puedes utilizarlo —sugirió la chica.

—Vale, espera aquí.

Kevin regresó hasta su dormitorio y recogió la flauta de la mesa donde la había dejado al ordenar la habitación. Se quedó mirando el instrumento unos momentos, preguntándose cómo era posible que algo tan insignificante hubiese sido capaz de causar tantos problemas. De todas formas, pensó, si todo iba bien, dentro de un rato todo volvería a la normalidad y no tardaría en olvidarse de todo lo que había ocurrido en los últimos días.

Volvió al comedor y se llevó la flauta a la boca, esperando que el instrumento obrase su magia y les llevase a ambos a algún mundo apto para la Fane. Pero no ocurrió nada.

—Alda, no sé cómo hacer que esto funcione —reconoció Kevin, tras varios intentos fallidos—. La última vez me ayudaste tú.

—Las únicas canciones que conozco son las que sirven para viajar entre el mundo de los seres humanos y Nemet, y ambas canciones me las enseñó el instrumento. Supongo que deberás pedírselo a él.

—¿Y cómo lo hago?

—Prueba a pensar en el lugar donde quisieses viajar y después intenta tocar algo, a ver si el viento de Kalen te guía.

—De acuerdo. ¿Me dices algún mundo donde podamos probar suerte?

—Tal vez en Emain Ablach, donde residen las Sídhe. Creo que en algún momento tuvieron buenas relaciones con los Fane.

—Voy a intentarlo.

Kevin se acercó la flauta a la boca y se concentró en el lugar que le había dicho Alda. Pensó en el nombre de aquel mundo y en el nombre de sus habitantes. Entonces empezó a soplar. Desgraciadamente, no surgió ninguna melodía del instrumento. Lo intentó varias veces, y también le pidió a la Fane que se concentrase junto a él en aquel mundo. Pero todo fue inútil. Al parecer, el viento de Kalen resultaba bastante más complicado de manejar de lo que pudiesen haber imaginado ambos.

SIGUIENTE

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