jueves, 9 de enero de 2020

V. ENTRE LEYENDAS (4)



V. ENTRE LEYENDAS



4


En primer lugar iba a necesitar un mapa, sabía la dirección relativa que tenía que tomar, pero era preciso que se orientase con más exactitud. Después tendría que planificar el camino y comprar provisiones, en función de cuántos días fuese a necesitar para alcanzar su destino. También tenía que pensar en dónde iba a pasar la noche. Era cierto que tenía algo de dinero, pero no pensaba que fuese suficiente como para alojarse en hoteles durante toda su búsqueda. 

Tras abandonar el pub, Kevin salió a la calle y buscó algún local donde poder comprar lo que le hacía falta. Acabó en la típica tienda de recuerdos, lo único que pudo encontrar abierto, ya que, al parecer, se había hecho bastante tarde y la mayoría de los comercios habían cerrado. 

Compró un mapa de Escocia y unas cajas de galletas, no era la mejor comida, ni la más saludable, pero no tenia donde elegir, de aquel modo por lo menos tendría algo que llevarse a la boca en caso de necesidad. Además, se hizo con una botella de agua, ya que la suya estaba ocupada con un visitante de otro mundo. 

Introdujo todas sus nuevas adquisiciones dentro de la mochila y decidió ponerse en marcha inmediatamente. No quería perder un solo segundo, aparentemente le esperaba un largo camino por delante. 

Buscó un lugar tranquilo, apartado de la zona más urbana, se sentó en el suelo y desplegó el mapa. Vio que la distancia que tenía que recorrer era bastante más de lo que había pensado, quizás tardase cinco días caminando a pie, y eso si no se perdía y acababa andando en la dirección equivocada. 

Pensó en Alda, todo aquello lo hacía porque necesitaba verla y asegurarse de que hubiese encontrado su lugar. Pero si la chica estaba en algún tipo de peligro y él se demoraba tanto en encontrarla, quizás llegase demasiado tarde y ocurriese alguna desgracia. No quería pensar en que algo tan terrible pudiese ocurrir, pero le era difícil que sus pensamientos no se fuesen al peor de los casos, todo porque se sentía impotente y no sabía cómo hacer que aquella búsqueda fuese más deprisa. 

Lo único que podía hacer era ponerse comenzar a caminar y aprovechar cada hora de luz que tuviese, aparentemente no muchas en aquella región y en esa época del año. De hecho, ya empezaba a oscurecer y el frío se hacía difícil de sobrellevar, no era tan insoportable como lo había sido por la noche en el desierto, pero aun así lo notaba más de lo que hubiese deseado. Estaba claro que necesitaba algo más de ropa, solo tenía las prendas con las que había salido de casa, y las que se había llevado del mundo de los Djin, pero estas últimas era tejidos muy ligeros que no le proporcionarían el calor que requería la situación. 

Se puso por encima absolutamente toda la ropa de la que disponía y empezó a andar, en dirección norte, siguiendo los caminos. Era tarde y no esperaba poder adelantar mucho más aquella jornada, pero aun así, mientras estuviese en movimiento, sus músculos se calentaban y no notaba tanto la temperatura. 

Caminó un hora aproximadamente, hasta que se hizo demasiado oscuro como para poder continuar. Llegado ese momento, se tuvo que plantear finalmente el problema que había estado intentando evitar, necesitaba un lugar donde pasar la noche. Hacía ya un rato que había pensado una posible solución, pero era algo que no estaba seguro de que fuese a funcionar. Sacó de la mochila el pequeño frasquito que Efreet le había dado en el desierto y arrojó una gota en tierra. Esperó unos momentos pero no ocurrió nada, el suelo bajo sus pies continuaba completamente estático, no aparecía ninguna tienda mágica de arena. Notaba que los dientes le castañeteaban y no conseguía pensar con claridad, debía haber planificado las cosas mejor antes de lanzarse a andar sin más. 

—¿No esperarías que eso fuese a funcionar? —dijo Efreet desde la mochila, burlándose de Kevin—. Esa sustancia esta creada para que reaccione exclusivamente con la arena que cubre nuestra ciudad, yo mismo la ideé basándome en las propiedades del suelo… 

—¡Oh, cállate! Por lo que más quieras. 

—¿Sabes?, todo esto puede venirme muy bien. Si mueres congelado quizás alguien encuentre este recipiente y me pongan en libertad. Piénsalo, sería un dios entre los seres humanos. 

Si su situación no fuese bastante mala ya de por sí, tener que aguantar los comentarios del genio era más de lo que Kevin podía soportar. Sacó la botella y empezó a agitarla en el aire, esperando que al menos el Djin se marease y le dejase en paz. 

—¡Sí! Me encanta ver cómo te derrumbas —animaba Efreet—. Sigue haciendo eso, igual tenemos suerte y el contenedor se rompe. 

Kevin se detuvo inmediatamente al darse cuenta de que el genio tenía razón, si continuaba agitando la botella podía romperla accidentalmente, y entonces sí que tendría problemas de verdad. Tenía que mantener la calma, no podía dejar que aquella criatura infernal le sacase de quicio. Se sentó en tierra, en un intento de relajarse y recobrar la compostura. Seguro que si pensaba aquello con detenimiento encontraba una solución. Solo necesitaba resguardarse en algún lugar, no tenía ni que ser un sitio cómodo, solo bastaba con que le permitiese descansar y pasar la noche. No lograba encontrar una solución por más que lo pensaba, estaba en medio de la nada y no iba a aparecer nada que… 

De repente el suelo comenzó a temblar. Kevin se puso en pie y se apartó de un salto, justo a tiempo para ver como la tierra sobre la que había estado sentado se elevaba y se retorcía, dando forma a una rudimentaria construcción. 

Al final, resultó que el líquido que formaba las tiendas de arena sí que había funcionado, simplemente había tardado más en hacer efecto, quizás por ser una materia prima distinta de aquella para la que había sido creado. Aun así, lo importante es que ahora Kevin tenía un sitio donde resguardarse del frío, independientemente de cómo o por qué había aparecido de la forma en que lo había hecho. Sin perder más tiempo, pasó al interior de la tienda. 

El habitáculo no era exactamente como los del desierto. Si lo analizaba, le daba la impresión de que era como si todos los elementos del interior hubiesen intentado organizarse de la forma adecuada pero hubiesen fracasado en el proceso. No había una zona cómoda similar a una cama, en su lugar solo había un montón de tierra con bultos, y el interior de la tienda no era cálido y agradable, el viento se filtraba por la puerta haciendo que el frío no le abandonase del todo. Tenía que admitir que no era el sitio más cómodo donde dormir, pero era mejor que nada, le mantendría por lo menos a salvo. Sin más dilación, pensando en que quería estar descansado para afrontar el nuevo día con energía, y así aprovechar para recorrer toda la distancia que pudiese, Kevin se acostó y se puso a dormir. 

Fue la lluvia lo que le despertó. De pronto, notó como las gotas caían con violencia, golpeándole en la cara. La tienda se había deshecho antes de lo que esperaba. Al parecer, ese era otro problema de usar aquel sistema en una tierra distinta. Debía llevar ya un rato a la intemperie. Se sentía incomodo y cansado, pero ya había amanecido y tenía que ponerse en camino. Se levantó, recogió sus cosas, e inició la marcha. 

Mientras avanzaba, podía ver que, no muy lejos, las montañas estaban cubiertas de nieve. Al haber estado tanto tiempo en el desierto, casi había llegado a olvidar que cuando inició su viaje y abandonó su mundo fue durante los primeros días de Noviembre. No sabía cuánto tiempo había pasado desde entonces. Con todos los problemas y las emociones vividas parecía que había sido una eternidad. Sin embargo, calculaba que habrían sido unas tres semanas. Sabía que la región en la que se encontraba era mucho mas fría que su país y probablemente nevase durante más tiempo. Esperaba no tener que luchar también por sobrevivir a una nevada. 

Kevin caminó durante todo el día y llegó hasta las inmediaciones de un lago, aunque no el lago que buscaba, todavía quedaba bastante distancia hasta allí. Se empezaba a encontrar mal, no dejaba de tiritar y creía que tenía fiebre. En aquel estado no podía seguir. Si pasaba otro día igual, era seguro que acabaría por caer enfermo. 

Vio que había un pequeño hotel por la zona y pensó si debía utilizar su dinero y pasar aunque fuese una sola noche en la comodidad de una habitación con calefacción, donde pudiese recuperarse y entrar en calor. Le quedaban ochenta y cinco libras, no sabía si sería suficiente, y tampoco quería gastarse todo el dinero de una sola vez, cuando aún le quedaba tanto camino por delante. La única manera de saber si podía permitirse la estancia en el hotel sería entrar y preguntar por el precio de una noche. 

Entró en el establecimiento y en seguida le atendió una amable mujer que le dijo que, en aquellos momentos, prácticamente todas las habitaciones estaban disponibles por ser temporada baja, lo que también hacía que el precio fuese más económico de lo habitual. Pasar una noche allí le costó cuarenta libras, un precio razonable que consideró que se podía permitir. Aunque, en vista de que cada vez se sentía peor, si la habitación hubiese sido más cara, probablemente hubiese pagado igual. 

Ya casi había olvidado todas las comodidades de su mundo. Por ese motivo, cuando entró en la habitación de hotel y dio un vistazo a todo lo que había allí dentro, Kevin se sintió en el paraíso. Había una cama normal y corriente, que de seguro le proporcionaría un gran confort. Tenía una televisión a su disposición, no iba a utilizar el aparato, pero aun así le parecía bueno saber que lo tenía ahí y, si quería, podía encenderlo. Pero lo que más disfrutó fue el hecho de tener un cuarto de baño en la habitación, poder tener algo de privacidad era todo un sueño hecho realidad después de las últimas semanas. Estaba harto de tener que acudir a la llamada de la naturaleza en medio de desiertos, campos o recintos extraños. La guinda del pastel fue la ducha, nunca antes le había sentado tan bien poder dejar recorrer el agua caliente sobre su cuerpo, agua de verdad y no un líquido misterioso con propiedades mágicas. Su ducha no sería curativa, pero desde luego sentaba como si lo fuese. 

Cuando hubo salido del cuarto de baño, se sentía como nuevo. Todavía estaba algo fatigado, pero había conseguido quitarse el frío de dentro y ya no estaba mareado. Solo quedaba acostarse y, así, seguro que podría levantarse al día siguiente con fuerzas suficientes. Se tumbó en la cama, tapándose con todas las mantas que había disponibles. Arropado y en aquella superficie blanda, bajo la cual había unos muelles que antes le hubiesen parecido incómodos, estaba muy a gusto, tanto que el sueño se apoderó rápidamente de él, haciendo que cayese dormido en cuestión de segundos. 

La mañana siguiente, Kevin se despertó más tarde de lo habitual. Había descansado increíblemente bien y le costó abandonar el placer que suponía aquella cama, sabiendo que durante un tiempo tendría que olvidarse de volver a disfrutar de semejante lujo. Hubiese pasado más tiempo en la habitación, pero dos cosas se lo impedían: tenía que seguir su camino para encontrar a Alda, y además tenía una hora tope para abandonar la habitación, según la normativa del establecimiento. Volvió a ducharse antes de salir, después se vistió, bajó a recepción y devolvió la llave. 

Estaba listo para continuar viajando hacia el norte. Sin embargo, cuando salió a la calle, vio charcos de agua congelada que salpicaban el suelo aquí y allá, y en seguida volvió a entrarle frío, gracias a las corrientes de aire. Pensó que quizás debiese invertir el poco dinero que le quedaba en alguna prenda de abrigo que le calentase más que las que ya tenía, tal vez una chaqueta o algo así, que pudiese ponerse por encima de todo lo demás. 

Apenas hubo puesto un pie en la calle cuando empezó a llover. El tiempo parecía estar en su contra. Cada vez caía más agua y Kevin no tenía más remedio que continuar su camino a pesar de las malas condiciones atmosféricas. 

Se compró una chaqueta de no buena calidad en un comercio cercano, y de aquel modo acabó gastándose el poco dinero que tenía, solo le quedaron unas monedas que no le llegaban ni siquiera para conseguir algo más para comer. Quizás si hubiese conocido más la región y hubiese estado mejor preparado, hubiese podido administrar el dinero más eficientemente, pero ahora ya no había nada que hacer. Por el momento, tendría que seguir adelante solo a base de galletas, teniendo que racionárselas para que le durasen hasta que pudiese encontrar alguna otra cosa con la que alimentarse. 

Aquella nueva jornada no se le hizo menos pesada que la anterior. Solo unas horas después de haberse puesto en camino bajo la lluvia, ya estaba añorando el calor de su habitación de hotel. Por lo menos la chaqueta que se había comprado se notaba bastante, y le protegía algo más del frío. No dejaba de caer agua, y en vista del color del cielo era probable que tuviese que andar en aquellas condiciones durante todo el día. Para colmo de males, no dejaba de pensar en que tendría que pasar aquella noche de mala manera, en la tienda fabricada de tierra, incómodo, mojado, y sin saber cómo ponerse para poder dormir. Estaba de mal humor, parecía tenerlo todo en su contra y consideraba que no era justo. Se suponía que estaba haciendo lo correcto, preocupándose por alguien más que por sí mismo. Pero a pesar de ello, la fortuna no le favorecía. 

El camino que estaba siguiendo iba bordeando un lago, con lo que podía usar el accidente geográfico como punto de referencia para no perderse. 

Kevin consultaba el mapa con frecuencia, para hacerse una idea de la distancia que le quedaba por recorrer, pero saberlo hacía el trayecto más pesado, porque se daba cuenta que todavía tenía varios días por delante hasta llegar al lago Ness. Y llegar allí no era el final de todo, porque la masa de agua ocupaba un terreno inmenso. Tendría que buscar el mejor punto para buscar al monstruo y entonces… hacer algo para llamar su atención. En cualquier caso, lo que estaba claro es que quedaba mucho camino por delante y la resolución de aquella misión era todavía bastante incierta.

SIGUIENTE

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