V. ENTRE LEYENDAS
7
Cuando cayó la noche, Kevin eligió un sitio donde acampar y se detuvo. Por el momento no había tenido suerte en su búsqueda y comenzaba a pensar que tendría que hacer algo más, aparte de pasear, si quería encontrar a la criatura.
Se acercó a la orilla del lago y se sentó allí, mirando a lo lejos. El agua estaba todavía más oscura por la noche y el pensamiento de que pudiese haber algo por allí abajo, acechando, le producía escalofríos.
Entonces se le ocurrió una idea. Tal vez pudiese tirar la botella al lago y que fuese el genio quien buscase al monstruo, con la luz de su llama. Se rió con la disparatada ocurrencia. Obviamente no iba a hacer esto. No porque no estuviese tentado, sino porque realmente no creía que aquello fuese a funcionar. Aunque sí que podía asustar a Efreet comentándole su idea. Después de todo, tenía que vengarse por la última jugarreta del Djin. Sacó la botella de la mochila y la puso delante suyo, de forma que el genio pudiese ver el agua.
—¿Ves eso Efreet? Son las aguas del lago Ness.
—¡Oh, que maravilla! —dijo el genio sarcásticamente, burlándose de Kevin—. No sé cómo he podido vivir todos estos años sin haber visto ese montón de agua estancada.
—No, creo que te equivocas. No te lo estoy enseñando para que puedas disfrutar de las vistas. Lo hago porque se me ha ocurrido cómo puedo deshacerme de ti de una vez por todas.
—Sabes que no puedes tirarme al lago, me acabarían encontrando.
—Ahí es donde te equivocas. Por lo que he escuchado, la parte más profunda del lago Ness tiene varios cientos de metros de profundidad. Si pongo un peso en la botella y la hundo, acabarías en el fondo, y por más que brillases nadie podría verlo, porque las aguas del lago son demasiado oscuras como para que una pequeña lucecita abajo del todo pueda atravesarlas.
Al parecer, aquello hizo que Efreet se asustase y tuviese que replantearse su conducta.
—Vamos, ¿no hablarás en serio? Si sigues enfadado porque no te dejé copular con aquella humana, tienes que saber que fue solo una broma, no lo hice con mala intención —el Djin estaba gimoteando con nerviosismo ante la posibilidad de acabar bajo el agua.
—No te preocupes, no te voy a tirar de momento. Pero si continuas haciendo cosas que puedan ponerme en situaciones difíciles de explicar, al final no me dejarás más remedio.
—Admito que sabes negociar, pero ya se invertirán los papeles un día de estos y entonces…
Kevin empezó a palpar el suelo, como si estuviese buscando algo.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó Efreet.
—Buscar una buena piedra para poder hundir la botella —mintió Kevin.
—De acuerdo, de acuerdo. He recibido el mensaje —le dijo el genio, alarmado—. Intentaré comportarme mejor a partir de ahora.
—Eso es lo que quería oír —respondió Kevin, habiendo ganado la batalla—. Ahora será mejor que descansemos.
Y dicho esto, Kevin se dio media vuelta y se introdujo en el interior de la tienda de tierra que había alzado ya un rato antes. Su intención era la de dormirse cuanto antes, pero, por segunda noche consecutiva, se encontraba inquieto e incapaz de conciliar el sueño, y esta vez no había ninguna botella de vino cerca que le noquease al instante.
Al final, acabó por volver al exterior a que le diese el aire.
Hacía tanto frío como los días anteriores, pero al menos no estaba lloviendo. Volvió a acercarse hasta la orilla del lago y se quedó mirando el agua. Si no pensaba en algún modo de llamar la atención de monstruo, estaba claro que no iba a ser capaz de encontrarlo, y pasaría los días dando vueltas por la zona, esperando algún tipo milagro, como muchos otros cazadores de monstruos habían hecho antes que él.
Pensó en las palabras que le había dicho la voz misteriosa por teléfono y recordó que esta había dado por hecho que no tendría ninguna dificultad en dar con la criatura. Sus pistas solo le habían servido para llegar hasta el lago, pero a partir de ese punto no le había dicho qué más hacer, o al menos no creía que aquel hombre le hubiese dado ningún otro tipo de información entre líneas.
Tenía que haber un motivo por el cual él, de entre todas las personas, pudiese conseguir lo que tantos otros habían intentado, fracasando estrepitosamente. La solución a su problema por lo tanto tenía que estar en la siguiente pregunta: ¿Qué tenía él que los demás no tuviesen? Si lo pensaba de ese modo, la respuesta estaba clara, lo que tenía era el viento de Kalen. Quizás pudiese usar el instrumento de alguna forma para llamar la atención del monstruo Pero no sabía cómo hacerlo, todavía no controlaba bien el funcionamiento de la flauta, y si se equivocaba, igual acababa viajando a algún otro lugar por accidente.
Kevin regresó al interior de la tienda, para recoger la flauta y experimentar un poco con ella. Se llevó a los labios el instrumento y sopló, produciendo una nota solitaria, intentando no pensar en ninguna canción. Haciéndolo así, la flauta no reaccionó mandándole a ningún lugar, solo emitió el típico pitido, al igual que lo hubiese hecho cualquier otro instrumento sin propiedades mágicas. Viendo que aquella prueba había salido bien, decidió repetirla, para comprobar que, en efecto, podía tocar la flauta sin consecuencias. Si podía hacerlo, quizás pudiese utilizarla para llamar a la criatura, si encontraba el lugar apropiado. Volvió a acercarse el instrumento a la boca para seguir practicando, y entonces fue interrumpido.
—Detente, por favor. No quiero volver —dijo una voz que parecía ser la de un niño.
Kevin bajó la flauta inmediatamente y la guardó, para después buscar cuál había sido el origen de la voz. Miró a su alrededor pero no vio a nadie. La verdad es que estaba empezando a cansarse de escuchar voces misteriosas, parecía que todo lo raro del mundo le ocurriese a él.
—¿Quién ha dicho eso? —preguntó al aire.
Pero nadie contestó. En lugar de ello, unas ondas comenzaron a formarse en la superficie del agua. Al ver el fenómeno, Kevin se asustó y cerró los ojos, pensando que estaba a punto de ver emerger al monstruo a una distancia muy corta y nada segura.
Esperó un poco, pero no ocurrió nada, hasta que, finalmente, reunió el valor suficiente como para volver a levantar los parpados.
Lo que vio le dejó asombrado, no había nada en absoluto, el agua había vuelto a la normalidad, como si aquellas ondas nunca hubiesen existido. Pensó que igual se lo había imaginado. Después de todo, la situación llamaba a precisamente a ver cosas que no estaban ahí. Estaba claro que se había dejado llevar por el miedo, se habían mezclado el cansancio, haber estado tocando aquella flauta en busca de monstruos, y la oscuridad del agua. Todo ello debía haber provocado que pensase que iba a emerger algo por delante suyo. O también podía haber sido un tronco que fuese flotando por las corrientes submarinas, esa era una buena explicación. Lo que estaba claro es que estar ahí, en mitad de la noche, estaba empezando a afectarle. Decidió que lo mejor que podía hacer era volver a su refugio y forzarse a dormir de una vez por todas.
Se dio la vuelta para regresar a la tienda, pero al hacerlo se sorprendió de nuevo, porque que esta vez sí vio algo de verdad. Había un niño pequeño, de unos diez años, delante de él.
El crío iba vestido como cualquier otra persona de su edad, aunque ignorando el frío de aquel lugar, llevaba una camiseta de manga corta, unos pantalones por la rodilla y calzaba unas zapatillas deportivas. Kevin se fijó en que el recién llegado estaba prácticamente temblando, y la expresión de su cara denotaba que estaba asustado.
—Hola —saludó Kevin—. ¿Te has perdido?
—No puedes llevarme de vuelta —respondió el niño, ignorando la pregunta que le habían hecho—. No quiero volver allí.
—¿Volver a dónde? ¿Te has escapado de casa?
—Ya sabes que no, que llegué por accidente. Pero ahora estoy mucho mejor aquí. Kalen, por favor…
La suplica del niño dejó a Kevin de piedra, y en ese momento entendió lo que estaba pasando. Había estado buscando a un monstruo terrorífico, pero, al parecer, la criatura de otro mundo a la que quería encontrar era, en realidad, aquel niño asustado. Lo que no tenía muy claro era el motivo por el que tanta gente lo había confundido con un monstruo a lo largo de los años.
—No temas. Yo no soy Kalen —le explicó al niño.
—¿No lo eres? Pero tienes el viento de Kalen.
—Sí, bueno, es una larga historia. Kalen murió hace ya muchos años y su flauta me eligió como su nuevo dueño de algún modo.
—Entonces, ¿no has venido a llevarme de vuelta a mi mundo?
—No, claro que no. Si estoy aquí es para pedirte que me ayudes.
El niño se relajó por fin, cuando estuvo seguro de que su miedo era fundado, y se sentó en el suelo a escuchar la petición que le hacían.
Kevin le contó a aquel ser una versión abreviada de todo lo que le había ocurrido, y que alguien le había indicado que él sería capaz de indicarle cómo llegar hasta el mundo de las Sídhe. El niño asintió con la cabeza, dándole a entender que efectivamente conocía la canción que abría el portal, y le dijo que estaba dispuesto a cantársela, siempre y cuando le dejase quedarse con los humanos. Kevin accedió, sin embargo, sentía curiosidad por conocer los motivos del “monstruo” para no querer regresar al lugar al que pertenecía.
—¿Cómo iba a querer volver a un sitio donde nadie me conoce? —dijo el niño— Allí era tan solo un animal más, las Sídhe consideraban a los de mi especie como simples medios de transporte sin inteligencia. Luego llegué aquí y vi que todo era distinto, la gente me adoraba, contaban historias sobre mí y esculpían estatuas con mi aspecto.
—Pero te tienen miedo.
—Eso no es cierto. Soy una parte de las leyendas de esta tierra, no me tienen miedo, sino respeto. Además, saben que soy bueno para ellos, viene mucha gente al lago con la esperanza de poder verme, y eso hace que la gente de los alrededores gane dinero. Todo el mundo está feliz con que yo esté aquí.
—Supongo que en eso tienes razón. Aunque, ¿cómo es que creen que eres un monstruo?
—Eso es porque la forma que te estoy mostrando ahora es solo uno de los aspectos que puedo adoptar, el más reciente, que aprendí con los años, para poder jugar con los niños.
—¿Qué otras formas tienes?
—Seguro que has escuchado las leyendas. Es muy parecido a lo que cuentan. Dependiendo de cómo me hayan visto, han contado muchas historias y me han puesto muchos nombres. Aunque creo que el nombre que más me gusta de todos es Kelpie, quizás porque me describe mejor.
—Un momento, ¿has dicho Kelpie? ¿No es ese el nombre de ese caballo que ahogaba niños en las aguas de los lagos?
—Sí, esos cuentos están basados en mí. Pero nunca he ahogado a ningún niño, la historia se distorsionó porque alguna vez me han visto en mi forma terrestre, jugando con algún niño cerca del agua.
—Entonces, entiendo que tu forma real es la de un caballo.
—Actualmente puedo tomar tres aspectos distintos. Además del que estás viendo, también puedo tener una forma dentro del agua y otra en tierra. Estas dos tienen cierto parecido con los caballos que habitan entre los seres humanos.
—Vaya —dijo Kevin, asombrado—. Nunca hubiese pensado que el monstruo del lago Ness pudiese resultar tan interesante.
—Y yo nunca hubiese pensado que podía encontrar a un humano que tuviese la misma sana curiosidad que un niño. Me has caído bien. Por cierto, no me has dicho tu nombre.
—Oh, sí. Me llamo Kevin.
—Mucho gusto, Kevin. Espero que cuando hayas resuelto tus asuntos, puedas volver y jugar un poco conmigo.
—Eso me gustaría.
—Me alegra oírlo. Ahora, me imagino que querrás iniciar tu viaje.
—Si eres tan amable de cantarme la canción para ir al mundo de las Sídhe.
—En seguida, pero debes esperarte a tocarla con el viento de Kalen hasta que te hayas alejado un poco de este lugar. No me gustaría acabar viajando contigo por accidente.
—Te prometo que no tocaré la canción mientras esté al lado del lago.
—Muy bien. Ahora me introduciré en el lago y adquiriré mi forma original, la de caballo de agua, ya que solo puedo emitir los sonidos necesarios estando bajo el agua.
Entonces, el niño se levantó y se fue hacia el borde del lago, dio un salto y se lanzó al interior, sumergiéndose en las profundidades. El agua comenzó a emitir un brillo verde pálido y se formaron ondas concéntricas en la superficie, cada vez más grandes, hasta que, de repente, del centro de aquellos círculos, emergió el cuerpo de una bestia de grandes proporciones.
La criatura era, en verdad, bastante parecida a un caballo, quizás un poco más grande, aunque sin llegar a tener las dimensiones que contaban las historias de Nessie. Además, era de un color verdoso, sin pelo, y en vez de patas tenía unas grandes aletas.
Kevin miró con admiración la nueva forma de Kelpie y no sintió nada de miedo. Lo que tenía delante suyo no era un ser terrorífico como había esperado, sino algo magnifico y maravilloso.
El monstruo le hizo un gesto con la cabeza, indicándole que estaba a punto de empezar, y después se sumergió de nuevo en el agua. Al poco tiempo, empezaron a escucharse unos sonidos rítmicos provenientes de las profundidades del lago, componiendo una preciosa melodía que irradiaba sentimientos de añoranza y temor.
Kevin empezaba a darse cuenta de que todas aquellas músicas tenían algo en común y es que, de algún modo, tenían la cualidad de quedar impregnadas con los sentimientos de la persona que las cantaba.
Cuando la música hubo finalizado, supo que no podría olvidarla jamás, se le había quedado grabada en su mente para siempre.
Después, Kelpie salió del agua, otra vez con su forma de niño, para despedirse de él.
—Recuerda que me has prometido que volverías a jugar conmigo alguna vez —le dijo el niño.
—No lo he olvidado. Siempre cumplo mis promesas.
—Mejor será que lo hagas —entonces, el crío se quedó pensando un momento, y luego le hizo una advertencia—. Hay algo que deberías saber, solo por si acaso. Si en ese mundo te cruzas con algún otro caballo de agua, debes salir corriendo y no mirar atrás. Algunos de los míos pueden alcanzar mayor tamaño y también pueden llegar a ser muy agresivos. Si las Sídhe consideraban que no éramos seres inteligentes era porque en parte es verdad. Creo que el único motivo por el que yo soy distinto es porque vine a este mundo. Cuando adquirí mi forma humana, también aprendí a ser como los humanos.
—¿Quieres decir que los otros de tu especie no pueden hablar?
—Eso es, y pueden llegar a ser peligrosos, tenlo en cuenta.
—Lo haré. Muchas gracias por la advertencia.
Después de aquello, terminaron de despedirse. Kevin recogió todas sus cosas y comenzó a alejarse del lago, tal como le había prometido a Kelpie, para abrir el portal lo antes posible. Ahora que ya sabía la forma de llegar al mundo de las Sídhe, no tenía sentido que perdiese más tiempo, quería hacer el viaje inmediatamente.
Cuando consideró que estaba a bastante distancia, abrió la mochila y sacó la flauta, para tocar la melodía que le había cantado el caballo de agua. Aunque antes de poder hacerlo, Efreet no pudo resistir la tentación de hacer un comentario sobre lo que había pasado.
—¿Te das cuenta de que lo he escuchado todo? —dijo el genio—. Ahora ya sé cómo viajas entre los mundos, esa flauta abre portales.
—Sí, eres muy listo —respondió Kevin, sin prestar demasiada atención al comentario de Efreet.
—Pero tú debes ser bastante tonto. Ese niño te ha dicho que hay monstruos peligrosos en ese mundo, y aun así estas dispuesto a viajar allí, después de haber escapado por los pelos de mi ciudad y de la ira de Iblis.
—¿Acaso tienes miedo?
—Debes estar de broma. Soy un poderoso Djin, quien debería tener medo eres tú, humano insignificante.
—Aun estoy a tiempo de tirarte al lago antes de irme —amenazó Kevin.
El genio emitió un gruñido y cesó en su empeño por disuadirle de abrir el portal. De modo que, ahora que podía concentrarse, Kevin se puso el extremo de la flauta en los labios y comenzó a soplar, rememorando mientras lo hacía, la canción que le había interpretado Kelpie, el monstruo del lago Ness.
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Aquí finaliza el capítulo. En la próxima actualización un nuevo mundo aguarda a nuestro protagonista, iniciando además el penúltimo capítulo de la historia.
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