lunes, 27 de enero de 2020

VI. NOCHES EN EMAIN ABLACH (3)



VI. NOCHES EN EMAIN ABLACH



3


La chica guió a Kevin por las calles, en esta ocasión sin que nadie caminase detrás de ellos, hasta que se pararon frente a uno de los muchos árboles de aspecto similar que había en la zona. La Fane le indicó que habían llegado a su destino. Subieron por unas escaleras hasta lo alto, donde se encontraba la vivienda, mucho más baja que la esfera del árbol central donde se habían reunido con las ancianas. Y una vez allí, le invitó a pasar al interior. 

Todo parecía estar construido por las ramas del árbol que sustentaba la vivienda, aunque no de forma artificial. Era como si el árbol hubiese hecho que sus propias ramas se curvasen y se dividiesen de la forma precisa para configurar todo lo que había allí dentro. Kevin podía distinguir claramente tres estancias diferenciadas, donde todo eran tonos marrones y lo único que destacaba, por ser distinto a las superficies de madera, eran varias pieles de animales que se encontraban repartidas por algunos lugares de la casa, de forma decorativa. Había pieles como cortinas en las ventanas, y también había pieles sobre lo que parecían ser las camas. Lo que no vio fue nada que le hiciese pensar que se encontraba en una sociedad moderna. No había tecnología, luz eléctrica, ni cualquier tipo de ingenio parecido. En parte, eso le pareció buena señal. Después de todo, los Djin disponían de semejantes avances y los habían conseguido de formas terribles. 

Alda le enseñó toda la casa, su habitación y aquella donde dormiría él. También le mostró el cuarto de baño, que curiosamente tenía algo que hacía las funciones de retrete y también una bañera. Aunque, por el momento, Kevin no quería ponerse a pensar en el funcionamiento de aquellas cosas, que también estaban hechas de la misma madera que todo lo demás. 

Le hubiese gustado seguir hablando con la Fane, ponerse al día y que ella continuase hablándole de su vida en aquel mundo. Pero se encontraba muy cansado, tanto que los ojos habían empezado a cerrársele solos y no podía dejar de bostezar. Se daba cuenta ahora, estando en un lugar algo más acogedor, de que llevaba demasiado tiempo sin dormir. Había iniciado el viaje a altas horas de la noche, cuando estaba todavía en el lago Ness, y habían pasado muchas horas desde entonces. Alda se dio cuenta de su estado, le dijo que no se preocupase y le pidió que se fuese a descansar. La chica le prometió que podrían hablar al día siguiente sin interrupciones. Después, ella le acompañó hasta la cama de la habitación que le había cedido y le dio las buenas noches antes de irse a su propio cuarto. 

Kevin se dejó caer con precaución sobre la superficie tapada con pieles que se suponía que era su cama. Esperaba encontrarse algo rígido, con ramas que se le clavasen por todas partes, pero no fue así. Descubrió que aquello era en realidad muy cómodo, era imposible que la cama estuviese hecha también de madera. Su curiosidad le hizo mirar por debajo de las pieles que separaban su cuerpo del material del que estaba compuesto el colchón, y descubrió que se trataba del mismo tipo de fibra de la que estaba hecho el puente colgante. Eran varios cables de aquella sustancia elástica y cálida. Estaban entrelazados firmemente, conformando la superficie sobre la que estaba tumbado él. Le parecieron sorprendentes las múltiples funciones que tenía esa cosa, y pensó que quizás por la mañana pudiese ver más lugares donde usasen el mismo material. 

Fue cerrando los ojos mientras intentaba imaginar lo que le depararía el día siguiente, relajándose hasta que el sueño le venció finalmente. 

Al llegar la mañana, Kevin se despertó de forma natural, sintiéndose descansado y de buen humor. Era una experiencia desconocida por él hasta ese momento, abrir los ojos con los primeros rayos de sol filtrándose entre las ramas de los árboles mientras se escuchaban los cantos de los pájaros y los diferentes sonidos del bosque. 

Se levantó de la cama y vio que Alda se encontraba tumbada en el suelo de la habitación, había pasado mucho tiempo desde que la había visto hacer aquello. Recordó la primera noche que pasaron juntos, después de salvarla de aquel claro. Entonces, ella había hecho lo mismo y había abandonado su habitación en mitad de la noche para acabar durmiendo en el suelo junto a él. Ver que la Fane seguía actuando de la misma forma que siempre le hacía pensar que todo estaba bien y que no tenía nada de lo que preocuparse. 

Alda abrió los ojos unos minutos después, reaccionando al movimiento de Kevin, que ya se había puesto en pie. La chica le saludó y se alzó también, para poder indicarle cómo funcionaba todo en el cuarto de baño por si quería asearse. 

La bañera y el retrete parecían de mentira, como si simplemente estuviesen esculpidos por las ramas del árbol pero no tuviesen una función utilitaria. Sin embargo, Kevin pronto descubrió que todo estaba en perfecto funcionamiento, lo que resultaba en realidad algo inquietante. Si se presionaban con los dedos ciertas partes de las ramas, están reaccionaban, cobrando vida, y moviéndose de la forma adecuada. El retrete funcionaba formando un agujero donde las ramas creaban un movimiento continuo que desalojaba cualquier cosa hacia abajo, mediante un extraño sistema que hacía que los residuos acabasen bajo tierra, llegando a las raíces. En cuanto al agua de la ducha, era como si el árbol reorientase todo el rocío de la mañana a través de su tronco para salir por un punto determinado a bastante presión. En esencia, todo funcionaba porque el ser vivo en el que habitaban lo permitía. Esto le hacía preguntarse si el árbol era consciente o si sus movimientos se debían a reflejos automáticos. 

Al igual que las fibras elásticas del puente y la cama, la forma en que funcionaba aquel hogar viviente, era algo que a Kevin le interesaba profundamente y sobre lo que quería saber más. Pensó que aquello sería una de las primeras cosas que le preguntaría a Alda antes de salir de casa para visitar el poblado. 

—¿Qué está haciendo esto aquí? —preguntó la Fane alarmada desde la habitación. 

Kevin salió del cuarto de baño para ver a qué se refería Alda y descubrió que la chica se refería a la botella de Efreet, la cual sostenía entre las manos. 

—¿Por qué has traído al Djin contigo? —quiso saber Alda. 

—Fue un accidente. Cuando escapé de Iblis no recordé que todavía llevaba la botella en la mochila, de modo que acabé regresando a mi mundo cargando con el Djin. Después de aquello, consideré que era mi responsabilidad vigilarlo para que no se escapase y pudiese hacer daño a alguien. 

—Ya veo. No tendremos más remedio que esconder su existencia. No creo que las Sídhe vayan a ser demasiado amigables con alguien de la especie que mantuvo prisionera a una de las suyas. 

—Ahora os avergonzáis de mí —interrumpió Efreet—. Después de todo lo que he hecho por vosotros… 

—Ignóralo —le aconsejó Kevin a la chica—. Le gusta montar numeritos como ese de vez en cuando. Supongo que es su forma de aliviar la frustración que siente por estar ahí dentro. 

—¿No crees que sería mejor que encontrásemos una forma de deshacernos de él? —sugirió la Fane. 

—Ya había pensado en ello. Pero no puedo asumir el riesgo. No podemos tirarlo en algún rincón y abandonarlo, porque alguien podría encontrarlo y dejarlo en libertad. 

—No está bien que habléis de deshaceros de mí mientras estoy delante. ¿Nadie os ha enseñado modales? —continuó metiéndose Efreet en la conversación. 

—Pero llevarlo siempre contigo también parece bastante peligroso —dijo Alda, sin hacer caso a las palabras del genio. 

—Lo sé, pero por el momento no veo que tenga otra opción. 

—Muy bien, siempre que sepas lo que estás haciendo. Aunque deberías dejar aquí la botella, escondida en la casa. De ese modo las Sídhe no lo descubrirán. 

—De acuerdo. Lo pondré debajo de la cama. 

Después de aquello, Kevin se agachó para esconder la botella. Pensó que probablemente aquello sería lo mejor. Si llevase consigo a Efreet y el genio comenzase a hablar en un mal momento, podría causarles problemas. Por muy amistosas que fuesen las Sídhe, no pensaba que pudiesen entender sus razones para no buscar el modo de acabar con una criatura tan vil como había demostrado ser el Djin. 

Alda le indicó que estaban listos para salir de la casa y hacer el recorrido que le había prometido el día anterior. No obstante, antes de hacerlo, Kevin recordó que había unas cosas que quería preguntarle primero a la chica. 

—¿Puedo preguntarte algo? —le dijo a Alda. 

—Claro, ¿qué es lo que quieres preguntar? 

—Es sobre los materiales que utilizáis. Me han llamado la atención varias cosas, como estas fibras elásticas que tiene la cama, o la forma en que están construidas las casas. 

—Sobre los componentes de la cama, la verdad es que no sé qué decirte. Al parecer son orgánicos, eran la excreción de algún tipo de criatura. Aunque las Sídhe no me han dicho de cual, solo me han contado que es de unos animales que ya no existen por aquí. 

—¿Eso no te ha parecido extraño, que no quisiesen contarte más? 

—Para nada, he sido yo la que no he preguntado. También tengo curiosidad por conocer la procedencia de esos materiales, pero por el momento todavía me estoy adaptando a vivir aquí y no me parecía bien asaltarles con preguntas como esas todavía. 

—Entonces preguntaré yo la próxima vez que veamos a Velenna. Así saldremos de dudas los dos. ¿Y qué me dices de las casas? 

—Esa es una pregunta más fácil de contestar. Las casas, como habrás visto por su aspecto, son en realidad una parte del propio árbol que las sustenta. Pero esto no ocurre por accidente, sino que se debe a la habilidad innata de las Sídhe. 

—¿Habilidad innata? 

—Sí. Las Sídhe tienen una conexión especial con la naturaleza. Si entran en contacto con un árbol y se concentran lo suficiente, pueden hacer que el árbol cambie su forma para adaptarla a sus necesidades. Además, pueden conseguir que varios elementos de la naturaleza recuerden instrucciones y las ejecuten con el comando adecuado. 

—Como ocurre en el cuarto de baño. 

—Eso es. El agua de la ducha cae porque tocas en el punto preciso, el lugar en que la Sídhe que construyó la casa dejó preparado para tal efecto. 

—Pero, creía que tú habías construido esta casa —dijo Kevin, al recordar lo que le había contado Alda cuando se habían reencontrado en el bosque. 

—Eso sería imposible. Solo alguien que haya nacido Sídhe tiene sus habilidades, no es algo que se pueda aprender. ¿Por qué pensabas que la había hecho yo? 

—Por lo que dijiste ayer. Cuando nos vimos me contaste que, a cambio de permanecer con ellas, las Sídhe te habían pedido que aprendieses a cazar y hacerte tu casa entre otras cosas. 

—¿Dije eso? —respondió Alda como si no lo recordase—. Lo entenderías mal, o me expresaría yo mal por la sorpresa de haberte encontrado. Yo no hice esta casa, pertenecía a otra persona y me la han cedido temporalmente. 

—¿Temporalmente? 

La Fane no respondió inmediatamente, lo cual a Kevin le pareció sumamente sospechoso. Era como si su amiga estuviese pensando en la contestación adecuada para una pregunta que era en realidad muy simple. 

—Sí, hasta que alguien me pueda ayudar a hacer mi propia casa, claro está —tras la aclaración, Alda le apresuró para que se marchasen ya—. De todos modos, deberíamos salir ahora que todavía es temprano. Si no, no te dará tiempo a verlo todo. 

—Muy bien —accedió. Aunque se había dado cuenta de que la chica había cambiado de tema intencionadamente, al igual que lo había hecho el día anterior cuando la anciana Sídhe había estado hablando de lo buena que había sido la llegada de Alda al poblado. 

Kevin siguió a su compañera hasta el exterior de la casa, mientras el Djin se quedaba dentro, quejándose de que le estaban abandonando y se iba a perder la diversión.

SIGUIENTE

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